Los momentos más relevantes de la lucha política en el período 2019-2020, en el marco de tensiones constantes, profundas contradicciones políticas irresueltas y procesos electorales convulsionados, son abordados en una nueva publicación de la oficina Bolivia de la KAS.
Las variables intrínsecas de las luchas sociales, activadas por la desigualdad, clasismo, racismo y exclusión social, son indudablemente factores de quiebre, vigentes y de incómodo tratamiento en los círculos académicos y políticos, que algunas veces parecieran soslayar su existencia.
La impronta ideológica interesada instaló una retórica limitada, en la perspectiva de reducir el debate de estos fenómenos a la dicotomía simplista entre izquierdas y derechas. No obstante, al día de hoy ya vivimos en ambos extremos del péndulo ideológico y seguimos con las mismas debilidades estructurales de base que afectan el desarrollo económico, político y social de Bolivia. Estas afloran nuevamente en periodos de elecciones, con las maquinarias políticas en apronte, bajo la misma matriz política e ideológica del siglo pasado, cada vez más desfasada y descontextualizada en tiempo y espacio.
En esta perspectiva, la publicación realiza un repaso cronológico desde la instauración de regímenes militares dictatoriales, para transitar gradualmente el curso y el agotamiento de los ciclos políticos y económicos que propiciaron las condiciones objetivas de insatisfacción popular y eventuales insurrecciones, como efecto del agotamiento de los modelos económicos y su impacto en las relaciones de carácter social y político.
En este contexto, resulta necesario entender en retrospectiva el desarrollo mismo de los factores determinantes que catalizaron el hartazgo social y la insatisfacción, hasta desembocar en el viraje radical que supuso el cambio de eje a nivel continental, con el surgimiento casi simultáneo de los gobiernos progresistas que dieron lugar al término socialismo del siglo XXI.
Bolivia, en su seno, no tuvo un tránsito ajeno ni disociado de los fenómenos emergentes, propios de las luchas sociales inherentes a la pobreza y la desigualdad. La fragilidad del sistema de partidos políticos, la cooptación de los poderes del Estado y la instrumentalización de las instituciones fueron aspectos normalizados indistintamente en los distintos periodos de la política nacional, y que dieron lugar a la incubación de ideas que avizoraban un cambio necesario. Por eso, desde la recuperación de la democracia, si bien es cierto que periodo a periodo se lograron avances significativos (a veces intencionalmente desconocidos), se mantuvieron huellas y heridas latentes que fueron campo fértil para la instauración de un cambio estructural.
En el primer lustro del siglo XXI (2005), parecía que la coincidencia de las condiciones objetivas y subjetivas detonaría en la instauración de lo que hoy se conoce como el proceso de cambio, que vino de la mano de los movimientos sociales, el Pacto de Unidad y el liderazgo de Evo Morales.
Han pasado poco más de 14 años desde el advenimiento del proceso de cambio, contamos con una nueva Constitución, celebramos tres elecciones con el mismo candidato, Evo Morales, y finalmente asistimos a una cuarta elección fallida, celebrada el 20 de octubre de 2019. En la actualidad, nuevamente estamos sumidos en una profunda crisis política y social, agravada por la crisis sanitaria del COVID-19. La pandemia mantiene a la población confinada desde el día 26 de marzo. Ha empeorado más aún la precaria economía nacional, cuya contracción en todos los sectores y rubros ha incrementado el temor por la inseguridad de un futuro incierto.
El panorama es preocupante. Terminó la pausa electoral y, como tradicionalmente ha ocurrido en nuestro país, pese a las difíciles circunstancias, la lucha por el poder deja trascender nuevamente que los intereses prevalecen casi intactos entre quienes quieren restaurar su hegemonía y los que quieren arrebatarla.
En este ambiente crispado, salen a relucir en su peor versión las debilidades estructurales crónicas de nuestro país:
- órganos del Estado en constante disputa y carentes de independencia;
- sistema de salud al borde del colapso;
- deficiente coordinación multinivel e interinstitucional;
- economía en recesión y al límite;
- fuerzas del orden a punto de ser rebasadas;
- intentos deliberados de desestabilización del proceso de transición;
- violencia focalizada;
- un gobierno confundido y sobrepasado.
Así vamos al 18 de octubre, fecha definida pero no asegurada para celebrar las elecciones que quedaron en suspenso. Por lo pronto, prevalecen los deseos y ambiciones políticas, con una población que mira con escepticismo la lucha por el poder, en medio de preocupaciones lejanas a este.
¿Qué sucederá? Pues bien, evocando las palabras del filósofo Friedrich Nietzsche: «Más allá del bien y del mal está la realidad». Será la realidad la que finalmente prime a la hora de la verdad.
La publicación completa editada por la oficina Bolivia de la KAS se encuentra disponible aquí.