La pandemia ha aumentado la presión sobre los partidos latinoamericanos. Para sobrevivir en medio de la tormenta de protestas sociales, promesas populistas o cortejos chinos, los partidos de América Latina necesitan aliados firmes y conceptos innovadores.
El coronavirus golpeó a América Latina en medio de una prueba de resistencia para la democracia. En varios países del continente, la pandemia se sumó a agudos conflictos sociales, desconfianza respecto a las instituciones, la erosión del consenso político y social y promesas populistas de salvación. En medio de la crisis del coronavirus los partidos políticos, ya de por sí debilitados, apenas estuvieron en condiciones de convertirse en los intérpretes calificados de la crisis como portadores de conceptos políticos coherentes. El protagonismo del Ejecutivo durante la crisis y el poco frecuente vínculo institucional estrecho entre el Gobierno y un partido político fuerte no bastan como explicaciones para esto. La pandemia, además, dificulta hallar respuestas según el clásico esquema izquierda-derecha. Si bien los desafíos estructurales que enfrentaron los partidos en América Latina durante la crisis tendieron a atraer menos atención internacional, no solo mantienen su vigencia sino que también son de crucial importancia para el futuro de la democracia en la región. Este artículo se propone analizar las claves relacionadas con este tema.
La pandemia se sumó a agudos conflictos sociales, desconfianza respecto a las instituciones, la erosión del consenso político y social y promesas populistas de salvación.
1. Las democracias latinoamericanas (todavía) siguen siendo democracias de partidos
En contraste con lo que sucedió en los notoriamente tardíos procesos de descolonización en África y Asia, en prácticamente todos los países latinoamericanos se formaron partidos políticos apenas lograda la independencia. Las organizaciones que se constituyeron bajo este nombre en la primera mitad del siglo XIX, a pesar de su carácter elitista, expresaban incipientes contradicciones ideológicas: por un lado, una orientación conservadora-clerical y, por otro, una liberal-comercial. A esto se sumaron en la primera mitad del siglo XX partidos decididamente de izquierda. Aunque a lo largo de los años hubo fundaciones partidarias basadas en temas de actualidad, y algunas de estas tuvieron la capacidad de afianzarse, los sistemas de partidos de América Latina se mantuvieron notablemente estables hasta principios del siglo XXI.
Aunque hoy en día cada vez se apunta menos a una continuada vigencia de la tesis de los sistemas de partidos estables en América Latina, dos aspectos no han cambiado. Por un lado, después de dos siglos, los Estados latinoamericanos se acostumbraron a la existencia de algún tipo de «partido» político. Por otro lado, las agrupaciones políticas existentes en la mayoría de los países pueden ser ubicadas en forma al menos aproximada en un gradiente ideológico de izquierda a derecha, de autoritario a liberal-pluralista, y de nacionalista a cosmopolita. Además, desde hace décadas persisten algunos importantes partidos, que ejercen influencia en la formación de los gobiernos. Un ejemplo claro es el Partido Nacional en Uruguay, con 184 años de existencia ininterrumpida, que desde el 1.º de marzo de 2020 lidera la coalición de gobierno. El origen de los todavía hoy relevantes Partido Conservador y Partido Liberal de Colombia se remonta a los años 1848/1849. Otro ejemplo es el Partido Acción Nacional (PAN) de México, que se formó en 1939.
2. La polarización social agudiza la pérdida de prestigio de los partidos políticos y de las instituciones
Las encuestas muestran que, a pesar de tres a cuatro décadas de gobiernos civiles continuados, en la mayoría de los Estados del continente americano las instituciones democráticas no lograron afianzar la confianza de la ciudadanía como garantes de un buen desempeño en el gobierno y de la estabilidad institucional. De acuerdo con el Informe Latinobarómetro de 2018, solamente un 24% de los encuestados declararon estar conformes
con la democracia en sus respectivos países, lo que constituye el valor más bajo desde la primera encuesta en 1995. Estos bajos valores tienen un impacto directo sobre un amplio espectro de instituciones democráticas como las autoridades electorales (28% de confianza), el Poder Judicial (24%), el Gobierno en general (22%) o los parlamentos (21%). Sin embargo, particularmente afectados resultan los partidos políticos, que solamente cuentan con la confianza de un 13% de los encuestados. En 2013, este valor todavía era de 24%. La pérdida de reputación de los partidos políticos no puede verse independientemente del apoyo cada vez menor a las instituciones democráticas y a la democracia en su conjunto. Sin embargo, es llamativo que los partidos políticos sufran particularmente este daño a su imagen.
