La renovada agresión de Rusia contra Ucrania en febrero de 2022 provocó un giro realista en Europa. La reconciliación estratégica entre Rusia y China ha favorecido la inclinación de la UE a reequilibrar sus relaciones con China. No obstante, queda abierta la pregunta sobre si los Estados miembros tienen la voluntad política para reconceptualizar esos vínculos. ¿Se trata del fin de una era en las relaciones UE-China?
La renovada agresión de Rusia contra Ucrania en febrero de 2022 empujó a Europa a adoptar una política exterior más realista. Europa atraviesa por un proceso de ajuste estratégico que se ha visto acelerado por el apoyo político de China hacia Rusia, que ha favorecido la inclinación del bloque europeo a reequilibrar su cooperación con China. Pekín y Moscú se comprometieron públicamente a configurar un nuevo orden mundial, levantando así temores en toda la Unión Europea (UE) de que ambos pudieran reescribir las reglas del juego. En cuanto uno de los socios comerciales más importantes de China y el bloque comercial más grande del mundo, la UE está bien posicionada, en principio, para desempeñar un papel relevante en la defensa del orden basado en normas.
Sin embargo, en la práctica, con una política exterior fragmentaria y a menudo inconsistente, la UE ha sido incapaz de asegurar una relación equilibrada con China, aunque esta última ha ensanchado su huella en Europa. Este artículo explora el impacto de la colaboración estratégica entre Rusia y China sobre la voluntad política de la UE para reequilibrar sus vínculos con el país asiático. Primero, evalúa el estado de las relaciones UE-China analizando el discurso y los resultados prácticos de la política europea. Luego, indaga sobre los principales elementos de la colaboración entre Rusia y China y cómo esta ha afectado las relaciones sinoeuropeas. El artículo sostiene que el apoyo de China hacia Rusia es un parteaguas en las relaciones entre la UE y China, pero deja abierta la pregunta sobre si esto puede constituir un impulso que garantice una transformación sostenible en el trato de la UE hacia China.

Una nueva realidad geopolítica
El 10 de marzo de 2023, en una declaración trilateral que manifestaba la intención «de reanudar las relaciones diplomáticas entre ambos y reabrir sus embajadas y misiones en un periodo no mayor a dos meses», Arabia Saudita e Irán anunciaron la normalización de sus relaciones, pactada con la mediación de China. Así, asumiendo la función de un mediador internacional, Pekín parece haber sentado un nuevo precedente en la política exterior china, justo en el momento en que la comunidad internacional busca una solución frente a la agresión rusa. Tras el acuerdo, el más alto cargo de relaciones exteriores de China, Wang Yi, dijo que el diálogo fue una aplicación exitosa de la Iniciativa para la Seguridad Global (GSI, por sus siglas en inglés) de China, y añadió que su país continuaría siendo un actor constructivo en la promoción de una gestión adecuada de los asuntos globales.
Ese mismo mes, durante una visita de Estado a Moscú, Xi Jinping dijo que China estaba lista, junto con Rusia, «para velar sobre el mundo con base en la legislación internacional». Esta declaración tuvo lugar apenas unos días después de que la Corte Penal Internacional emitiera una orden de arresto contra el presidente ruso Vladimir Putin. Durante su estadía en el Kremlin, Xi alabó el «vigoroso liderazgo» de Putin y afirmó que ambos vecinos tienen la responsabilidad «de promover la construcción de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad» y de apoyarse mutuamente en temas de interés capital. El ministro de exteriores chino confirmó que la visita tenía el propósito de «mostrar apoyo a Vladimir Putin».
La profundización de la colaboración estratégica entre China y Rusia (tal como lo manifestó la visita de Xi a Moscú) ha amplificado los temores de Europa —y de sus socios con pensamiento afín— sobre las implicaciones que ello tiene para la gobernanza global. En la cumbre de la OTAN de 2023, los aliados coincidieron en que los esfuerzos recíprocos de Rusia y China para minar el orden internacional basado en normas contravienen los valores e intereses de los países miembros de la OTAN. El mensaje de la OTAN —del que hizo eco la participación de líderes de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur en la cumbre— fue que la seguridad de Europa y la seguridad de Asia están entrelazadas. El comunicado oficial de la cumbre apunta hacia una intensificación de la competencia a expensas de la cooperación con el fin de afrontar los desafíos globales. El fortalecimiento de la amistad entre Rusia y China también refleja una creciente oposición a un orden internacional basado en principios aceptados por todos y propugna en cambio un orden basado en la voluntad del más fuerte.
