El artículo analiza las características del superciclo 2021-2024 y el contexto regional en que este tiene lugar, junto con las principales tendencias de las elecciones presidenciales del período 2019-2022. Se destacan el voto castigo a los oficialismos, los ciclos políticos más cortos, la hiperpolarización tóxica, la amenaza de populismo, el uso del balotaje, la alta fragmentación y la contaminación informativa.
Superciclo electoral latinoamericano 2021-2024
Con el inicio de la tercera década del siglo XXI arrancó un nuevo superciclo electoral en América Latina. La totalidad de los países, con la excepción de Bolivia (cuyas elecciones presidenciales tuvieron lugar en 2020), renovarán sus presidentes y congresos por voto directo. Estas elecciones tienen lugar en un contexto —global y regional— de tiempos nublados, aquejado por múltiples crisis: la pandemia de covid-19 —que aún no termina—, la invasión rusa a Ucrania y sus negativas consecuencias, la desaceleración económica con riesgo de recesión, el aumento del costo de vida, de la energía, de la inflación, de los tipos de interés, y la amenaza de una crisis alimentaria, entre otras.
Estas múltiples crisis han profundizado las desigualdades y la pobreza, aumentado la desconfianza de la ciudadanía en las elites y agudizado el malestar social en las calles (protestas) y en las urnas (voto castigo a los oficialismos). Todo ello ha parido una agenda de nuevos temas —protección al medio ambiente, digitalización, equidad de género, inclusión, dignidad y lucha contra la desigualdad, entre otros—, la demanda de liderazgos políticos renovados y empáticos y la necesidad de renegociar los contratos sociales. Frente a estos cambios culturales y a esta nueva agenda de demandas de una sociedad que cambió con fuerza durante los últimos años, sobre todo la juventud, las élites tradicionales se han visto sobrepasadas, pues no han sabido interpretar y reposicionarse.
Por razones de espacio, el presente artículo se concentrará en el análisis del superciclo 2021-2024 y en las tendencias electorales que emergen del período 2019-2022. En la tabla 1 se observa el intenso maratón electoral que tendrá la región durante el mencionado cuatrienio.
Tabla 1. Calendario de elecciones presidenciales del superciclo 2021-2024

¿Qué es el superciclo electoral y en qué contexto transcurre?
El superciclo electoral 2021-2024 es el conjunto de elecciones que tienen lugar en un periodo de cuatro años, en que 17 países de América Latina (con excepción de Bolivia por las razones arriba señaladas) celebrarán elecciones presidenciales y legislativas, subnacionales y locales, con las que se renovarán o confirmarán las autoridades políticas de esos países y sus efectos en la reconfiguración del mapa político latinoamericano.
El actual tiene lugar en uno de los momentos más complejos desde el regreso de la democracia a la región (1978) signado por el impacto socioeconómico de la pandemia, la erosión de la confianza en la democracia y el deterioro de la calidad de las instituciones. A continuación, se resumen tres contextos, en perspectiva regional, en los que se llevan a cabo las elecciones del superciclo electoral.
Contexto económico: reactivación débil, alta inflación y tensiones sociales
La región se encamina hacia otra década perdida (2014-2023). El último pronóstico del FMI de julio de 2022 proyecta que América Latina crecerá un 3 % en 2022, pero caerá al 2 % en 2023, convirtiéndose en la región del mundo con peor desempeño. Entre los factores que afectan de manera combinada el anémico crecimiento económico se destacan las restrictivas condiciones macroeconómicas globales —la inflación, la subida de tasas de interés y contracción monetaria, el aumento del precio de las materias primas, así como el de las medicinas y los combustibles—, y las demandas internas para sostener niveles de consumo y bienestar. En materia de inflación, el FMI sostiene que América Latina experimentará en 2022 y 2023 la tasa más alta en 25 años, proyectando un 12,1 % y 8,7 % promedio, respectivamente.
Estos pronunciados desbalances económicos están teniendo un severo impacto sobre los indicadores sociales. La pobreza en 2021 ha subido al 32,1 % y la extrema a un 13,8 %, o sea, el equivalente a 201 y 86 millones de personas, respectivamente (PNUD, 2021). Esto significa que los avances en materia de reducción de la pobreza conquistados en la década pasada fueron borrados de un plumazo y nos encontramos en los mismos niveles de pobreza de 2008, pero con un nivel de pobreza extrema que nos retrotrae treinta años, a 1990.