En la búsqueda de modelos de explicación, ayuda elevar la mirada a los desarrollos globales. En los últimos años, América Latina participa de la tendencia global a una erosión del consenso político básico y a una polarización del panorama político en dos campos enfrentados en forma irreconciliable. Lo que en Argentina es llamado la grieta se repite en cada vez más países de la región, aunque con diferente vehemencia. En Brasil, Chile o Perú se constatan fenómenos similares en los últimos años, por no hablar de los países gobernados en algún momento o en la actualidad en forma «bolivariana» como Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Venezuela. Hay una tendencia a que los contrincantes políticos sean convertidos en enemigos irreconciliables. En este entorno del todo vale, los partidos institucionalizados son asfixiados en su capacidad de articular demandas sociales a través de discusiones. La disposición a defender las instituciones democráticas contra amenazas populistas y autoritarias desde los extremos del espectro político tanto de izquierda como de derecha disminuye a medida que aumenta la polarización social.
Los partidos no fueron capaces, en su calidad de sistemas de alerta temprana anclados en la sociedad, de hacerse eco de las demandas sociales, orientarlas hacia canales institucionales y evitar así una explosión violenta.
3. Grupos de interés y no partidos son los portadores de la nueva protesta social
Severos estallidos sociales llevaron a actos de violencia de distinta intensidad y sacudieron a países de la región como Chile, Colombia o Ecuador. En especial, la crisis política en Chile hizo plantearse a observadores incrédulos la pregunta de cómo «el país más rico de América Latina
La motivación principal de las protestas fue a menudo un movimiento de defensa de intereses particulares, sin liderazgos claros, principalmente activos a través de las redes. Estos grupos se agitaron bajo consignas como «no más AFP» en Chile o, algunos años antes, «Vem pra rúa», en el marco de las protestas contra Dilma Rousseff en 2016 en Brasil. A esto se suman movimientos estudiantiles y variados colectivos, en los que es difícil de discernir una única fuerza motora o una figura que los lidere.
Si bien estos movimientos sustituyeron a los partidos parcialmente en su función movilizadora, no fueron capaces de formular soluciones o nuevas formas de liderazgo democráticamente legitimadas. Lo que sí lograron fue empujar a los partidos y grupos parlamentarios existentes a través de demandas fuertemente emocionales, amplificadas a través de los espacios virtuales de resonancia. Las discusiones con contenido, por ejemplo, sobre los detalles técnicos del diseño del sistema de pensiones o del sistema electoral se moralizan así de una manera muy perjudicial para el debate racional que requieren estas cuestiones con muchos detalles técnicos. Además, como resultado de esta especie de moralización pública se están transfiriendo cada vez más a las calles o a las redes elementos de la toma de decisiones democrática tradicionalmente reservados a los parlamentos en las democracias representativas. Si este proceso sigue avanzando y la democracia parlamentaria se ve amenazada de ser por lo menos parcialmente reemplazada por lógicas plebiscitarias, los partidos perderían en gran medida nada menos que su razón de ser y, por tanto, se vería severamente mermado su rol amortiguador contra las ambiciones autoritarias de poder.
4. No hay forma de matar al caudillo, sea analógico o digital
A pesar de todos los problemas, las protestas sociales actuales son una expresión de la demanda de nuevas formas de participación social y política —es decir, de más democracia— por una clase media creciente y cada vez mejor educada. Más anacrónico aún es que el caudillo, una tradicional especie de la fauna política de América Latina (Vargas Llosa, 2004), se beneficie del descontento generalizado con la política y la clase política. La expresión caudillo, proveniente de la jerga militar para denominar a un líder del ejército, se usa en América Latina siempre que un líder carismático-populista se presenta como un tribuno del pueblo, acapara y utiliza el poder con medios a veces cuestionables. También los populistas contemporáneos de América Latina se sitúan ayer como hoy en una especie de «lucha binaria entre el pueblo por un lado y una especie de exclusiva élite por el otro» (Latin News, 2020) y, de esa forma, se benefician de una moralización de la política.2
Llama la atención que tres de los cinco países mencionados con los valores más bajos de satisfacción con la democracia, según datos del Latinobarómetro 2018 (Brasil, México y El Salvador), hayan entregado su fortuna a una figura populista caudillesca. Los nuevos caudillos utilizan, mientras tanto, las herramientas digitales para sus objetivos y logran con esto darles un barniz de modernidad a estilos políticos en realidad apolillados.