Desplazamiento de poder en la región Indopacífico
Años antes de que Rusia y China se comprometieran a una amistad «sin límites» en 2022, los europeos ya mostraban desasosiego por la perseverancia de China en el Indopacífico (y a nivel global). Más allá de las diferencias en torno a China dentro de la propia ue, los líderes del bloque europeo perciben la política exterior de Pekín como inconsistente con sus afirmaciones de que desempeña un papel constructivo en el mundo. Los reclamos chinos por la soberanía y sus disputas marítimas en los mares de la China Oriental y Meridional, así como su disposición a utilizar la coerción militar y económica para intimidar a sus vecinos, han alimentado los temores de que China represente una amenaza para una región del Indopacífico libre y abierta. China se ha ocupado de militarizar la región construyendo bases y usándolas para intimidar a los Estados costeros del sureste asiático, socavando así su derecho a ejercer la soberanía en el marco de la legislación internacional. De acuerdo con la ue, la perseverancia de Pekín indica una intención de imponer su propia voluntad en la región a expensas de la voluntad europea.
El concepto de la región del Indopacífico ha espoleado a los aliados y socios del Este y el Sureste asiático a sumarse a los esfuerzos regionales y minilaterales para la cooperación, como el Quad, que involucra a Estados Unidos, India, Japón y Australia. A pesar de los intentos por equilibrar las consideraciones de carácter comercial con la seguridad, este tipo de formato configura actualmente la arquitectura de la seguridad en la región. La UE se unió a los esfuerzos internacionales por garantizar la seguridad regional con su propia Estrategia de la UE para la Cooperación en la Región Indopacífico. «La región Indopacífico es una parte muy importante del mundo para nosotros. Es el futuro, hacia donde el centro de gravedad mundial se desplaza, tanto en términos geoeconómicos como en términos geopolíticos», dijo el alto representante de la UE Josep Borrell. La Estrategia también señala las tensiones en torno a territorios y zonas marítimas en disputa, que han dado pie a un crecimiento militar significativo, «incluido el de China».
El documento revela un despertar estratégico en la UE, indicativo de la voluntad de los Estados miembros a reconsiderar su acercamiento a la región. La UE ha comenzado a reevaluar los riesgos de comerciar con China y se ha fijado un nuevo objetivo: la reducción del riesgo, tal como lo planteó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en marzo de 2023. La Estrategia también afirma que «el despliegue de la fuerza y las tensiones crecientes en zonas de conflicto regionales, como los mares de la China Meridional y Oriental y el estrecho de Taiwán, pueden tener un impacto directo sobre la seguridad y la prosperidad europeas». Este enfoque ha permitido concebir a Taiwán como un socio afín por sus propios méritos, en lugar de verlo exclusivamente a través del lente de las relaciones UE-China. A partir de ahora, la forma en que la UE gestione sus relaciones con Pekín configurará el futuro de Europa en la región Indopacífico.
ue y China: rivales sistémicos
Para abrir camino en la cooperación UE-China en medio de los desafíos geopolíticos, la rivalidad sistémica se ha convertido en la dimensión principal del discurso de la UE en torno a China. En 2019, la Comisión Europea calificó a China como «un rival sistémico que promueve modelos alternativos de gobernanza». A lo largo de la pandemia, Pekín utilizó la diplomacia de las mascarillas y las vacunas para mejorar su imagen global a costa de la democracia, intensificando así en toda Europa los temores en torno a la influencia global de China.
En junio de 2020, por primera vez, Bruselas catalogó a China, junto con Rusia, como una fuente de desinformación ligada al coronavirus y dirigida a socavar las democracias occidentales, sembrando divisiones internas y proyectando una visión distorsionada de la respuesta china a la pandemia. El país asiático ha seguido usando su poder económico y militar para promover sus intereses, lo cual incluye fortalecer su colaboración estratégica con Rusia. En palabras de la presidenta de la Comisión, «la forma en que China continúe interactuando con la guerra de Putin será un factor determinante en las relaciones UE-China de aquí en adelante». Esta declaración revela hasta qué punto la nula disposición de China a condenar la agresión configura la percepción europea de China. Las relaciones entre la UE y el país asiático han alcanzado así un nuevo punto bajo en un proceso de deterioro que se ha desplegado durante años.