Contexto institucional: erosión democrática y debilitamiento del Estado de derecho
En materia institucional, la democracia se encuentra en un franco proceso de erosión desde hace poco más de una década. La pandemia supuso un acelerador al paulatino deterioro político-institucional que se venía observando. Además, sirvió de pretexto para que varios líderes populistas la usaran de excusa para poner en marcha poderes de emergencia, con el fin de concentrar poder de manera ilegítima y suprimir ilegalmente derechos y libertades básicas de la población (IDEA Internacional, 2021). La democracia enfrenta a nivel global y regional un nuevo tipo de autoritarismo. En nuestros días, las democracias ya no mueren como consecuencia de los tradicionales golpes de Estado —si bien estos aún tienen lugar en algunos países—, sino por el deterioro gradual y permanente de sus pilares básicos, llevado a cabo, desde el interior del régimen, por gobernantes electos.
En nuestros días, las democracias ya no mueren como consecuencia de los tradicionales golpes de Estado
De acuerdo con el informe de Freedom House, mientras que en 2005 un 46 % de la población del mundo vivía en países libres, hoy es solo un 20,6 %. Según el informe de The Economist Intelligence Unit, el 44 % de los países empeoraron su calificación democrática promedio en 2021 respecto al 2020.
Los últimos tres años (2019-2021) han sido aún más difíciles para las democracias latinoamericanas. Según The Economist, América Latina es la región del mundo que registró la caída más pronunciada en comparación con el año anterior, pasando de un puntaje de 6,09 a 5,83; descenso que ocurre por sexto año consecutivo.
Cultura política: desconfianza generalizada en las élites y las instituciones democráticas
En nuestra región existen dos grandes encuestas que le toman el pulso a la opinión de los ciudadanos: el Barómetro de las Américas (BA) y el Latinobarómetro (LB). En ambas, el apoyo a la democracia está descendiendo en los últimos años, del 69 % en 2008 al 62 % en 2021 (BA) y del 63 % en 2010 a 49 % en 2020 (LB). El mayor escepticismo se traslada a la satisfacción con la democracia, que se ubica en el 43 % en 2021 frente a un 59 % en 2010 (BA). Asimismo, el 73 % de los encuestados en 2020 afirmaban que «se gobierna para grupos poderosos en su propio beneficio» (LB).
Otros tres datos suman una mayor preocupación. El primero, mientras en 1995 solo un 16 % de los latinoamericanos afirmaban que les daba igual vivir o no en una democracia, para 2021 este porcentaje había escalado al 27 % (LB, 2021). El segundo, según la misma fuente, el 51 % de la población (era 44 % en 2002) dice no importarle que un gobierno no democrático llegue al poder si resuelve sus problemas. Y el tercero, la crisis de credibilidad está afectando no solo a las instituciones democráticas tradicionales, sino también al régimen en general y a la confianza interpersonal. La confianza en los partidos políticos continúa en su piso más bajo: 13 %; la del Congreso es 20 %; la del Poder Judicial es de apenas 25 %; la del Ejecutivo tocó en 2020 el punto más bajo, 32 %; y la confianza en las instituciones electorales también ha venido cayendo y se ubica en apenas el 31 % (todos datos del LB).
La confianza en los partidos políticos continúa en su piso más bajo: 13 %; la del Congreso es 20 %; la del Poder Judicial es de apenas 25 %; la del Ejecutivo tocó en 2020 el punto más bajo, 32 %.
A este complejo y desafiante escenario regional latinoamericano debemos agregarle otros factores agravantes, tales como la maldita corrupción, la debilidad del Estado de derecho, el aumento de las economías ilegales y el crimen organizado, los altos niveles de violencia y de homicidios, y la nueva crisis migratoria, entre otros; factores todos estos que influyen de manera importante en los procesos electorales del actual superciclo.
Tendencias político-electorales 2019-2022 en América Latina
Este análisis de tendencias principales abarca las elecciones presidenciales que tuvieron lugar entre 2019 y 2022, período que comprende el fin de un superciclo, la pandemia del 2020 y los dos primeros años del actual superciclo. Estos cuatro años abarcan las seis elecciones prepandémicas de 2019: El Salvador, Panamá, Guatemala, Bolivia, Argentina y Uruguay.
Las presidenciales bolivianas de 2019 se anularon por graves irregularidades y se repitieron con normalidad en 2020. En ese año, en pleno pico de la crisis sanitaria, también se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en República Dominicana.
En 2021 inició el presente superciclo, con una intensa agenda de cinco elecciones presidenciales: Ecuador, Perú, Chile, Honduras y la farsa electoral nicaragüense perpetrada por la dictadura de Ortega-Murillo.