Los nuevos caudillos utilizan las herramientas digitales para sus objetivos y logran con esto darles un barniz de modernidad a estilos políticos en realidad apolillados
Un caso particularmente ejemplar es el del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien se ha convertido en una especie de cibercaudillo. Elegido para el cargo en 2019 con la promesa de sustituir «a los de siempre», Bukele se celebró primero en Twitter como el «presidente más cool del mundo», para luego de recurrir al más clásico de todos los patrones de legitimación de los caudillos latinoamericanos, el apoyo de la fuerza armada. Esta estrategia encontró su clímax en la emblemática ocupación del Parlamento por las fuerzas armadas el 9 de febrero de 2020 (Bermúdez-Valle, 2020a; 2020b). En este contexto parece cínico que Bukele llame Nuevas Ideas al partido fundado a su imagen y semejanza en el mejor estilo caudillesco.

Si bien la pandemia ha demostrado claramente los déficits de la gestión de crisis de algunos líderes populistas (Usi, 2020), no parece más que una expresión de deseo que esta crisis pueda colocar a los caudillos en su lugar y oriente a la ciudadanía hacia partidos moderados con programas. Por el contrario, podría darse que el empobrecimiento como consecuencia de la pandemia y el sentimiento de desamparo frente a estructuras estatales den fuerza a propuestas populistas y soluciones supuestamente simples.
5. De corta vida y de poca cohesión interna. La peruanización de los partidos latinoamericanos
Mientras algunos caudillos se convirtieron en una amenaza para la constitución democrática de los Estados latinoamericanos, por debajo del límite de percepción internacional a menudo surgen microcaudillos que determinan a sus partidos políticos. Particularmente, en países donde los sistemas de partidos apenas se perfilan, candidatos presidenciales prometedores tienden a fundar ellos mismos «partidos», cuya duración a menudo se limita al ciclo de su propia actividad política en primera fila como candidato o candidata. En Perú, por ejemplo, el expresidente Pedro Pablo Kuczynski incluso dio nombre a un partido con sus iniciales PPK (Peruanos Por el Kambio). Con el prematuro final de la presidencia de Kuczynski en 2018, también su «partido» se descompuso, mientras sus miembros se dispersaban para sumarse a nuevos agrupamientos. Este fenómeno, ya típico para Perú, llevó a que politólogos llamaran al país andino «democracia sin partidos» (Luna, 2017, p. 54). Tuesta Soldevilla et al. (2019) explican las características constitutivas de este modelo: en ciclos políticos cada vez más cortos se forman franquicias políticas (p. 29) alrededor de líderes, que se disuelven rápidamente. Una vez que alcanzan el gobierno, carecen de cuadros del partido para ocupar importantes funciones dentro del Estado, lo que resulta en administraciones tecnocráticas sin clara orientación política. A eso se suma el peligro de que personas que se acercan a proyectos políticos de estas características lo hagan más bien por motivos personales que por una comunión de convicciones políticas. Esto aumenta el peligro de que estructuras ilegales ejerzan influencia, lo que resulta en una marcada inestabilidad de la política y en una mercantilización (p. 30) de candidaturas y campañas electorales.
El destino de los partidos políticos, tal y como se describe en el contexto peruano, se está volviendo cada vez más notorio hasta en países como Colombia o Chile, hasta ahora más institucionalizados en términos de política partidaria, sin mencionar los sistemas de partidos más volátiles, como en Ecuador, Bolivia, Venezuela o los Estados centroamericanos con excepción de Costa Rica. El politólogo Juan Pablo Luna (2016), por tanto, también ve el modelo peruano como un posible escenario futuro para otros países de América Latina (Tuesta Soldevilla et al., 2019, p. 22).
6. Los partidos latinoamericanos buscan su lugar en la democracia digital
El término transformación digital se utiliza principalmente en relación con la economía, mientras que los actores y partidos políticos aparecen al final del espectro de percepción al respecto (Ford, 2019, p. 112). No obstante, los partidos políticos no solamente tienen que afirmarse en el espacio digital; su capacidad de adaptación a la democracia digital y sus dinámicas determina cada vez más sus posibilidades de éxito en las urnas. Esto vale especialmente en América Latina. Aunque la región todavía esté muy por detrás de Europa o de Estados Unidos en la expansión de la infraestructura digital (ASIET, 2020), a pesar de los avances el continente es, según datos estadísticos, la región con el uso diario más intensivo de las redes sociales en todo el mundo (Navarro, 2020). Según un estudio de 2019, los latinoamericanos pasaban un promedio de tres horas y media al día en las redes sociales, casi el doble que los norteamericanos (Duarte, 2019).
