Camila Rodríguez: “Desde afuera de Cuba, lo que uno puede hacer es trabajo de denuncia”

La fundadora y directora de Justicia 11J se encuentra exiliada de Cuba y busca registrar el fenómeno de protestas y presos políticos desde 2021.

Por: Agustina Lombardi14 Jun, 2024
Lectura: 8 min.
Camila Rodríguez: “Desde afuera de Cuba, lo que uno puede hacer es trabajo de denuncia”
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El 11 de julio de 2021, en medio de la crisis por el covid-19, personas en 60 distintas localidades de Cuba salieron a protestar contra el régimen que gobierna la isla desde 1959. Ese mismo día, nació la organización Justicia 11J, que dirige la activista cubana Camila Rodríguez.

Surgió como grupo colaborativo de mujeres dentro y fuera del país. Algunas se conocían previamente, mediante espacios de soporte a través de los que se compartían contenido. De esa forma, desde La Habana se enteraron a través de videos que las calles de otras ciudades comenzaban a llenarse de manifestantes.

No hay consenso sobre la cantidad de ciudadanos que participaron. Pero, desde Justicia 11J registran 1.584 desaparecidos. “Antes de salir a la protesta, acordamos hacer una lista de las personas que viéramos, previendo que pudiesen desaparecer. Cualquiera podía ser detenido. Queríamos dejar mapeadas a las personas. La lista comenzó esa tarde y continúa hasta hoy”, dice Camila en entrevista con Diálogo Político.

El inicio del “estallido social” marcó un punto de giro para la sociedad cubana que, en los años que siguieron, continuó manifestándose. Mientras, Justicia 11J trabajaba para dejar todo registrado.

Base de datos

A pesar de que el proyecto surge en la ebullición del conflicto, lo que hacen es muy específico: registran y documentan información sobre las protestas cubanas. ¿Por qué pensaron que eso era lo que debían hacer?

—Iba a solucionar el problema inmediato; poder identificar a las personas. Al principio no sabíamos dónde estaban. Muchas personas estuvieron en desaparición forzada por dos semanas. Básicamente, intentamos triangular información para poder ubicar a los desaparecidos o detenidos.

Hasta el momento, contabilizan 1.969 personas detenidas, 796 en detención y 395 protestas. ¿Cómo organizan esa información?

—Comenzamos a documentar las detenciones asociadas a la protesta del 11 de julio de 2021. Pero después continuamos con el resto de las protestas y, con eso, hubo nuevas detenciones. Establecimos un sistema de clasificación propio. Tiene que ver con el análisis del contexto cubano. El criterio es particular: ubicación; magnitud de la protesta (individuales, familiares, grupales o masivas); por tipo de acción de protesta. Lo mismo con el estatus de los detenidos. A partir de eso hacemos un análisis cuantitativo y luego podemos hablar de cuál es el comportamiento general de las protestas. Pero todo nuestro trabajo se basa en análisis de datos. 

Tendencias

Al sistematizar la información, ¿qué tendencias identifican? 

—Por ejemplo, dentro de la prisión, vemos que hay una población mayoritariamente joven, negra, y también mujeres madres. Detuvieron a mucha población blanca o mestiza. Sin embargo, son los negros quienes han permanecido más tiempo dentro de la prisión. Tiene que ver con el tipo de protesta que hubo en cada comunidad. En general fueron pacíficas, pero también hubo desobediencia civil. Por ejemplo: romper el cristal de una tienda para acceder a alimentos de la canasta básica. Sucedió en barrios de comunidades empobrecidas. Estos incidentes no fueron espontáneos, fueron respuesta de la propia violencia estatal. Los sectores populares ya no tienen más nada que perder.

Pero fue revelador ver que personas propietarias de negocios en Cuba salieran a las calles. El pueblo no solamente protestó porque necesita comida y medicina, el pueblo también quiere derechos en un sentido más amplio, que le afecta a estos sectores de la población si no eres un enganchado del régimen. La mayor parte de las personas detenidas el 11 de julio no están afiliadas a ningún partido ni grupo de defensa de los derechos humanos. Fue el pueblo sin vínculo con la política.

Protestas en La Habana, Cuba. 11 de julio de 2021.

Bajo la mira

Antes del exilio, fue arrestada y estuvo bajo vigilancia de las autoridades. ¿Qué sucedió y cómo lo vivió?