En 2022 hay tres elecciones presidenciales calendarizadas. Dos de ellas, Costa Rica y Colombia, se celebraron en el primer semestre; la restante tendrá lugar en Brasil, en octubre.
A continuación, se analizan las siete principales tendencias político-electorales de la región correspondiente al cuatrienio 2019-2022.
Tabla 2. Voto castigo a los oficialismos 2019-2022

** Elección sin las más mínimas condiciones de integridad (farsa electoral).
Fuente: Elaboración propia con base en resultados presidenciales.
1. Voto castigo a los oficialismos
Los oficialismos han sido repetidamente castigados en las urnas. Desde 2019 a la fecha (agosto de 2022) se han celebrado 14 elecciones presidenciales. Si se excluye la farsa electoral nicaragüense, en todas ellas hubo un voto castigo a los oficialismos, esto es, el partido o candidato del partido gobernante fue derrotado en las urnas (tabla 2).
2. Menos reelección, más alternancia y ciclos políticos más cortos
La reelección presidencial se ha vuelto esquiva para los presidentes latinoamericanos, y la alternancia ha conllevado al acortamiento de los ciclos políticos. Entre 2019 y 2022 ningún presidente que buscó su reelección consecutiva la obtuvo (Mauricio Macri en Argentina y Evo Morales en Bolivia, ambos en 2019, no lo lograron). Por otra parte, el voto castigo generalizado a los oficialismos trajo una mayor alternancia y un nuevo ciclo político.
En efecto, en Sudamérica se está produciendo un giro de signo ideológico, con un regreso de la izquierda, aunque en etiquetas distintas. De las últimas cinco elecciones presidenciales sudamericanas (Bolivia, Ecuador, Perú, Chile y Colombia) en cuatro ganó la izquierda y únicamente en Ecuador lo hizo la centroderecha. Solo en cuatro países sudamericanos (Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay) quedan gobiernos de derecha, mientras que seis (Argentina, Bolivia, Chile, Perú, Colombia y Venezuela) son de izquierda, si bien con importantes diferencias entre ellos. Un triunfo del expresidente Lula Da Silva en Brasil —que lidera las encuestas—, profundizaría este giro de gobiernos progresistas.
De producirse este último resultado (triunfo de Lula), se daría un escenario regional inédito: las seis principales economías de la región (Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Perú) estarían gobernadas por líderes de izquierda.
3. Hiperpolarización tóxica
Todos los principales informes sobre calidad de la democracia expresan su preocupación por una peligrosa tendencia a la hiperpolarización. En el último lustro se observa un debilitamiento del centro político como campo ideológico y el paso a segunda vuelta de candidatos que representan a los extremos ideológicos. Este fenómeno suele ir acompañado de una hiperfragmentación que permite que candidatos marginales se destaquen en sus mensajes y pasen a competir en la segunda vuelta, como ocurrió en Perú en 2021, cuyo balotaje fue disputado entre los dos candidatos que representaban los extremos de entre 18 alternativas electorales.
Esta hiperpolarización tóxica representa una grave amenaza para la calidad de la democracia, por múltiples motivos; en especial, porque los candidatos extremistas tienden a impulsar medidas antidemocráticas y a cuestionar la institucionalidad y los procedimientos del proceso electoral y del sistema democrático. De igual modo, la polarización extrema puede generar niveles peligrosos de violencia política, verbal o física. En estos contextos hiperpolarizados, los candidatos derrotados tienden a no aceptar los resultados, denunciar fraudes inexistentes y comenzar campañas de ataque y desprestigio a las instituciones electorales.
Este fenómeno de ataques cada vez más fuertes, ilegales e infundados, a los organismos electorales y a sus integrantes de la región, vía los Ejecutivos o los partidos de oposición, para deslegitimarlos y debilitarlos, es una peligrosa tendencia que viene ganando fuerza en un número importante de países, entre los que destacan Brasil, México y Perú.
4. Amenaza de populismo
Con mayor frecuencia se observa la irrupción de candidatos populistas que se caracterizan por dividir la sociedad en campos de batalla: nosotros versus ellos. Ese ellos suele ser descrito como una élite, casta o clase social a la cual se asocian todos los males del país (antiestablishment), buscando caricaturizar a los oponentes y apostar por la polarización extrema.
Quienes apelan al populismo corroen las bases institucionales y organizacionales de la representación y privilegian las relaciones directas con los seguidores, con tintes mesiánicos, personalistas y con potencial deriva autoritaria.