No obstante, los partidos políticos de América Latina hasta ahora se comportaron en forma más bien pasiva con respecto a los desarrollos en la comunicación digital, en vez de utilizar las nuevas herramientas para trabajo partidario de manera innovadora, por ejemplo, en el reclutamiento de miembros, discusiones de programas o recaudación de fondos (Ford, 2019, pp. 113-114). Mientras que en el continente en campañas electorales se pueden encontrar enfoques muy innovadores y profesionales en el área digital, esto difícilmente se aplica a la comunicación y el trabajo partidario cotidianos en épocas más lejanas a los procesos electorales. Por otro lado, los partidos políticos muchas veces aún no ven a la digitalización como un campo futuro de formulación de políticas. Apenas hay políticos especializados que conviertan a la digitalización en su tema principal, y ni hablar de que existan grupos de trabajo sobre este tema dentro de los partidos. Todo ello resulta en que los partidos tradicionales latinoamericanos, frecuentemente sobrecargados de estatutos y reglamentos internos complejos, a menudo se quedan en desventaja frente al estilo político emocional y personalista de los caudillos. Como internet y especialmente las múltiples plataformas de redes sociales permiten a los líderes políticos dirigirse en forma directa a grupos de votantes cada vez más segmentados, queda cuestionada una función importante del partido político, a saber, su presencia territorial y, por tanto, la proximidad física con los ciudadanos. Por tanto, los partidos latinoamericanos necesitan urgentemente encontrar respuestas estratégicas a la realidad de la democracia digital si quieren seguir vigentes.
7. ¿Y las nuevas generaciones?
La pregunta primordial no es si hay un futuro para los partidos políticos, sino cómo pueden las nuevas generaciones transformar a los partidos políticos para que estos tengan futuro.
No hay democracia sin partidos políticos. Por esto, la pregunta primordial no es si hay un futuro para los partidos políticos, sino cómo pueden las nuevas generaciones transformar a los partidos políticos para que estos tengan futuro. Algunas ideas que emanan en gran medida de lo antes descrito:
- Introducir los nuevos temas de la calle en la agenda partidaria. Un partido que no habla de los asuntos que mueven y preocupan a las sociedades es un partido desconectado. Hay muchas nuevas demandas y cada día surgen más. En Europa, algunos partidos están sufriendo, por ejemplo, por no haberse preocupado por el movimiento climático a tiempo. La lucha contra la violencia de género y las demandas de una igualitaria participación de las mujeres en la esfera política se hace cada vez más notoria. La inseguridad y la pobreza siguen afligiendo a las sociedades. Los jóvenes son los más cercanos a los debates en las calles. Y tienen una gran responsabilidad en transmitirlos a los partidos.
- Cuidar los modales en el enfrentamiento político. La polarización empuja a los políticos a usar palabras y expresiones cada vez más radicales, insultantes y divisorias. Esto afecta a las instituciones y a los partidos. Es fundamental que los jóvenes no caigan en este círculo vicioso y que encuentren maneras de defender sus ideas de una manera clara, precisa, innovadora, pero siempre respetando a las opiniones contrarias, para proteger la democracia y la posibilidad de llegar a acuerdos.
- Mantenerse fiel a un partido. La vida dentro de un partido es una carrera de resistencia y los tiempos para llegar a puestos de poder pueden ser lentos. Esto lleva a cada vez más jóvenes a cambiarse frecuentemente de partido o de movimiento político. Hay pocas cosas más dañinas para estos. Para fortalecer a los partidos y avivar el debate de ideas dentro de ellos, es fundamental no ceder ante la primera adversidad y comprometerse con el partido político que uno escogió.
- Llevar a los partidos a la era digital. Las nuevas generaciones son nativas digitales. Los códigos de la comunicación en redes les salen tan naturales como a la generación de los mayores las charlas en mítines. ¿Quiénes más indicados entonces para llevar a estos grandes barcos que son los partidos a las aguas más revoltosas de la comunicación digital?
