La banalidad en la política. La farandulización y la matinalización en la esfera pública en Chile

La discusión de proyectos sustituida por la exposición de la vida privada parece indicar un debilitamiento de la política. ¿Estamos transitando hacia la degradación de la esfera pública?

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La banalidad en la política. La farandulización y la matinalización en la esfera pública en Chile
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Hace unos días, la pareja sentimental de la diputada Pamela Jiles y actual candidato a gobernador regional develaba sus intimidades sexuales a raíz de una entrevista que le hacían en un programa matinal de televisión, lo que para muchos era una más de las salidas de libreto de este personaje público. Develaba con ellos la degradación a la que ha llegado la política en Chile, en torno a que, más que discutir ideas y proyectos de políticas públicas, se discute sobre los escándalos mediáticos que cruzan la esfera pública nacional.

Lo anterior me hace preguntar ¿qué le ocurrió a la política en Chile?, ¿en qué momento el escándalo mediático superó a la sobriedad política en la esfera pública nacional?, ¿cuándo la descalificación se impuso al debate de las ideas en la patria del fin del mundo? Estas y otras preguntas nos surgen permanentemente los últimos años al ver cómo la esfera pública se ha ido transformando drásticamente desde lo que se denominaba una sociedad política sobria hasta la banalización de la política, cuyos derivados directos son la farandulización y la matinalización de la discusión pública.

La contaminación e infestación profunda del debate público, la banalización del discurso y acciones públicas infectadas del virus de lo vulgar, de la descalificación, de las groserías son pan de cada día en el supuesto debate que se da al interior de la esfera pública. Cada día esta se alimenta más del alboroto mediático y farandulero que es exacerbado para la audiencia, fundamentalmente en los programas de la mañana o llamados matinales, los que viven principalmente de los escándalos que puedan destacar para sus tribunas. Todo esto ha ido contribuyendo lentamente a matar la política como acción en torno al poder. El problema fundamental es que en esta es donde debieran debatirse ideas estructurales y acciones tendientes al bien común.

La muerte de la política como expresión se ha ido consumando lentamente. Si bien no es un fenómeno local —dado que su expresión banal y populista cruza a muchas democracias consolidadas y de alta intensidad—, en los últimos años la democracia ha ido resintiendo esta agonía de la política. Hay una serie de variables y factores que explican este fenómeno que Guy Hermet llamó «el invierno de la democracia».

La década de los noventa caracterizó a Chile por dejar atrás el periodo oscuro de la dictadura. Sin embargo, los debates también se centraban en las agendas que ocupaban a la clase y elite política de la época. Sin lugar a duda, cruza ese período el clivaje dictadura-democracia, la caída de los socialismos reales, modelos de desarrollo económicos y temas emergentes como el medio ambiente, derechos de las mujeres, pueblos indígenas, entre otros asuntos que comenzaban a ocupar la agenda pública en lo que fue la primera etapa de la democracia.

Por su parte, soterradamente los programas televisivos de espectáculos o de farándulas, se comienzan a transformar a la línea de los llamados talk shows tratando de emular, de alguna forma, los programas de conversación que ya existían de hace un buen tiempo en la televisión norteamericana y europea. En octubre de 1995 la cadena televisiva Canal 13 —perteneciente en ese momento a la Pontificia Universidad Católica de Chile y, por tanto, a la Iglesia Católica— lanzó un programa con mucho éxito de rating denominado Viva el lunes. Durante diez temporadas desfilaron por allí cientos de personajes de distintas áreas del quehacer nacional e internacional, fundamentalmente de la cultura, las artes y el deporte pero, entre estos asistentes al programa de farándula, poco a poco los políticos comenzaron a adentrarse en este nuevo mundo de las luces y cámaras en horario prime. Era el mundo de los artistas, donde la fomedad

no era invitada, porque este era un espacio de entretenimiento y no de debate de ideas. Los políticos fueron haciéndose más asiduos a estos espacios televisivos, y la televisión, en general, comenzó a estrenar más programas de esta categoría.

No obstante lo anterior, toda esta programación del entretenimiento liviano convivía aún con algunos programas de mayor contenido de ideas. Sin embargo, el éxito de los programas de farándula iba directamente proporcional al decaimiento que tenían los programas investigativos.