La larga lista de agravios
Entre los factores que han acelerado el deterioro de los lazos bilaterales se cuentan las violaciones de China a los derechos humanos en Xinjiang, que llevaron a Bruselas a imponer sanciones sobre los funcionarios chinos responsables de los abusos en 2021. A manera de represalia, China impuso sus propias sanciones sobre miembros del Parlamento Europeo (MEP, por sus siglas en inglés) y académicos europeos, lo cual orilló al Parlamento de la UE a condenar la arbitrariedad de las sanciones y a suspender las negociaciones para la ratificación del Acuerdo Global de Inversiones (CAI, por sus siglas en inglés) con China.
Los legisladores europeos instaron a la Comisión a considerar la situación de los derechos humanos en China —así como en Hong Kong— al momento de decidir si apoyar o no el acuerdo. También hicieron énfasis en que otros acuerdos comerciales y de inversión con socios de la región, incluido Taiwán, no deberían quedar secuestrados por la suspensión de la ratificación del CAI, lo cual indica que los legisladores comprenden la relevancia estratégica de Taiwán.
Por vez primera, Bruselas colocó en un lugar más alto de su agenda el tema de las relaciones en el estrecho de Taiwán, al tiempo que sostuvo su compromiso de «ampliar su relación multifacética con China». La UE reconoció que el despliegue de fuerza de China en el estrecho de Taiwán «podría tener un impacto directo sobre la seguridad y la prosperidad europeas». En octubre de 2021, en su primer informe independiente sobre Taiwán, los MEP instaron a considerar a este último «como un socio clave y un aliado democrático en la región Indopacífico por sus propios méritos, y como una democracia robusta y una economía tecnológicamente avanzada capaz de contribuir a sostener un orden basado en normas en medio de una rivalidad entre potencias cada vez más intensa».
Cuando el comercio se convierte en arma
Más cerca de casa, la coerción económica china contra Lituania constituyó aun otra llamada de atención para que Europa comprendiera sus vulnerabilidades. En 2021, Lituania abandonó el marco de cooperación con China 16 / 17 + 1 y decidió, en cambio, ampliar su cooperación con Taiwán, una resolución motivada por preocupaciones en torno a la seguridad nacional. Vilna permitió que Taiwán abriera una oficina «taiwanesa» en el país (rompiendo así con la práctica de llamarla «oficina de Taipéi») y abrió una sede de representación lituana en Taipéi.
En respuesta, Pekín degradó al embajador de Lituania en Pekín a diplomático. «Existen tantas formas en que China podría dar a Lituania una lección», advertía el Global Times, el medio de comunicación estatal chino. Pekín detuvo trenes de carga que se dirigían al país báltico y eliminó a Lituania —sólo para reinstaurarla poco tiempo después— de su registro de aduanas. Esta situación instó a la UE a actuar, así que solicitó la intervención de la Organización Mundial del Comercio. También avivó sus esfuerzos por establecer una herramienta anticoerción propia. En consecuencia, en 2021, la UE propuso un Instrumento Anticoerción que permite tomar medidas contra terceros países que intenten usar el comercio con objetivos políticos, y que se espera tenga una función disuasoria.
El giro militarista en la percepción europea de China no solo se ha hecho notar en la narrativa, sino también en una disposición a adoptar medidas defensivas que buscan proteger los intereses europeos. La Comisión discute con regularidad las amenazas colectivas que plantea China: económicas, tecnológicas, políticas. Si bien llegar a un consenso ha sido complicado, Europa está reconsiderando su posición geopolítica en el mundo, y China es central en estas reflexiones. Los Estados miembros han confluido en torno a la necesidad de una cooperación con un riesgo mínimo, en lugar de una separación. Tal como explicó la presidenta de la Comisión, las relaciones bilaterales se han vuelto «desequilibradas y se han visto cada vez más afectadas por las distorsiones que crea el sistema de capitalismo estatal chino». A esto, agregó que la UE no quiere cortar los lazos económicos, sociales, políticos y científicos con China, que sigue siendo un «socio comercial vital». La reducción del riesgo, entonces, acarrea el fortalecimiento de los sectores estratégicos en los cuales la UE depende demasiado de China.
