Un hecho que no sorprende, pero preocupa. Según una encuesta publicada en el Día Internacional de la Conmemoración del Holocausto, un tercio de los estudiantes entre el sexto grado de primaria y el duodécimo de secundaria en Norteamérica (Canadá y Estados Unidos) no entienden bien qué ocurrió durante la Shoá (la palabra hebrea que designa el genocidio de los judíos). Piensan que el número de judíos muertos durante la Segunda Guerra Mundial ha sido exagerado, y que incluso el crimen contra la humanidad perpetrado por los nazis nunca ocurrió. Un 40% dicen que se ha informado sobre el tema a través de las redes sociales.
Esta encuesta se difunde justamente cuando se reporta que una junta escolar en el estado de Tennessee (EUA) decidió retirar la novela gráfica Maus de su plan de estudios de octavo grado porque contiene palabras e imágenes que consideran ofensivas. La obra de autor Art Spiegelman cuenta las atrocidades del Holocausto en Polonia.
Síntomas de un problema más profundo
La encuesta confirma lo que uno a veces puede escuchar en un salón de clases en una universidad canadiense. Por ejemplo, en un debate por Zoom sobre el tema del racismo contra los negros en Estados Unidos y Canadá, y sobre cómo tratar el tema en un curso, una estudiante hizo un comentario singular. Ante la observación de un profesor que había asistido a seminarios en universidades alemanas sobre el Holocausto —donde se podía mantener una discusión libre y abierta incluso cuando se compartía con los estudiantes virulentos materiales de propaganda antisemita sin que nadie se sintiera ofendido—, la estudiante dijo que lo «de los judíos no había durado tanto, solo cinco años», en cambio la esclavitud de los negros había durado dos siglos.
Sí, como lo está leyendo. El genocidio de los judíos había sido, según esta estudiante, un breve episodio histórico, borrando así dos mil años de historia de antisemitismo.
Las falencias del sistema de educación y el impacto de las redes sociales en el conocimiento superficial e incluso distorsionado de la historia son apenas síntomas de un problema más profundo. El inmediatismo en el que vivimos hoy en día borra o tamiza el recuerdo. Lo borra cuando no existe ni siquiera una comprensión de base de un proceso histórico relativamente reciente del siglo XX. Y lo tamiza cuando pretende borrar de la historia del mundo y de los países eventos que no corresponden al clima de opinión considerado aceptable, sea este de un signo político o de otro. Esto incluye a la extrema derecha, que pretende que el pasado siempre fue glorioso (lo que es sin duda falso), y a la extrema izquierda, que sataniza a la civilización occidental (que tiene seguro muchos defectos, y también muchos logros).

La impronta de las imágenes
¿Cómo superar esta carencia o distorsión del conocimiento histórico en un mundo dominado por las imágenes que circulan en el ecosistema digital? Justamente con imágenes o, para ser más precisos, con imágenes que contengan un gesto actual con nos permita entender mejor el sentido del pasado.
Por ejemplo, recientemente, Mickey Levy, el speaker (presidente) de la Knéset, el parlamento israelí, dio un discurso ante el Bundestag (el Parlamento alemán) justamente el día de la Conmemoración Internacional del Holocausto. Levy concluyó su discurso recitando parte del kadish (que leyó de un libro de plegarias que había usado un niño en su Bar Mitzvá en 1938 en Alemania que le prestó Yad Vayshem, el memorial de la Shoá de Jerusalén). Levy no pudo contener la emoción y se puso a llorar mientras recitaba la plegaria que se dice para la elevación de las almas de los fallecidos.
Ese momento merece verse y explicarse, pero no como un episodio sentimental, sino como un evento histórico que tiene un significado tremendo. El líder de una de las instituciones del Estado judío es invitado a hablar en el Parlamento del país que hace apenas unos años perpetró el genocidio contra su pueblo y escucha su discurso en el idioma ancestral de los judíos, el hebreo. Y concluye su mensaje con la santificación del Dios de Israel, y la invocación a la paz al final de la plegaria.
Cuando las palabras fallan
El gesto de Levy recuerda otro que ocurrió en 1970 cuando el entonces canciller de la República Federal de Alemania, Willy Brandt, se arrodilló ante el monumento en memoria de los combatientes del gueto de Varsovia en Polonia. La rebelión del gueto contra los nazis duró casi un mes, de abril a mayo de 1943. Combatientes judíos con la ayuda de algunos partisanos polacos atacaron a las fuerzas nazis que aceleraban las deportaciones hacia los campos de exterminio. Aunque la rebelión fue aplastada por la maquinaria militar alemana, señala un aspecto que muchas veces se olvida de la Shoá (Holocausto): la valentía de miles de judíos que tanto en Varsovia como en otros guetos, campos y lugares en Europa resistieron el genocidio.
Brandt explicó en sus memorias que se arrodilló frente al monumento de los héroes del gueto de Varsovia porque ante la inmensidad del crimen cometido contra millones de personas «las palabras fallan».
Los gestos de Levy y de Brandt sirven para, desde una perspectiva contemporánea, abordar un tema de nuestra historia reciente y sus implicaciones para el mundo en el que vivimos hoy. Es importante que las nuevas generaciones recuerden estos horrores de la humanidad pero, sobre todo, que entiendan su gravedad y sus consecuencias. Y que sepan que la humanidad no comenzó ni terminará con ellos.