En paralelo a esto comienza a surgir en la esfera pública nacional un tipo de político que deja atrás el clivaje dictadura-democracia, que trae consigo poco contenido de ideas, con imagen de hacedor y con un lenguaje liviano y con características de populistas.

Con la llegada del nuevo milenio, con el cosismo en marcha y la apolitización que se encargaba permanentemente de fustigar el intercambio de ideas en la esfera pública, el debate y la lingüística política comenzó a ser mas laxa; lo importante no era el contenido, sino la cuña, vale decir, un titular que impactara mediáticamente.

Hay una serie de variables que derivaron en que el debate dentro de la esfera pública fuera desviándose hacia populismo, la chabacanería y la banalidad como símbolos de la nueva política, lo que se contraponía a lo que Paul Ricoeur denomina la hermenéutica del acontecimiento y el sentido, en la idea de que en la política se deben discutir cuestiones trascendentes para que esta tenga un buen impacto en la ciudadanía. Vale decir: que aquellas cosas que discutamos, las que vienen de nuestra habla, son importantes porque generan un hecho político, un acontecimiento público pero que tiene un sentido de perdurar como acción política hija de un tipo de hermenéutica política.

A partir de mediados de la primera década de este siglo, la farándula del Big Brother fue colonizando todos los espacios de la expresión de los medios de comunicación, lo que la televisión vendía como noticia banal del escándalo sucedáneo; los pasquines de letras rojas hacían festines con sus portadas al día siguiente. A esta tendencia se sumaron la irrupción de las redes sociales y su inmediatez noticiosa; lo importante era la cuña y el impacto momentáneo de la noticia, el fondo y las ideas iban en retirada.

Lamentablemente, la televisión chilena se hizo esclava del rating y, concordante con lo anterior, debía vender aquello que fuera consumido rápidamente por una teleaudiencia que se comenzaba a alejar de los debates de fondo en la sociedad chilena.

En el sentido anterior, fuimos perdiendo la política porque extraviamos la capacidad de asombro con los escándalos televisivos, en donde políticos estaban también involucrados. A esto se sumó una permisividad general de la clase y elite política respecto del avance del debate banal, como entendiendo que esa era una forma adecuada de comunicarnos con el pueblo, la gente, los ciudadanos y ciudadanas —o ciudadanes, como el populismo lingüístico le diría ahora—. En definitiva, los actores políticos cavaban la tumba de la política o, en el mejor de los casos, se transitaba hacia la banalidad e insignificancia de la comunicación política, hacia la degradación de la esfera pública.

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Notas:

Pamela Jiles es una periodista chilena que desde comienzos de 2000 incursionó en el periodismo de farándula. Ha participado en varios programas de esta área del entretenimiento televisivo. Se le denomina la abuela de la farándula. En 2017, en lo que fue su segunda candidatura parlamentaria, salió electa con el 12,9 % de los votos. En la actualidad es una carta presidencial de la izquierda radical y populista. De hecho, es una de las figuras que encabeza las encuestas de opinión respecto de la preferencia presidencial futura.

Fomedad (de fome): término usado en Chile que representa alguien o algo sin gracia o aburrido, que no representa ningún interés para el resto.

Andrés Jouannet Valderrama

Andrés Jouannet Valderrama

Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Heidelberg, donde estudió Historia y Ciencia Política. Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile. Profesor de Historia y Geografía de la Universidad de la Frontera de Temuco. Fue investigador científico del Instituto Max-Planck de Heidelberg e Iberoamericano de Berlín. Exbecario de la Fundación Konrad Adenauer para estudios de magíster y doctorado. Ha ejercido la docencia en universidades nacionales y extranjeras. Fue jefe de la División Social del Ministerio de Planificación y asesor de los ministerios de Agricultura, Secretaria General de la Presidencia e Interior. Exgobernador en la Provincia de Cautín. Ha sido panelista del Programa «Estado Nacional» de Televisión Nacional de Chile. Es articulista en medios de prensa chilenos y latinoamericanos. Consultor internacional de la Fundación Konrad Adenauer. Fue gobernador e intendente regional de la región de La Araucanía. Académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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