La UE contraataca
La Comisión ha identificado algunos recursos clave en su infraestructura fundamental que son vulnerables o enfrentan amenazas, incluida la energía, el transporte o la conectividad digital. Por ello, desde 2020, la UE ha utilizado un marco para la revisión de la inversión extranjera. Este mecanismo, que opera en el nivel UE, fue diseñado para evaluar la inversión entrante en áreas fundamentales de infraestructura con base en la seguridad nacional, y la Comisión lleva a cabo la labor de coordinación. En la UE, el control de la inversión extranjera directa (FDI por sus siglas en inglés) es una tarea que corresponde a los Estados miembros, y la regulación no provee a las instituciones de la UE con la competencia legal para filtrar ninguna inversión entrante. Antes bien, permite a la Comisión emitir opiniones para los Estados miembros sobre cualquier revisión planeada, completada o en curso. Queda en manos de los Estados miembros considerar dicha opinión. El valor del mecanismo radica en establecer un marco de coordinación, más que una autoridad de revisión en el nivel UE.
Esta herramienta forma parte de la respuesta de la UE a la competencia geopolítica por recursos fundamentales y estratégicos. Con su Ley de Materias Primas Fundamentales, propuesta en 2023, la UE busca volverse menos dependiente de las capacidades de refinación chinas, introduciendo un conjunto de acciones que garanticen el acceso del bloque europeo a un suministro seguro, diversificado, costeable y sostenible de materias primas fundamentales, indispensables para sectores estratégicos como la industria de cero emisiones netas y la industria digital. La contratación pública y el acceso al mercado constituyen temas que han complicado aún más las relaciones UE-China. Durante años, el bloque europeo ha expresado su preocupación por las dificultades que enfrentan sus compañías para acceder a la contratación pública en China, al tiempo que las compañías chinas tienen acceso garantizado a la contratación pública en Europa.
Con el Instrumento de Contratación Pública Internacional (IPI, por sus siglas en inglés), adoptado en junio de 2022, la UE busca alcanzar la reciprocidad y mejorar el acceso a las oportunidades de mercado para sus compañías. Este instrumento tiene por objetivo apoyar una política comercial más firme en respuesta a los conflictos comerciales con China (aunque también con Estados Unidos). De acuerdo con el comisionado de la UE Valdis Dombrovskis, el instrumento ha sido diseñado para otorgarle a la UE «mayores ventajas para eliminar barreras y promover la competencia justa en beneficio de todos».

No elegir bandos
La creciente tensión geoestratégica entre Estados Unidos y China ha obligado a la UE a asegurarse una mejor posición, al tiempo que rehúye elegir un bando. La persistencia de China en su campaña por reconfigurar la gobernanza global en beneficio de sus propios intereses —incluido su apoyo a la agresión rusa— ha acelerado el ajuste geoestratégico de Europa. Pero, más allá del lenguaje severo contra China y sus medidas de defensa, en cuanto socio comercial, China todavía requiere en los hechos una consideración significativa de la UE, lo que dificulta la reducción del riesgo.
Para la mayor parte de los Estados miembros, el comercio con China es importante. Algunos —a saber, Alemania— tienen su propia estrategia china. Otros, como Hungría, prefieren mantener a China como un socio cercano, asegurándose de que no desempeñe un papel prominente en su agenda doméstica. Los Estados miembros no están alineados en lo que toca a China. La fragmentación del bloque europeo persiste en diversos niveles: entre Estados miembros, entre instituciones de la ue, y entre Bruselas y los Estados miembros. Las investigaciones muestran que los enfoques hacia China varían dependiendo de la intensidad de los lazos, el alcance de la dependencia económica y las actitudes hacia el gobierno autoritario en China.
Al mismo tiempo, China considera a Europa como un socio crucial en su campaña de influencia global, particularmente ahora que su acceso a la tecnología estadounidense se ve cada vez más restringido. La cooperación entre la UE y China es vital para Pekín, y el acceso a la investigación y el desarrollo europeos será cada vez más relevante. Aun así, la postura agresiva de China ha forzado a los Estados miembros de la UE a confluir en su percepción de una amenaza y en su apoyo a la renovación de un compromiso bilateral. La alineación estratégica de China con Rusia ha sido el catalizador que pone fin a una era de normalidad en los negocios con China.
