Formación política en tiempos de pandemia. Una experiencia desde el Perú

Formación política en tiempos de pandemia. Una experiencia desde el Perú

Una reflexión a partir de las lecciones aprendidas en la Escuela de Formación Política «Millennials para el cambio» de la

Por: Ximena Docarmo7 Oct, 2020
Lectura: 8 min.
Formación política en tiempos de pandemia. Una experiencia desde el Perú
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Una reflexión a partir de las lecciones aprendidas en la Escuela de Formación Política «Millennials para el cambio» de la Fundación Konrad Adenauer en el Perú, como una contribución para modernizar los procesos de formación política, tanto en el ámbito de trabajo de la KAS como de las nuevas generaciones de políticos en América Latina, frente a los nuevos desafíos de los líderes en el ámbito político y tecnológico.

Hace seis años, la Fundación Konrad Adenauer en el Perú empezó la construcción de un sueño: contribuir a la formación de jóvenes políticos que asuman el protagonismo, que tengan como meta el bien común, más allá de sus diferencias. Tras la llegada de un nuevo coronavirus a inicios del 2020, posiblemente por la lejanía de epidemias anteriores, no fue fácil dimensionar el impacto del COVID-19 en la vida de las personas, en sus rutinas y proyectos. Uno de ellos era la Escuela de Formación Política «Millennials para el cambio».

La EFP

Desde el 2015, cada año, entre 30 y 40 becarios han recibido, durante tres fines de semana largos, un conjunto de aprendizajes teóricos y prácticos sobre las bases de la democracia, los sistemas de partidos políticos, los desafíos sociopolíticos del Perú y del mundo, especialmente en el contexto internacional y de las nuevas tecnologías. Para llegar a este espacio formativo han pasado por una rigurosa fase de selección, a nivel nacional, entre jóvenes políticos que quieren ser parte de este exigente proceso conocido como la EFP.

Puntos de inflexión

La EFP ha recorrido un largo camino de aprendizajes. De un pequeño proyecto piloto pasó a ser una iniciativa que en el primer trimestre de cada año recibe cientos de postulaciones de todo el Perú.

A lo largo de su implementación se ha escogido alguna nueva ruta que se convirtió en un punto de inflexión, de transformación. Una de esas decisiones, hace tres años, fue poner en el centro de la formación política a miembros de partidos, apostar por líderes jóvenes enamorados de la política.

Una de las principales características de la EFP es facilitar la interacción de jóvenes políticos, entre ellos y con especialistas o políticos que les transmitan sus aprendizajes. Teniendo esto en cuenta, ante la llegada del COVID-19 se decidió tomar un tiempo extra, redimensionar el proyecto, repensar una nueva versión de la formación política y apostar por una transformación: una EFP 3.0, a partir de la implementación de un sistema de gestión de aprendizaje (LMS).

Mismas preguntas, nuevas respuestas

Un proceso formativo no viene con un manual de instrucciones; se aprende y se mejora en la práctica. A partir de estas lecciones aprendidas, y con el ánimo de promover una reflexión sobre la formación política, parece haber llegado el momento oportuno para compartir algunos cuestionamientos que pueden contribuir a su innovación.

La formación política no es una capacitación, es un proceso de aprendizaje vivo, integrado por personas que tienen constantemente nuevas demandas de conocimiento. Para la KAS, la persona está en el centro de atención con su dignidad inconfundible, sus derechos y obligaciones. Ello es un pilar en la EFP, tanto a nivel de los contenidos como metodológico.

Surge entonces el primer cuestionamiento por resolver: ¿qué se llevan a la vida política quienes pasan por el proceso formativo? No se trata únicamente de definir los contenidos, si bien estos son una pieza fundamental. Resulta necesario que la respuesta incluya una reflexión más profunda e integral sobre cómo imaginamos a los participantes en su vida política; entendiendo, además, que esa imagen puede cambiar en el tiempo.

En la construcción del proceso formativo aparecen, a partir de esa pregunta, otros cuestionamientos para los que cada equipo de formación tendrá distintas respuestas.

Seguramente, un aspecto que tendrá más luces al inicio es ¿quiénes implementan el proyecto? Y que ellos aporten perspectivas variadas desde sus distintas experiencias. En la formación política es fundamental tener una perspectiva política pero también debemos pensar en las nuevas tecnologías, especialmente en este contexto de transformaciones, y, por supuesto, en la lógica del proceso formativo para alcanzar los resultados deseados.

Además de un equipo permanente, puede resultar favorable acercar al proyecto a personas que conozcan el objetivo del espacio formativo y que aporten otras ópticas y conocimientos. Será difícil incluir todas las recomendaciones pero, si somos buenos oyentes, encontraremos ideas innovadoras y creativas.

