Caribe en tensión: seguridad, defensa y el tablero geopolítico latinoamericano

El despliegue logístico, la militarización de rutas marítimas y la competencia por recursos energéticos y comerciales impactan la seguridad regional.

Por: Andrea Valdelamar24 Nov, 2025
Lectura: 6 min.
Caribe en tensión: seguridad, defensa y el tablero geopolítico latinoamericano
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El Caribe, durante décadas visto como un corredor comercial y turístico, se ha transformado en una región clave para comprender las dinámicas de seguridad del hemisferio. Su ubicación estratégica, conectando América del Norte, América del Sur y el Atlántico, lo convierte en un punto donde confluyen flujos comerciales, operaciones militares y disputas entre potencias globales. Lo que alguna vez se consideró un espacio periférico hoy emerge como un escenario decisivo para la estabilidad regional.

La importancia geoestratégica del Caribe se evidencia en la concentración de infraestructuras críticas como puertos, refinerías, bases militares y cables submarinos También, en la capacidad limitada de varios Estados para vigilar sus amplias zonas económicas exclusivas, lo que abre espacio para actividades ilícitas y para la competencia entre grandes jugadores internacionales. En este contexto, Puerto Rico, Colombia y las islas caribeñas representan nodos esenciales en la arquitectura de defensa del hemisferio, al tiempo que influyen directamente en la agenda política latinoamericana.

La crisis de seguridad: factores y riesgos

La vulnerabilidad del Caribe se explica por la confluencia de amenazas persistentes y nuevas presiones geopolíticas. Uno de los factores más importantes es la expansión del crimen organizado transnacional. La región funciona como un corredor de tráfico de drogas, armas y migrantes. Las organizaciones criminales se aprovechan de la porosidad marítima y de la capacidad limitada de algunos gobiernos insulares para ejercer vigilancia efectiva (U.S. Southern Command, 2025). Las características geográficas del Caribe, con miles de islas pequeñas y extensas rutas de tránsito marítimo, facilitan el movimiento clandestino. Otro factor determinante es la creciente militarización de zonas estratégicas. Lo que en un principio se vinculaba principalmente a operaciones antinarcóticos ha evolucionado hacia la incorporación de ejercicios militares complejos, despliegues navales y alianzas geopolíticas. Estados Unidos mantiene una presencia robusta con unidades navales, aéreas y logísticas.

A la vez, potencias como China y Rusia utilizan inversiones portuarias, acuerdos energéticos y cooperación militar para ampliar su influencia en la región. Esto alimenta tensiones y despierta preocupación entre actores hemisféricos.

La disputa por recursos naturales añade un nivel adicional de riesgo. Nuevos descubrimientos de petróleo y gas en aguas profundas generan oportunidades económicas, pero también conflictos entre países por la delimitación de fronteras marítimas. El caso del Esequibo entre Venezuela y Guyana ilustra este tipo de tensiones. Empresas internacionales se convierten en actores relevantes en áreas donde la estabilidad política es frágil.

A lo anterior se suman las amenazas derivadas del cambio climático. Huracanes cada vez más intensos, erosión costera y daños a ecosistemas marinos afectan infraestructuras portuarias, sistemas energéticos y la seguridad alimentaria. La seguridad climática se vuelve inseparable de la seguridad nacional y regional.

El portaaviones USS Gerald R. Ford para el combate del tráfico de narcóticos y desmantelar las organizaciones criminales transnacionales. Foto: US Southern Command

Despliegue logístico y militar

El Caribe experimenta un incremento considerable en su actividad logística y militar. Sus principales puertos, entre ellos Kingston, Freeport, Cartagena y San Juan, cumplen un papel determinante en la conectividad global. Funcionan como puntos de tránsito esenciales para mercancías que circulan entre el Atlántico, el Canal de Panamá y América del Norte. Esta relevancia ha impulsado inversiones de potencias extrarregionales interesadas en asegurar su acceso y presencia.

