Juventud digital, democracia instantánea

Juventud digital, democracia instantánea

El texto siguiente obtuvo una mención especial en la cuarta edición del concurso de artículos breves «¿Cuál es el rol

Por: Magalí Pagliano31 May, 2021
Lectura: 11 min.
Juventud digital, democracia instantánea
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El texto siguiente obtuvo una mención especial en la cuarta edición del concurso de artículos breves «¿Cuál es el rol actual de los jóvenes en la construcción de partidos políticos modernos en Latinoamérica?» organizado por Diálogo Político.

Los desafíos de la democracia digital nos exponen a nuevos cambios. ¿Cómo serán afectados los partidos políticos? ¿Qué papel tienen los jóvenes en el proceso?

Las nuevas generaciones han sido las primeras en crecer bajo un sistema democrático consolidado en Latinoamérica, en ausencia de conflictos bélicos. Incluso en tiempos anteriores a los períodos de transición, se ha mantenido una estructura en la cual los partidos políticos —en una gran fracción de los países de la región— funcionan como el sostén del orden político, pese a su desempeño tanto histórico como actual (Alcántara, 2004). No obstante, constantemente nos vemos enfrentados a la convicción de que el valor de los partidos se encuentra en declive, lo cual nos proporciona un espacio para reflexionar acerca de por qué se ha deteriorado la fiabilidad en estos, cómo los jóvenes han influido en esta problemática y cómo los partidos continuarán en un futuro, especialmente encontrándonos frente a un nuevo panorama de pandemia global.

Los partidos políticos, considerados entre los actores principales del escenario institucional a la hora de canalizar las demandas sociales, lentamente pierden su rol y protagonismo en la vida política. Esto se conecta rigurosamente con la tendencia creciente entre la población a no identificarse o sentirse representada por ninguna de las opciones actualmente presentes en el sistema (Alcántara, 2004). Se ha generado una situación en la cual las demandas o preocupaciones ciudadanas ya no son satisfechas por lo que ofrecen los grupos partidarios. Esto ha significado, en muchos casos, que estos pierdan apoyo y relevancia. Por su parte, los partidos han descuidado de cierta manera sus conexiones con la sociedad civil, alimentando un vacío representativo ya existente (Albala y Vieira, 2014).

La ausencia de identificación acompaña una problemática relativamente reciente que puede caracterizarse como la carencia de confianza en las instituciones y, aún más específicamente, en los partidos políticos que las conducen. Por qué se ha perdido la confianza o si realmente se ha perdido —o se ha depositado en otros actores— escapa la intención del debate a desarrollar en este texto. Sin embargo, parece relevante reiterar las fallas en términos de representatividad, inclusión de minorías, y de consideración de las demandas sociales en las instituciones, especialmente aquellas demandas impulsadas por los jóvenes activistas.

Es inevitable resaltar la aparición de numerosos movimientos sociales en las últimas décadas, muchos de ellos exigiendo la implementación de nuevas políticas públicas, enfocadas a fenómenos y asuntos novedosos (como, por ejemplo, la aceptación de la diversidad o las luchas medioambientales). Esta fuerte movilización, acompañada por la escasez de identificación y la creciente ausencia de participación electoral, resalta la existencia de un nuevo fenómeno: la falta de adaptación de los objetivos políticos de mediano y largo plazo a nuevas realidades, así como también la inclusión de las nuevas tecnologías de comunicación para enriquecer y, en algunos casos, sustituir a los medios tradicionales por los que se llevaban a cabo las demandas sociales.

A principios de este siglo se ha desencadenado un proceso de fragmentación de los sistemas de partidos políticos en la región y, a su vez, se ha formalizado la aparición de una nueva forma de partidos. Estos nuevos partidos pueden ser denominados profesional-electorales y están caracterizados por mantener un perfil pragmático, víctima del gran rol que cumplen los medios de comunicación en cada ámbito de la vida contemporánea. Estos factores han derivado en sistemas predominados por partidos de bases amplias, con una gran volatilidad electoral y que se despegan levemente de las ideologías tradicionales. Paulatinamente, los nuevos grupos de partidos van sobresaliendo en el sistema, y son vistos a los ojos de muchos como nuevas oportunidades que no forman parte de un pasado partidista tradicional (es relevante aclarar que no se trata de un proceso homogéneo en todos los países y que, en una fracción de estos, los partidos tradicionales aún predominan la escena política).