Una parte importante de este equipo son los docentes. Una pregunta que puede ayudar en su definición es ¿quiénes serán los referentes? de estos jóvenes políticos en el largo plazo. No solo deben responder a las necesidades académicas, sino principalmente al discurso y forma de hacer política. En el mediano plazo es recomendable evaluar su participación no solo sobre los contenidos, sino también sobre el performance en la clase.

Adicionalmente, un aspecto no menor en esta búsqueda es la dinámica del docente durante su presentación. En los entornos digitales la selección de los especialistas se hace más compleja; mantener la atención de los participantes es un desafío más grande. Es recomendable tener indicaciones claras sobre el manejo de las sesiones, por ejemplo, la importancia del diálogo con los participantes para resolver dudas, la definición de la moderación y la forma en que los participantes envían sus consultas. Asimismo, contar con profesores a los que previamente se les capacite o que manejen las herramientas virtuales puede hacer que las clases sean más atractivas o que el uso del tiempo, que es limitado, sea más eficiente.

En relación con los participantes, la pregunta ¿quiénes llegan? es más sencilla que la respuesta. Para garantizar que postulen las personas a las que queremos llegar es necesario crear una oferta formativa lo suficientemente atractiva y que responda a sus necesidades. Como se explicaba, en la EFP se ha acotado ese público objetivo; asimismo, se han creado las condiciones para que puedan postular jóvenes líderes de comunidades rurales, en donde es escasa la presencia de partidos políticos.

En estos tiempos de redes sociales (virtuales) no podemos perder de vista que lo más importante de las redes es que las integran seres humanos. En la EFP se ha logrado que los becarios se encuentren en otros espacios políticos y se sientan cercanos por su conexión con la EFP. Esto no es casual, se ha hecho un gran esfuerzo porque sigan vinculados al proyecto. En el largo plazo solo será posible reconocer el impacto de la EFP conforme estos jóvenes políticos lleguen exitosamente a posiciones de liderazgo y sigan construyendo este sueño común.

En esta nueva coyuntura es fundamental comprender que no se trata de trasladar la dinámica presencial a un ambiente virtual. Reflexionar sobre el proceso formativo nos brinda la oportunidad de cuestionar qué herramientas se van a utilizar para lograr el objetivo. Más allá de productos o aplicaciones, como la creación de una plataforma web o la realización de videoconferencias, es un buen momento para profundizar en cómo las distintas actividades contribuyen (o no) a la formación.

La EFP combina una metodología teórico-práctica. En esta versión 3.0, con las limitaciones de tiempo y de recursos, al repensar el proceso formativo hemos creado una serie de tareas que contribuyen a asimilar lo aprendido en las clases virtuales. Con la convicción de generar lecciones no solo a nivel académico, sino especialmente para su actividad política.

Como en todo proceso, lo que no se mide no se puede mejorar. Un aspecto fundamental es la implementación de recursos de monitoreo y evaluación del impacto. Las posibilidades son amplias, desde encuestas o dinámicas para medir resultados específicos hasta acciones que permitan explorar el impacto al término del proyecto, por ejemplo, entrevistas o focus groups.

Al tratarse de un proceso vivencial y no solo de acumulación de buenas calificaciones (a diferencia de los sistemas tradicionales de enseñanza), es recomendable desarrollar acciones de evaluación de impacto en el largo plazo. En la búsqueda de una formación que responda a las necesidades cambiantes, un mecanismo útil es la evaluación por exbecarios, quienes pueden brindar información valiosa sobre lo que les ha servido (y lo que no), ampliando la retroalimentación para mejorar el proyecto.

Finalmente, como una reflexión desde la experiencia de la EFP, es primordial no olvidar cuál es el sueño que motiva tanto al equipo como al público del proceso formativo. En el caso de la EFP se busca contribuir a la formación de jóvenes políticos que asuman el protagonismo, que tengan como meta el bien común, más allá de sus diferencias. Un norte que está presente en cada paso de la implementación.

A lo largo de estos seis años impulsamos a los becarios de la EFP a asumir su liderazgo político; les señalamos constantemente que nunca van a dejar aprender, así que deben aventurarse. Este año descubrimos que ese mensaje también ha servido para transformarnos en una EFP 3.0. Tal vez con este ejemplo podamos demostrar que, así como la formación, los políticos deben responder a las necesidades nuevas y cambiantes.

 

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Ximena Docarmo

Ximena Docarmo

Fundadora de InnovaLab, entrenadora política y máster en políticas públicas por la Hertie School of Governance de Berlín.

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