Desde esta premisa, la política se interpreta en clave conflictiva permanente y enfrenta modos irreconciliables de entender el mundo. Quienes apelan al populismo corroen las bases institucionales y organizacionales de la representación y privilegian las relaciones directas con los seguidores, con tintes mesiánicos, personalistas y con potencial deriva autoritaria. El populismo puede adoptar cualquier ideología política: hay casos de populismo tanto de derecha como de izquierda.
5. Uso creciente del balotaje y reversión del resultado
La mayoría de los países que contemplan la segunda vuelta han recurrido a esta en los últimos tiempos y también, con mayor frecuencia, se produjo la reversión del resultado de la primera vuelta. En América Latina, 12 países tienen regulado el balotaje: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Uruguay, si bien con diferencias importantes. De la última elección presidencial celebrada en cada uno de estos países, en ocho de ellos hubo necesidad de ir a una segunda vuelta para definir al presidente: Brasil (2018), Chile (2021), Colombia (2022), Costa Rica (2022), Ecuador (2021), Guatemala (2019), Perú (2021) y Uruguay (2019). Las excepciones fueron: Argentina y El Salvador en 2019, y Bolivia y República Dominicana en 2020.
Desde el inicio de la tercera ola democrática en la región a finales de la década de 1970, en 58 elecciones hubo necesidad de ir a segunda vuelta. En 39 de ellas (67 %) se confirmó el vencedor de la primera vuelta y en 19 casos (33 %) hubo reversión de resultado. De los últimos siete balotajes que hubo en la región (Guatemala 2019, Uruguay 2019, Ecuador 2021, Perú 2021, Chile 2021, Costa Rica y Colombia 2022), en cinco de ellos (83 %) —con la excepción de Perú 2021 y Colombia 2022— hubo reversión de resultado.
6. Fragmentación y presidencialismo coalicional
La falta de confianza ciudadana hacia los partidos y la creciente personalización de la política han acentuado la crisis en la mayoría de los sistemas de partidos latinoamericanos. Consecuencia de todo ello, el número de partidos y de candidatos a la presidencia se ha venido incrementado considerablemente. Por ejemplo, en las recientes elecciones presidenciales de Costa Rica (2022) hubo 25 candidatos presidenciales, de los cuales 14 obtuvieron menos de 1 % de los votos. Algo similar ocurrió en Ecuador 2021 y en Perú 2021, donde se presentaron 16 y 18 candidaturas presidenciales, respectivamente.
Los Congresos también se caracterizan por un mayor nivel de fragmentación y los presidentes que llegan con partidos minoritarios deben construir amplias coaliciones para gobernar. El resultado que se deriva de esta situación es preocupante: los mandatarios que no tienen mayoría propia suelen conformar coaliciones volátiles, con poca coincidencia programática, que terminan produciendo frecuentes divisiones en las coaliciones gobernantes, fuertes choques entre poderes e inestabilidad ministerial y gubernamental.
Los dos ejemplos actuales más claros —pero no los únicos— son Lasso en Ecuador y Castillo en Perú. En este último país, ya hubo dos intentos de remover al presidente Castillo en menos de un año de gobierno.
7. Creciente contaminación informativa en las campañas
Las fake news, las campañas de desinformación y la contaminación informativa están en ascenso. Estas tácticas son utilizadas por los candidatos, pero también por los gobiernos para intervenir en las elecciones de otros países.
Las redes sociales están teniendo una importancia y una presencia cada vez mayor. Sus efectos en la política, las elecciones y la democracia son tanto positivos como negativos. Un número cada vez mayor de personas se está informando sobre la política y las propuestas de los candidatos a través de las redes sociales. Por otro lado, su creciente uso ayuda a horizontalizar la comunicación política y hacerla de doble vía.
Sin embargo, existen graves y crecientes riesgos cuando las redes sociales son utilizadas de manera incorrecta para desinformar, dividir y generar odio. En efecto, cuando los mensajes transmitidos vía redes sociales son mayoritariamente negativos —con emociones de ira, miedo y desconfianza—, reproducen la polarización y generan efectos de cámaras de eco (diálogo entre propios). Esto impide el diálogo político constructivo y sus efectos sobre los procesos electorales y la democracia son muy adversos.
Conclusiones
La democracia en América Latina muestra signos de resiliencia y de deterioro. Los próximos años se presentan complejos y desafiantes. Hay que prepararse para enfrentar tiempos recios.