Dado este contexto de metamorfosis política, parece esperable que la participación de los jóvenes en las instituciones varíe profundamente de la considerada habitual. Esto puede explicarse no solo por el hecho de tratarse de una nueva generación apegada a nuevos valores, sino porque también las formas de hacer política están cambiando. Los adultos suelen fomentar un discurso sostenido en la aparentemente limitada participación política de los jóvenes en las instituciones y lo propagandizan como falta de involucramiento e interés en el futuro político de la región. Sin embargo, es interesante considerar que el debate político hoy no necesariamente está en las instituciones sino que, continuamente, el diálogo se traslada a las redes sociales y a los medios de comunicación de base digital. Tradicionalmente, el contenido se generaba en medios como periódicos, radiodifusión o televisión, el debate político duraba días o semanas y las conclusiones se volvían a presentar mediante los mismos medios. En la actualidad, sin importar el origen del debate, este rápidamente se traslada a los medios digitales con participación masiva y transversal, produciendo ramificaciones y resoluciones on-line, y los medios tradicionales quedan muchas veces rezagados a únicamente comentar sobre el proceso generado en las plataformas digitales, y no sobre el debate político original, el cual ha sido resuelto con otra celeridad propia del mundo digital.

Este traslado contribuye a la posible construcción de un sistema más moderno, donde potencialmente se apele a una transformación de los partidos tal como los conocemos, y no a la desaparición de estos o de las instituciones que los sustentan. La disminución de la participación no necesariamente quiere decir que las formas democráticas de hacer política están desaparecidas. En muchas ocasiones, parece olvidarse que en el presente los valores democráticos son concurrentes culturalmente y va creciendo, en algunos países más sólidamente que en otros, una cultura política democrática muy importante y necesaria para el sostén de las instituciones actuales y del futuro.

El proceso de apego a los valores democráticos ha sido en parte responsabilidad de las redes y medios de comunicación por los cuales los jóvenes interactúan con los actores políticos y, además, cabe resaltar el gran énfasis que se les suele dar durante las campañas electorales. El término democracia hoy en día se asocia a un conjunto de valores y conceptualizaciones positivas que exceden el propósito del sistema político en sí. La connotación repercute en los jóvenes, quienes, dotados de un gran número de herramientas mediáticas, juegan un nuevo papel en el mundo del activismo, canalizando las demandas a través de las redes y ejerciendo el denominado activismo digital (Joyce, 2010).

Es inesperado pero importante señalar que la época de las redes y el activismo digital fue golpeada por una pandemia que comienza su expansión en América Latina a principios de 2020. La propagación del virus covid-19 ha planteado nuevos desafíos para los partidos ya debilitados en la región: el aumento de los conflictos sociales, el fenómeno de la desconfianza, la falta de identidad y el apego a las nuevas formas de hacer política.

Se puede considerar que la prolongada situación sanitaria ha presentado una oportunidad de mejora en la forma en que los partidos políticos canalizan las variadas demandas sociales emitidas por la ciudadanía, aun más intensificadas por la pandemia. A pesar de esta coyuntura, y habiendo transcurrido más de un año dentro de la pandemia, podemos visualizar que los partidos aún no han funcionado como portadores racionales de las nociones políticas. Ha predominado la figura del presidente frente a otros actores y órganos institucionales y, en ese escenario, los partidos han quedado marginados como nexo entre la sociedad y el Gobierno. Lentamente, los manifestantes y los grupos de presión van ascendiendo en su rol político, y son los jóvenes una gran parte de sus integrantes.

La pandemia ha intensificado el sentimiento basado en la identificación de los partidos políticos como parte de un sistema en el cual no existe la comunicación ni la reciprocidad. Los jóvenes, uniéndose a una suerte de grupos no estatales pero que promueven la causa política, logran luchar por sus objetivos y se provoca un efecto en el cual progresivamente se pierde el interés por los antiguos medios. En el futuro, el centro de la participación política va dirigiéndose a la causa, al objetivo político, y va dejando atrás el medio. Entonces, este medio tradicional debería ajustarse a la nueva realidad para poder reconstruirse y adaptarse al progreso y así finalmente cumplir su rol.

