Fragmentación en tiempos de pandemia: cómo reconocer y actuar ante discursos contradictorios

Fragmentación en tiempos de pandemia: cómo reconocer y actuar ante discursos contradictorios

La pandemia de COVID-19 ha hecho recrudecer un fenómeno que ya habíamos descrito en el área de la salud: la

Por: Isaac Nahón Serfaty20 Abr, 2020
Lectura: 6 min.
Fragmentación en tiempos de pandemia: cómo reconocer y actuar ante discursos contradictorios
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La pandemia de COVID-19 ha hecho recrudecer un fenómeno que ya habíamos descrito en el área de la salud: la fragmentación de los discursos. Por fragmentación entendemos la divulgación de puntos de vista divergentes sobre una misma enfermedad o condición. Aunque no es nuevo, el fenómeno de la fragmentación se ha agudizado por la multiplicidad de plataformas y medios de comunicación. La fragmentación no es resultado solamente de perspectivas científicas diferentes. Es igualmente la expresión de intereses y pasiones encontradas.

El más claro ejemplo de esta fragmentación de discursos es el que se refiere al uso de las mascarillas para protegerse del COVID-19. Aunque pareciera perfilarse un casi consenso sobre la utilidad de las mascarillas para evitar la propagación y el contagio del coronavirus, la verdad es que las divergencias se mantienen entre autoridades sanitarias. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha presentado recientemente unas recomendaciones, en las que afirma que «el uso extendido de las mascarillas por personas sanas dentro de una misma comunidad no está avalado por la evidencia científica actual». En un signo típico de fragmentación, la OMS dice «sí, pero no» cuando se trata de promover el uso de las mascarillas.

En muchos países asiáticos su uso es extendido y ahora obligatorio. El experto chino que lidera la campaña contra el COVID-19 dijo en una entrevista: «Este virus se transmite por gotitas y contacto cercano. Las gotas juegan un papel muy importante: tienes que usar una máscara, porque cuando hablas, siempre salen gotas de tu boca». Calificó de «tremendo error» de los países europeos el no adoptar la medida de uso obligatorio de mascarillas.

Otro tema que revela fragmentación de discursos en la pandemia es el que se refiere al uso terapéutico de la hidroxicloroquina en casos de COVID-19, medicamento prescrito originalmente para la malaria y la artritis reumatoide. Uno de los principales promotores de su uso ha sido el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, mientras que su propio asesor médico, el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto de Alergia y Enfermedades Infecciosas, es más prudente y afirma que se debe esperar a que haya resultados concluyentes antes de recomendar este medicamento para el coronavirus.

¿Qué hay detrás de la fragmentación?

La fragmentación de los discursos es propia del avance de la ciencia. Pero no solamente es la razón la que explica este fenómeno. Los intereses económicos y políticos, e incluso las emociones, juegan un papel importante en la explosión fragmentaria que observamos en plena pandemia.

La búsqueda de la verdad científica es un proceso que no siempre va en línea recta. A veces hay retrocesos y movimientos laterales, hasta que se llega a la verdad. Y la verdad no es siempre definitiva, como lo han demostrado los avances en la física y en la misma biología. La verdad científica se va construyendo, se revisa y hasta puede cambiar con el tiempo. Así que la fragmentación de discursos es propia del progreso de la ciencia.

La fragmentación, sin embargo, es en ocasiones el resultado de intereses no científicos. La polémica entre la OMS y otras autoridades sanitarias sobre la efectividad del uso de las mascarillas no es un solo un problema de evidencia científica. La OMS actúa con extrema prudencia a la hora de hacer recomendaciones, no tanto por respeto a la ciencia, sino para mantener un delicado equilibrio burocrático-político en el seno de una organización multilateral donde deben conciliarse los intereses divergentes de gobiernos de variado signo político e ideológico. Y de allí las críticas que se le han hecho a la OMS, que tardó en declarar la pandemia, lo que sirvió de justificación para la laxitud de ciertos países como Italia y España ante la emergencia sanitaria.

El caso de Trump es aun más significativo. El presidente de los Estados Unidos ha articulado su zigzagueante discurso sobre la pandemia de COVID-19 en torno a la idea de que la economía de su país tiene que volver a la normalidad lo más pronto posible. Primero no le dio importancia al coronavirus. Después dijo que para el domingo de Pascua la gente ya podría volver a las iglesias. Ahora ha insistido sobre el tratamiento con hidroxicloroquina pues, según él, «no hay nada que perder». Si funciona, bien; si no funciona, pues nada, a otra cosa, repite Trump. Contradice abiertamente a sus propios asesores médicos, haciendo que la fragmentación sea más evidente. Pero la racionalidad de Trump no tiene nada que ver con la ciencia, sino con su interés de ganar las elecciones presidenciales el próximo mes de noviembre. Él intuye que una caída brutal de la economía por varios meses pondrá en peligro la posibilidad de su reelección.

¿Qué hacer ante la fragmentación?

Lo primero es reconocer la fragmentación. Cuando estemos ante una divergencia de puntos de vista sobre un asunto tan delicado como la pandemia COVID-19 debemos entender qué motiva el discurso de una autoridad o un interlocutor. ¿Hay una base científica claramente explicada que sustente su posición? ¿En su discurso es capaz de reconocer que no sabe, es decir, que da muestras de honestidad intelectual?

Un discurso de tipo absolutista es probablemente motivado por intereses no científicos y pasiones del ego o políticas. ¿Se debe descartar un discurso de este tipo? No siempre, pero sí se debe analizar con prudencia, sin asumir que es la verdad última. Por ejemplo, en el caso de la hidroxicloroquina hay opiniones autorizadas como la del médico y profesor francés Didier Raoult, quien aboga por su uso regular cuando se presenten los primeros síntomas de COVID-19. Pero todavía estamos lejos de un consenso científico al respecto.

Hoy los lectores disponemos de herramientas digitales para investigar cuáles son las motivaciones que están detrás de lo que podemos definir como la fragmentación interesada. Lo hemos visto en el caso del cambio climático, en el que el escepticismo promovido por sectores como las corporaciones petroleras y algunos políticos conservadores está vinculado a intereses económicos.

Reconocer la fragmentación, investigar sobre las motivaciones de los interlocutores y una sana duda metodológica son algunas de las estrategias de desfragmentación para navegar con más claridad por los discursos contradictorios en tiempos de pandemia.

Isaac Nahón Serfaty

Isaac Nahón Serfaty

Doctor en Comunicación. Profesor en la Universidad de Ottawa, Canadá

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