Latinoamérica ha sido la región más castigada por la pandemia de covid-19, que ha dejado una herencia envenenada en materia de desarrollo humano. En términos económicos estamos a las puertas de otra década perdida. La desconfianza ciudadana generalizada hacia las élites, las instituciones y el sistema político en su conjunto ha debilitado la democracia y ha permeado las relaciones interpersonales y las organizaciones sociales.
La democracia sufre además el asedio de líderes populistas y autoritarios que, una vez que llegan al poder por elecciones, la corroen desde dentro. Como consecuencia de todo ello, la crisis político-institucional y de gobernanza que aqueja a nuestras democracias es una de las más desafiantes desde el inicio de la tercera ola democrática hace ya 43 años (Sahd et al., 2022). De ahí la importancia de fortalecer no solo la legitimidad de origen, sino también la legitimidad de ejercicio, como prescribe la Carta Democrática Interamericana.
Para ello, la región debe poner prioridad en tres ámbitos. Primero, mantener y fortalecer la resiliencia electoral para garantizar la legitimidad de origen, como se hizo durante la pandemia, cuando pese a los monumentales desafíos, los países de la región tuvieron la capacidad de seguir celebrando elecciones con altos estándares de bioseguridad e integridad electoral. Para ello es crítico blindar a los organismos electorales de los crecientes ataques provenientes del Ejecutivo, así como de partidos políticos oficialistas o de oposición.
Segundo, recuperar la confianza en las élites y las instituciones, abriendo nuevos canales de escucha, diálogo y participación ciudadana. Es preciso reimaginar el papel del ciudadano, agregándole a su condición de elector otras dimensiones de carácter participativo y deliberativo que le permitan tener un protagonismo, mayor y más frecuente, en los procesos de toma de decisión y en la elaboración de políticas públicas.
Y, tercero, acompañar a la democracia con un Estado moderno, robusto y estratégico, y una gobernanza eficaz, para estar en condiciones de dar resultados concretos y oportunos a los problemas reales de la gente. Tal como advertíamos con Sergio Bitar, en 2021:
La gobernabilidad democrática es la condición esencial para la superación de la crisis y la realización de las reformas necesarias en América Latina. Los acuerdos amplios y mayoritarios son indispensables para evitar la polarización política y la consiguiente paralización de la acción pública. La hiperpolarización tóxica conlleva el riesgo de caer en un autoritarismo o populismo, ya sea por una demanda de orden a toda costa o la creencia de que existen soluciones fáciles a temas complejos. Por eso se necesita ensayar nuevos mecanismos, diálogos y participación permanente a todo nivel, que garanticen la inclusión de una ciudadanía empoderada (p. 5).
Por su parte, a nivel regional es necesario poner al día y reforzar los mecanismos de protección de la democracia, para que complementen y apoyen a aquellos existentes a nivel nacional. La prioridad debe estar puesta en la actualización y fortalecimiento de la Carta Democrática Interamericana y en generar un nuevo consenso regional, de ancha base política, a favor de la defensa de la democracia, procesos electorales con integridad, respeto a los derechos humanos y libertad de expresión, y plena vigencia del Estado de derecho.
Esta es la agenda que América Latina necesita poner en marcha con urgencia y brújula en mano, dirigida a repensar la democracia representativa, revalorizar la política, acelerar la innovación política-institucional, fortalecer los mecanismos de participación y deliberación ciudadana, e incorporar de manera inteligente las nuevas tecnologías digitales en la política, todo ello con el objetivo de recuperar la confianza ciudadana en la política, sus instituciones y líderes y, al mismo tiempo, fortalecer la gobernanza de las sociedades complejas del siglo XXI.
En resumen, no hay tiempo que perder. Los mandatarios deben aprender a gobernar en contextos de alta complejidad, incertidumbre y volatilidad, a producir resultados rápidamente para dar respuesta a las altas expectativas y nuevas demandas de una ciudadanía cada vez más empoderada y exigente, y recuperar la confianza perdida. Caso contrario, como se está observando en varios países de la región, la frustración ciudadana arriesga dar lugar a una nueva ola de protestas sociales, aumento del riesgo político y la inestabilidad, crisis de gobernabilidad y mayor deterioro o, peor aún, retroceso democrático. Y para ello, como bien aconsejaba Albert O. Hirschman, hoy más que nunca es preciso poner foco en lo posible más que en lo probable.
Bibliografía
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Freedom House (2022, febrero). Freedom in the World 2022. The Global Expansion of Authoritarian Rule.
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Sahd, J., Zovatto, D., Rojas, D., y Fernández, M. P. (eds.). (2022). Riesgo Político América Latina 2022. Santiago: Centro de Estudios Internacionales, Universidad Católica de Chile.
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