Rusia y China: «ningún área de cooperación prohibida»
El apoyo político de China hacia Rusia ha dificultado los esfuerzos europeos por aislar a Moscú. La UE actuó rápidamente adoptando sanciones, con once paquetes acordados desde el inicio de la agresión. La última ronda de estos paquetes se concentra en combatir la evasión de sanciones económicas preexistentes, más que en introducir nuevas prohibiciones. La UE advirtió a Pekín sobre esto precisamente en la cumbre UE-China de 2022: «Esperamos que China, si no apoya las sanciones, al menos haga todo lo posible por no interferir de ninguna manera». La presidenta de la Comisión declaró que, si China apoyaba la capacidad de Rusia para librar la guerra, «esto conduciría a un daño importante en la reputación de China aquí en Europa».
En cuanto a la guerra de Rusia contra Ucrania, la meta ha permanecido clara: «asegurarnos de que la guerra preferida de Putin fracase». La claridad estratégica ha cobrado fuerza en toda Europa en lo que concierne a la necesidad de equipar al bloque con herramientas de defensa y mostrar la voluntad política de actuar. La UE ha permanecido unida de cara a la agresión, Ucrania ha visto fortalecida su democracia y Rusia ha quedado más aislada. La OTAN está más unida que nunca, mientras que China batalla para posicionarse estratégicamente; al brindar apoyo a Putin, Xi Jinping ha profundizado las tensiones con la UE.
Aun cuando Pekín haya intentado distanciarse de Rusia, esta última se ha convertido en su mayor proveedor de petróleo, y Moscú le ha vendido petróleo con descuentos al país asiático aun con las sanciones en pie. Rusia incluso desplazó a Arabia Saudita como el mayor proveedor de petróleo de China. Estos acontecimientos convencieron a muchos en Europa de que Pekín no se estaba distanciando de Moscú y de que su declarada neutralidad contradecía la realidad. En el marco de su amistad «sin límites», establecida veinte días antes de que Rusia invadiera Ucrania, Moscú y Pekín afirmaron que buscarían un «verdadero multilateralismo» en un modelo de cooperación que «supera una alianza».
El objetivo clave de la política de seguridad de Moscú ha sido afianzar para sí un rol global, y lo ha hecho alterando la arquitectura de la seguridad europea y forzando la negociación de una nueva estructura. Rusia también ha presionado para lograr una separación estratégica entre Europa y Estados Unidos. Por su parte, los lazos más cercanos con Pekín han ayudado a Moscú a proteger la imagen de una Rusia globalmente conectada y no aislada.

¿China… pacificadora?
La coordinación estratégica entre China y Rusia es, en realidad, la consolidación continuada y consistente de sus lazos bilaterales, robustecidos desde el fin de la Guerra Fría. La relación ha pasado de la buena vecindad en la década de 1990 a una colaboración estratégica cabal en la década de los 2000, subiendo de categoría a «una colaboración estratégica cabal de igualdad, confianza mutua, apoyo mutuo, prosperidad común y amistad duradera», y convirtiéndose finalmente en «una colaboración estratégica cabal de coordinación para una nueva era».
En marzo de 2023, las dos facciones apuntaron que, en lo que concierne a Ucrania, «es preciso respetar las preocupaciones legítimas por la seguridad de todos los países». Esta declaración estaba en sintonía con el documento de posición de China, que llamaba al «acuerdo político en la crisis de Ucrania» y sugería que la única solución viable a la crisis era el diálogo y la negociación. A cambio, Rusia se comprometió a apoyar los reclamos de soberanía de China sobre Taiwán. China, a su vez, reconoció que Rusia tenía «preocupaciones legítimas por su seguridad» y denunció a Estados Unidos como el principal responsable. Esta alineación retórica validó las dudas europeas, aun cuando la UE albergaba en un inicio la esperanza de que China desempeñara el rol de mediador.
China ha intentado presentarse en repetidas ocasiones como un actor pacificador, pero ha hecho poco por convencer a los europeos de que jugará un rol constructivo para detener la agresión rusa. La UE descartó el llamado «plan de paz» de Pekín por tratarse de una «iniciativa política» en la que se aplicaba una interpretación sesgada de la legislación internacional: «El documento de posición no toma en cuenta quién es el agresor y quién es la víctima de una guerra ilegal e injustificada».