—El 31 de enero de 2022 participé de una protesta muy pequeña, con las madres de niños encarcelados que estaban siendo juzgados por sedición. Estábamos en las afueras del tribunal y cuando sacaron a los muchachos del juicio hacia el camión, para llevarlos a la prisión, sencillamente gritamos: “Libertad, son héroes”. Todos los activistas allí terminamos en prisión. Algunos fueron liberados. Dos activistas, yo incluida, dormimos en detención por veinticuatro horas. Nos amenazaron por seguir con nuestro trabajo. Ese fue el primer incidente represivo que tuve. Antes de eso, ya me sentía vigilada. Sentía temor. En varias ocasiones había tenido los cortes de internet personalizados de la seguridad del Estado, para impedir que yo me comunicara.

Pero luego de esa manifestación, vino una vigilancia atroz. En los bajos de mi casa tuve operativos policiales desproporcionados. Nunca antes habíamos visto un operativo tan grande para una persona. Implicó autos de la policía, buses completos. Yo creo que tenían miedo de que personas se solidarizaran y fueran a apoyarme; las madres, activistas. Así estuve por veintiséis días. Hasta que fui desalojada de mi casa. Me obligaron a ir a lo de mis padres. Se me negó salir a tener una consulta médica y, cuando la habilitaron, dentro estaba con el oficial de la policía política que me vigilaba con un médico militar. Me senté y me dijo: “Te voy a atender pero sabes que tu y yo no tenemos el mismo modo de pensar”. Eso tipifica como una forma de tortura, de hecho se presentó ante la ONU. También me interrogaron muchísimo y me precisaron: vas a la cárcel, colaboras con la seguridad del Estado o te vas del país. 

Presión internacional

¿Por qué no la llevaban presa?

—Realmente, no tenían un delito que probar. Siempre me amenazaron y sé perfectamente que me podían inventar el caso por apoyar a familias de presos políticos de mi organización. Recaudábamos dinero para comprarles medicina y ellos decían que yo había financiado un cartel. Pero, en los interrogatorios, reconocían que yo no había financiado ningún cartel. Y me decían: “Pero si nosotros queremos te procesamos, porque te tenemos que quitar del medio”. 

Nunca me pasó nada por la visibilidad que tiene mi organización y mi caso. Funcionarios de organizaciones internacionales intercedían por mí en redes sociales. Yo había trabajado con la Unión Europea y con representación diplomática de muchos países. Y Cuba es un Estado muy racista; personas que viven en barrios empobrecidos van más a prisión, son tratadas con más violencia. Cuando salía de mi casa, me decían: “A ella no la toques, no le cierres la puerta del auto, que sea ella quien la cierre”. Lo hablaban entre ellos, pero delante de mí. Se estaban cuidando de la opinión pública internacional

El exilio

Al entrar en vigor el nuevo Código Penal de 2022, se fue de Cuba. 

—Salí del país el mismo día que entró en vigor, el primero de diciembre de 2022, porque amenazaba mi situación como activista. A partir de las nuevas normas, me podían procesar por algún delito.

¿Cuáles son las dificultades de trabajar desde el exilio?

Cuando uno no está en el terreno, ya no es la fuente primaria de la información. No puedo llegar a los sitios y directamente entrevistar a las madres, apostarme fuera de los juicios, ver cuál es el trato represivo y comunicarme con las familias. Tuvimos que redoblar los esfuerzos para colocar personas dentro del país que, además, sean anónimas. No podemos repetir lo que hacíamos nosotras, que le poníamos cara a la organización.

¿Recibió amenazas desde fuera de Cuba?

—No. Sí hubo incidentes con mi familia, no de confrontación, pero sí han estado rondando espacios donde ellos estaban. Sé que son técnicas que utilizan para que yo los pueda acusar de que han hecho algo. Desde que salimos, no hemos dejado de hacer nuestro trabajo. Yo vivo con el temor de que mi perfil siga aumentando y que el régimen esté al tanto de las charlas en las que participo o las entrevista que doy a los medios. Les dije que no iba a seguir trabajado y lo seguí haciendo.

Activismo

¿Por qué se volvió a animar?

—Es una responsabilidad. Desde afuera, lo que uno puede hacer es trabajo de denuncia y visibilización. Cuando yo intentaba participar de un panel internacional desde Cuba, me cortaban el internet. 

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¿Hacia dónde va Cuba?

—Creo que estamos en camino hacia la construcción de la democracia, a que caiga el régimen dictatorial. La solución está en las calles. Está pasando de manera espontánea. El régimen intentó reprimir todo intento de protesta, como con el Código Penal. Pero, en un punto, va a ser tan sostenida la batalla pacífica del pueblo que veo que va a pasar, no está tan lejos. 

Agustina Lombardi

Agustina Lombardi

Licenciada en Comunicación por la Universidad de Montevideo. Periodista.

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