- Descifrar las nuevas amenazas externas. Es fundamental entender que la geopolítica ha cambiado drásticamente. Actores como Rusia y especialmente China tratan de usar a los partidos para sus fines no democráticos. Un partido conectado con la realidad tiene que entender estos cambios y moverse dentro de ellos con un norte moral claro. Aquí, de nuevo, las nuevas generaciones pueden empujar a sus partidos.
8. La necesidad de un diálogo entre partidos políticos democráticos
Muchos de los desafíos planteados hacen indispensable un diálogo entre partidos políticos democráticos. Y esto no solamente aplica a nivel internacional. Si bien los procesos de erosión en algunos contextos latinoamericanos (palabra clave: peruanización) pueden estar aún más avanzados que en los países de la Unión Europea, los partidos europeos enfrentan cada vez más desafíos similares a los de sus socios latinoamericanos. Dada la coincidencia de ambas regiones en el concepto de partido, un diálogo intenso en pie de igualdad seguramente será beneficioso para todos.
Esto es especialmente válido frente a alternativas autoritarias a las democracias claramente reconocibles, como ejemplos disuasorios en ambas regiones. Las áreas a desarrollar en la intensificación del diálogo partidario se encuentran en todo lo relativo a la conexión entre los partidos y sus sociedades. Esto comprende el programa político, la búsqueda de un consenso básico en la sociedad y la orientación estructural de los partidos hacia los patrones de comunicación y debate rápidamente cambiantes en la era digital.
Para que este diálogo funcione, y lleve a fortalecer las democracias y los partidos políticos, es necesario que se construyan las alianzas entre partidos que comparten valores y principios. El compromiso fundamental es, sin ningún lugar a duda, un compromiso pleno con la democracia y con sociedades pluralistas.
Referencias bibliográficas
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- Bermúdez-Valle, Álvaro. (2020b, junio 30). El Salvador y la cooptación del Estado desde la emergencia sanitaria. Diálogo Político, https://bit.ly/2Svc2D7
- Corporación Latinobarómetro. (2018). Latinobarómetro. Opinión pública latinoamericana. http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
- Duarte, Fernando. (2019, septiembre 9). Los países en los que la gente pasa más tiempo en las redes sociales (y los líderes en América Latina). BBC World Service. https://bbc.com/ mundo/noticias49634612
- Ford, Elaine. (2019). El reto de la democracia digital. Lima: Konrad-Adenauer-Stiftung. https://bit.ly/31wwpEO
- Galván, Melissa. (2019, enero 19). 50 frases de AMLO en sus primeros 50 días de gobierno. Expansión Política. https://bit.ly/37J3txF
- Latin News. (2020). Latin American Populists and the virus. Latin American Special Report. https://bit.ly/3dLW5Cz
- Luna, Juan Pablo. (2016, noviembre 29). Perú, ¿el futuro político de Chile? Centro de Investigación Periodística (CIPER). https://bit. ly/3d0sd4L
- Luna, Juan Pablo. (2017). ¿El fin de los partidos políticos? Diálogo Político, https://bit.ly/3mbHsv7
- Navarro, José Gabriel. (2020, mayo 15). Social media usage in Latin America. Statistics & Facts. Statista. https://bit.ly/2GB8wEE
- Peña González, Carlos. (2020). La crisis social en Chile y sus implicaciones para América Latina. Diálogo Político. https://bit.ly/38roRrA
- Tuesta Soldevilla, Fernando; Muñoz Chirinos, Paula Valeria; Campos Ramos, Milagros; Bensa Morales, Jessica Violeta; y Tanaka Gondo, Martin (2019). Hacia la democracia del Bicentenario. Lima: Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, Konrad-Adenauer-Stiftung. https://bit.ly/3oh6niQ
- Usi, Eva. (2020, junio 2). América Latina: el coronavirus desnuda a los líderes populistas. Deutsche Welle. https://p.dw.com/p/3d9vd
- Vargas Llosa, Álvaro. (2004). La fauna política latinoamericana. Neopopulistas, insoportables y reyes pasmados. Santiago de Chile.
- En relación con los años ochenta, noventa y comienzos de dos mil, Manuel Alcántara (2004, p. 29) constató esa estabilidad en los sistemas de partidos latinoamericanos.
- A los caudillos les gusta equiparar retóricamente su persona con el pueblo. Un ejemplo de ello: «Yo no me voy a divorciar del pueblo; vamos a estar siempre juntos» (Galván, 2019).