Visualización del despliegue de fuerzas del U.S. Southern Command (SOUTHCOM) en el Caribe, 2025.

La postura de fuerzas del U.S. Southern Command, plasmada en recientes visualizaciones de despliegue, confirma la creciente densidad militar en el área. La visualización presenta un entramado de activos navales, aéreos y logísticos distribuidos desde Florida hasta el Caribe insular. Puerto Rico aparece como un punto focal, con plataformas de ataque, vigilancia, inteligencia y unidades anfibias listas para el despliegue. La presencia del grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford (CVN‑78) y de destructores y submarinos equipados con misiles Tomahawk muestra la magnitud de la capacidad naval disponible.

El mapa también destaca bombarderos estratégicos como los B-52 y B-1, capaces de lanzar misiles de largo alcance, así como unidades del Cuerpo de Marines preparadas para operaciones expedicionarias. Estos elementos se integran con recursos de la Guardia Costera y con fuerzas especiales que operan de manera permanente en la región. La imagen evidencia que el Caribe es un eje central para la proyección de poder de Estados Unidos. Y no solo en términos defensivos, sino también en el marco de la competencia estratégica con actores como China y Rusia.

Los países latinoamericanos participan en este entorno de manera desigual. Colombia posee una de las armadas más importantes del Caribe sur y desempeña un rol clave en la interdicción marítima y en la vigilancia de su archipiélago. No obstante, la extensión de la zona demanda mayores capacidades coordinadas. El resultado es una región altamente militarizada donde cada movimiento estratégico tiene efectos políticos inmediatos.

Geopolítica y defensa: ¿qué debe mirar América Latina?

América Latina necesita reevaluar su lectura del Caribe. Su estabilidad es determinante para la seguridad continental. Para ello, hay varios aspectos cruciales que requieren atención.

Primero, es necesario fortalecer la cooperación marítima para enfrentar amenazas comunes. La limitada capacidad de vigilancia de algunos estados insulares los expone a actividades ilícitas. La integración con países continentales, especialmente con Colombia y México, podría mejorar el monitoreo regional.

Segundo, la región debe observar con cuidado la competencia entre potencias globales. Las inversiones chinas en puertos y sistemas de telecomunicaciones plantean interrogantes sobre dependencia estratégica. La presencia rusa, aunque más reducida, tiene efectos políticos relevantes. América Latina debe evitar convertirse en escenarios pasivos de rivalidad y mantener márgenes de autonomía.

Tercero, deben gestionarse con anticipación los desafíos derivados del auge energético. Las nuevas exploraciones petroleras y gasíferas pueden generar tensiones diplomáticas y riesgos de escalada. Se requieren mecanismos de resolución de disputas más sólidos.

Cuarto, la seguridad climática debe integrarse de forma plena en las agendas de defensa. El Caribe es altamente vulnerable a fenómenos extremos que afectan infraestructuras críticas y operaciones militares. La resiliencia climática será un indicador clave de estabilidad regional.

El Caribe como prueba de fuego

El Caribe emerge como un espacio decisivo para comprender el nuevo orden geopolítico. En esta región convergen la competencia entre potencias, la presencia del crimen organizado, la disputa por recursos estratégicos y el impacto acelerado del cambio climático. Puerto Rico, Colombia y las islas caribeñas son nodos esenciales para la defensa hemisférica. También representan puntos de inflexión para la política latinoamericana en un entorno internacional cada vez más volátil.

El Caribe ya no es un borde geográfico. Es un centro estratégico cuya dinámica influirá directamente en la seguridad de América Latina y en su capacidad para actuar con coherencia frente a los desafíos globales.

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Andrea Valdelamar

Andrea Valdelamar

Magíster en seguridad y defensa nacional de la Escuela Superior de Guerra y politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana. Egresada del Curso Integral de Defensa Nacional. Actualmente es coordinadora de proyectos en la Fundación Konrad Adenauer en Colombia. Es fundadora de ATHENA, red de mujeres en seguridad y defensa impulsada.

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