La visión de la gobernanza global según Pekín
Para China, la derrota rusa en Ucrania no es un resultado deseable, ya que significaría una victoria para el orden liberal internacional y socavaría la búsqueda de un modelo alternativo de gobernanza. Además, debilitaría la legitimidad del Partido Comunista Chino en lo tocante a la unificación con Taiwán. En cambio, una Rusia victoriosa, que continuara siendo un socio minoritario de China, serviría a los intereses de Pekín. Por ende, Pekín se juega mucho en que Rusia no pierda, lo que vuelve cuestionables sus declaraciones sobre su carácter de mediador neutral. China se ha beneficiado del ataque directo de Rusia contra la democracia.
Pekín ha trabajado activamente en la configuración de los acontecimientos internacionales utilizando de manera estratégica su peso económico y minando la democracia en cuanto sistema viable para la prosperidad económica. A través de sus iniciativas —la Iniciativa de Seguridad Global (GSI), la Iniciativa para la Civilización Global (GCI, por sus siglas en inglés) y la Iniciativa de Desarrollo Global (GDI, por sus siglas en inglés)—, Pekín apunta a amplificar la voz de China en el ámbito global. La GSI contiene los principios fundamentales de la diplomacia china, incluida la importancia de la soberanía estatal y la integridad territorial, la no interferencia en los asuntos internos de los Estados y la oposición a las sanciones unilaterales. Se trata de un esfuerzo por mostrar la visión que tiene Xi Jinping de la gobernanza global.
La GSI y la GDI están íntimamente vinculadas, pues se basan en la creencia del marxismo chino según la cual la seguridad es un prerrequisito para el desarrollo, mientras que este garantiza la seguridad. La GCI promueve un sistema de valores definido por el Estado, en un intento por eliminar los valores universales, incluidos los derechos humanos y la democracia. Estas iniciativas están diseñadas en última instancia para apoyar «el gran rejuvenecimiento de la nación china», que quedaría incompleto sin la unificación con Taiwán.
En términos generales, la modernización militar china ha mejorado las capacidades de sus fuerzas armadas. Ahora mismo, China tiene la marina y la fuerza aérea más grandes de Asia, así como la mayor guardia costera del mundo, además de que es un gran donador de ayuda y un gran prestamista en la región Indopacífico. Si bien su caja de herramientas —que contiene incentivos y coerción, apuntalados en la manipulación de la información— ha tenido resultados equívocos en términos de influencia, no hay señales de que Pekín tenga la voluntad de desempeñar un papel constructivo a nivel global, uno que pudiera proteger, en lugar de socavar, la democracia.
Conclusión
Lidiar con una Rusia agresiva ha unido a Europa. No obstante, en lo que concierne a China, los Estados miembros de la UE no están alineados. Pese a sus persistentes divergencias, el apoyo de China a Rusia ha hecho crecer la conciencia europea acerca de sus propias vulnerabilidades y ha acelerado los esfuerzos por reequilibrar los lazos con China. Ahora, Europa vincula la seguridad de la región Euroatlántica con la de la región Indopacífico, un sentimiento que resuena en toda la región. «La seguridad de Europa y la de la región Indopacífico son inseparables. La agresión rusa en contra de Ucrania no es un problema únicamente de Europa, sino un acto indignante que socava los cimientos mismos del orden internacional», afirmó el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, en la cumbre de la OTAN de 2022.
En 2020, Borrell, el alto representante de la EU, afirmó que esta debe hacer frente a la pregunta de cómo lidiar con la estrategia de influencia global adoptada por China, y determinar su propio papel. Estos, dijo Borrell, son temas de importancia capital para el futuro de Europa. En 2023, el influjo global de China resulta todavía crucial y configurará el papel que desempeñe Europa en el siglo XXI. Empero, queda abierta la pregunta sobre si los Estados miembros tendrán la voluntad política para reconceptualizar sus lazos con China a través de una estrategia europea coherente y creíble. ¿Se trata acaso del inicio de una nueva era en las relaciones UE-China?
Bibliografía
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Karaskova, I., et al. (2022, mayo). Backing Russia on Ukraine: China’s Messaging in Central and Eastern Europe. China Observers. Schuman, M., Fulton, J., y Gering, T. (2023, junio 21). How Beijing’s newest global initiatives seek to remake the world order. Atlantic Council.