El viraje hacia la derecha es un hecho en América Latina y en el mundo. En Chile, el candidato conservador Antonio Kast tiene la oportunidad llegar a la presidencia. Bolivia enterró dos décadas de izquierda con la victoria de Rodrigo Paz Pereira. Nayib Bukele arrasa en El Salvador con su mano dura contra las maras, aun a costa del Estado de derecho. Javier Milei, bendecido por Trump y el Tesoro estadounidense, desmantela el peronismo estatista y navega con viento a favor y mucho apoyo popular. Ecuador resiste los embates del crimen organizado con el derechista Daniel Noboa.
¿Qué significa, entonces, la victoria de Zohran Mamdani en Nueva York? Luego del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, y la derecha liberal-conservadora imponiéndose en gran parte del continente americano, la ciudad eligió como alcalde a un joven, musulmán, socialista, populista y sin disculpas. “Me niego a pedir perdón por nada de esto”, declaró a CNN. Su victoria rompe el molde y obliga a repensar la cartografía con la que se mueven los analistas y los estrategas.
Las viejas categorías derecha e izquierda deben ser cuestionadas. ¿De qué forma la utilización de las nuevas tecnologías de la información y cómo se informa a la ciudadanía, a través de las pantallas y lo algoritmos, comienza a repercutir en el comportamiento electoral?

Tecnología en la definición política
La humanidad experimenta cambios sustanciales en el mundo de las comunicaciones, la información y tecnología, el trabajo y los derechos, o la falta de ellos. Todo influye en la política y en las decisiones a la hora de votar.
El filósofo uruguayo Javier Mazza, en su último libro Somos tecnología (Taurus, 2025), escribe: “Las interpretaciones arqueológicas y antropológicas contemporáneas sostienen que el uso de herramientas alteró significativamente los cerebros de los primeros homínidos y continúa haciéndolo en la actualidad. La tecnología no es meramente un productor de la evolución humana, es simultáneamente un agente de esa evolución”.
Los pensamientos del filósofo uruguayo sirven para preguntarse si, tal vez, la academia y los estrategas políticos debieran incorporar en sus análisis izquierda-derecha una variable interviniente y decisiva: el uso de la tecnología. Está remodelando el comportamiento humano y, por transitiva, las razones por las que elegimos a quién votar.
Tal vez el verdadero eje sea mucho más complejo que izquierda-derecha. Trump, Milei Paz y Mamdani: todos ganaron en las pantallas y con acciones lejos de las viejas formas de hacer política (mítines, entrevistas en medios tradicionales, publicidad en los diarios). Todos acertaron en la forma de entregar el mensaje. Los libros que puedan explicar esto aún no se han escrito. Pero hay una revolución silenciosa en el aire. No la maneja nadie y no responde ni a la izquierda ni a la derecha, sino, al uso de la tecnología.
Desempatar el centro
Uruguay, una excepción a la regla latinoamericana, no vira a la derecha ni se aferra a la izquierda: se centra. En ese centro, aunque aburridísimo, la estabilidad institucional sigue siendo su mayor capital, gobierne la izquierda o la derecha.
Y aquí entra un dato clave. Uruguay resiste la ola conservadora que corren los jóvenes, pero el centro avanza y la transmisión partidaria se debilita. Según un artículo de UyPress —basado en encuestas de Equipos Consultores, Latinobarómetro y análisis académicos—, los jóvenes uruguayos, aunque siguen más a la izquierda que los adultos, se desplazan al centro desde la pandemia.
Luis Lacalle Pou (2020-2025) gobernó como un centroderechista moderno: apertura económica, reformas institucionales, sensibilidad social. Su “libertad responsable” evitó cierres autoritarios durante la pandemia, manejó responsablemente la economía, recuperó empleo y habló directamente al ciudadano con selfies como herramienta de cercanía y conferencias sin filtro. Rechazó autoritarismos en foros internacionales y se mantuvo deliberadamente lejos de cualquier extremismo. Hoy, fuera del poder, es la figura política más popular del país. Sin embargo, su alta aprobación no alcanzó para que el candidato de su Partido Nacional, Álvaro Delgado, ganara en 2024 ante Yamandú Orsi, el elegido de José Pepe Mujica.
Moderación estructural
Delgado habló de “inercia demográfica” como obstáculo para el triunfo de la Coalición Republicana que lideraba. Un informe que maneja para explicar su derrota afirma que los jóvenes votaron a la izquierda que representaba Orsi. Aunque, en parte, tiene razón, debería reconocer que es una puerta de vaivén. En 2024, con el voto a Lacalle Pou, los jóvenes alcanzaron la posición más a la derecha desde 1996.
La lealtad generacional se erosiona: el 90% de los mayores de 50 años de hogares frentistas vota Frente Amplio; entre los jóvenes, cae al 80 %. No hay derechización como con Milei o Trump, pero sí moderación estructural.

Según un trabajo y análisis de Equipos Consultores, la misma inercia opera también en sentido inverso para el Frente Amplio. Uno de sus directores, Ignacio Zuasnabar, lo explicó al semanario Búsqueda como la “estabilidad de las identidades ideológicas”.
Agrega: “La izquierda gana el gobierno, pero no hay variaciones fuertes en términos de la matriz de identidad social. Entonces, la centroderecha y derecha derrotada en el día después se encuentra con una base social e ideológica igual de fuerte que cuando ganó en 2019 y cuenta con un liderazgo fuerte como el de Lacalle Pou. Desde ese punto de vista, más allá de lo duro de las derrotas, la oposición está parada en un lugar de más fortaleza que la que tenía la oposición en 2005”.
Parece entonces que no solo triunfan las ideologías, ni en el caso de Trump, Milei, Paz y Mamdani. Juega la maestría en la forma de canalizar los descontentos populares en pantallas y algoritmos. Esta revolución silenciosa, impulsada por la tecnología como agente evolutivo, como postula Massa, no desempata en izquierda o derecha. Redefine el eje electoral en torno al mensaje que penetra las nuevas generaciones que se revelan más libres de ataduras y de categorías que como izquierda o derecha que cada explican menos los cambios.