Será necesaria la apertura institucional y la aceptación de las nuevas formas de hacer política para el buen desenlace de los nuevos partidos. Será un cambio que involucrará a las nuevas tecnologías y que probablemente se regirá por las reglas de la democracia digital, permitiendo la creación de un nuevo espacio que escuche las demandas, llevando los anhelos ciudadanos a la creación de políticas públicas. El primer paso que requiere esta transformación es reconocer que el rol actual de los jóvenes es manifestarse por formas muy diferentes a las tradicionales.

Comenzar a involucrar las nuevas temáticas propuestas por la ciudadanía también será un paso relevante, que ya se ha comenzado a dar en ciertos países como Argentina o Uruguay. Es una época donde la participación política se concentra en la protección de los derechos individuales. La década pasada ya comenzaba con grandes manifestaciones en países como Chile, Colombia, México o Brasil y, a medida que ha trascurrido el tiempo, se puede visualizar un patrón basado en la iniciativa social. Nuevamente, se nota cierta publicidad de los asuntos relevantes para la ciudadanía, quitándose el objetivo del medio. Qué tanto afectarán las movilizaciones sociales al orden político dependerá de cada país, de la fortaleza de sus instituciones y del apego a la democracia.

Como síntesis, hace tiempo que la estructura política muestra indicios de cambios y los jóvenes son gran parte de ello. En vez de colocarse en las instituciones políticas tradicionales, cambian su rumbo a las redes, grupos y asociaciones que son firmes en la lucha por una causa u objetivo. La concentración y fanatismo político en los partidos se pierde, dada la desconfianza general en el sistema. Emergen nuevas temáticas y preocupaciones y una mirada más global de los asuntos, pero es posible que esta mirada sea amenazada si no se proporciona un sistema de canalización de demandas y reciprocidad.

Para llegar a un futuro próspero es importante que las generaciones adultas y los actuales actores de las instituciones tengan presentes estos factores. Que los asuntos políticos se lleven a cabo por fuera de las instituciones podría generar problemas en el largo plazo. La situación no solo deja espacio para nuevas oportunidades, sino también para nuevos conflictos. Debido a esto, los próximos pasos de los líderes latinoamericanos deben ser tomados con precaución. Si caminamos hacia un rumbo tanto de inclusión como de aceptación de los medios, los resultados podrían ser óptimos y las nuevas generaciones encaminarse a un nuevo futuro político aun más democrático y abierto. No obstante, si no logramos progresar, las amenazas tanto internas como externas generarán un clima tenso y, eventualmente, la movilización avanzará y se intentará alcanzar los propósitos y demandas ciudadanas por otras vías.

Estamos en un período de transición y cambio al cual deben ajustarse los gobiernos. La discusión sobre la inclusión de las nuevas tecnologías, así como la participación de los jóvenes, repercutirá directamente en la forma y el rumbo que tomarán los partidos en el futuro. Tanto jóvenes como adultos somos partícipes de este momento decisivo y, por lo tanto, debemos apelar a la sustentación de la paz democrática. La integración, cooperación y aceptación de la democracia digital y de los nuevos caminos para hacer política (activismo digital), serán fundamentales para mantener un futuro pacífico, considerando la inclusión de las nuevas generaciones.

Referencias bibliográficas

Albala, A., Vieira, S. M. (2014). ¿Crisis de los partidos en América Latina? El papel de los partidos políticos latinoamericanos en el escenario reciente. Política, 52(1), 145-170.

Alcántara, M. (2004). Partidos políticos en América Latina: Precisiones conceptuales, estado actual y retos futuros. Barcelona: CIDOB edicions.

Álvaro, A., y Rubio, R. Las TIC en la participación política de los jóvenes. Madrid: Instituto de la Juventud.

Castells, M. (1999). La era de la información: economía, sociedad y cultura. Madrid: Alianza Editorial.

Joyce, M. (2010). Digital Activism Decoded. Nueva York: Idebate Press.

Mieres, P., y Zuasnabar, I. (2012). La participación política de los jóvenes uruguayos. Montevideo: Fundación Konrad Adenauer, Universidad Católica del Uruguay.

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Magalí Pagliano

Magalí Pagliano

Estudiante de Estudios Internacionales en la Universidad ORT Uruguay y Fellow de Investigación y Desarrollo en CESCOS

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