Harry Brown: «En Panamá hay una desarticulación del sistema político»

De cara a las elecciones del 5 de mayo, el expresidente, y candidato favorito, Ricardo Martinelli fue inhabilitado por corrupción. Su sustituto lidera las encuestas en un contexto de desconfianza institucional.

Por: Agustina Lombardi9 Abr, 2024
Lectura: 8 min.
Harry Brown: «En Panamá hay una desarticulación del sistema político»
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Se avecinan las elecciones en Panamá, ¿cuál es el panorama? Según el politólogo e investigador Harry Brown, las instituciones y el sistema democrático del país atraviesan un proceso de cambio. Los partidos políticos tradicionales se ven desafiados por la habilitación de candidatos de libre postulación y, a su vez, la ciudadanía no confía en las instituciones, explica el director del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS) en entrevista con Diálogo Político

Sin embargo, la democracia panameña dio señales de fuerza al condenar al expresidente, y principal candidato de cara a mayo, Ricardo Martinelli. En febrero, la sentencia determinó diez años y ocho meses de prisión por la compra de un grupo de medios de comunicación. Mientras tanto, su heredero político, José Raúl Mulino, lidera las encuestas que siguen la competencia de los ocho candidatos. 

Entre el debilitamiento del sistema y la señal —reciente— de que el estado de derecho panameño puede funcionar, los días pasan con incertidumbre hasta el 5 de mayo.

Condenar la corrupción

​​Ricardo Martinelli fue inhabilitado como candidato para las próximas elecciones tras ser condenado por blanqueo de capitales. ¿Qué dice esto de la salud democrática de Panamá?

—El mensaje es ambiguo. La Justicia panameña finalmente ha logrado una condena para un caso de muy alto perfil, lo habíamos visto en otros países como Costa Rica y El Salvador. Desde ese punto de vista, se fortalece el estado de derecho y por lo tanto la democracia. Por otro lado, las encuestas presentaban a Martinelli como el candidato con mayor intención de voto. Aunque la justicia tiene que prevalecer, una parte importante de la población se quedó sin su candidato favorito. 

En 2009, fue electo presidente con 60,3%, la cifra más alta en elecciones panameñas. Ante su apoyo, ¿cómo se discute el caso en la opinión pública?

—El sistema político de Panamá y el Ricardo Martinelli de 2009 son muy distintos a lo que tenemos ahora, casi como si fuera otro país. En ese momento, su discurso cuestionaba los dos principales partidos, el Partido Revolucionario Democrático y el Partido Panameñista. Era un sistema que estaba bastante mejor estructurado, porque había coaliciones políticas estables y reconocibles para la población. Martinelli buscaba convertirse en una tercera fuerza. No era outsider, ya había participado en un gobierno. Pero sí tenía el margen para cuestionar el sistema de competencia, que caracterizaba como excluyente y corrupto.

Hoy, pasó de señalador a ser uno de los actores cuestionados del statu quo. Lo paradójico es que una parte de la población, sobre todo un sector popular, tiene un buen recuerdo de su gobierno, por la bonanza económica y la política de subsidios. Fue un período de mucha obra pública, construyó la primera línea de metro de Ciudad de Panamá y se generó riqueza. Como candidato, Martinelli había prometido que el país podía convertirse en el principal centro de negocios de América Latina, y parecía posible. Por otra parte, el sector de clase media denuncia la corrupción de ese período. Esa paradoja está resumida en una frase: robó, pero hizo. Ambas cosas son ciertas.

Carácter populista

Una parte de la población ignora la condena. ¿De qué manera daña la percepción del sistema democrático? 

—Hay una identificación con el líder que va más allá de sus errores. Por otra parte, los líderes de opinión están alineados en no darle reconocimiento, por los niveles de corrupción de su gestión. Una investigación sobre populismo en Panamá, estudió lo que generó Martinelli: identidad popular. Es algo que no lograron los gobiernos anteriores ni posteriores. Logró articular a la población en torno a un proyecto de futuro con un planteo incluyente. Todo el que trabajara tenía la posibilidad de salir adelante, incluso los extranjeros. Hubo una inmigración muy fuerte, sobre todo de venezolanos. Y se generó esperanza sobre la idea de que el país avanzara. Las obras son importantes, pero, en la visión pública, también pesa la idea de salir adelante como país.

Es característico de los populistas. 

—Totalmente, de eso se trata. Tiene mucho paralelismo con Trump: Martinelli es Trump antes de Trump. En su relación con las mujeres, su uso de los negocios, incluso su popularidad aumenta con cada juicio que enfrenta. Aún así, Martinelli, condenado, ha logrado traspasar los votos a José Raúl Mulino, su compañero de fórmula. Se dice que los votos no se heredan, pero ese tipo de político sí lo logra. En el momento que Martinelli endosó a su candidato a vicepresidente, se puso primero en las encuestas. Hay una lealtad muy fuerte de su electorado.

Salud democrática

¿La ciudadanía panameña confía en las instituciones?

—No. Las instituciones de la democracia —partidos, elecciones, organismo electoral, el órgano ejecutivo y judicial— tienen una baja confianza por parte de la población. La confianza más alta la disfrutan las iglesias, los medios de comunicación y los bancos.

En esa línea, el Latinobarómetro 2023 señala tres resultados sobre el estado de la democracia en Panamá: 46% (menos de la mitad) apoya la democracia, 83% está insatisfecho con la democracia y 12% dice estar de acuerdo con los partidos políticos. ¿El país atraviesa una crisis democrática? 

—En Panamá, esos datos se mantienen a través del tiempo, entonces es difícil hablar de crisis cuando la confianza en las instituciones siempre ha sido baja. En este momento, lo que sí está pasando es una rearticulación del sistema político. Los actores partidistas, que encabezaron la transición a la democracia, tienen identidades cada vez menos reconocidas por la población. Por lo que aumenta su dificultad para articularse como una oferta electoral coherente. Cada vez tienen menos apoyo de la población. Si a eso le sumamos los candidatos de libre postulación, exitosos, y que miembros de los partidos se están postulando por ese medio, vemos que hay una desarticulación del sistema que hace más difícil procesar los conflictos de manera democrática. Por lo tanto, la predictibilidad no es la misma. Hay mayor incertidumbre sobre quién podría ser el ganador de estas elecciones.

Valores panameños

¿Cuál es el panorama de cara al 5 de mayo?

—A finales del año pasado hubo manifestaciones por el tema minero. Fueron históricas. No solamente por su tamaño y duración, lo novedoso fue el contenido: el componente ambientalista. La oferta electoral había sido elegida unos meses antes. Por lo tanto, tenemos una disociación entre la oferta y la demanda de la población. Además, con la desconfianza en las instituciones, las posibilidades que tienen estas elecciones de procesar ese conflicto tan fuerte son todavía menores.

Asimismo, un estudio del CIEPS halló que los panameños priorizan el medioambiente ante el crecimiento económico. ¿Cómo se explica?

—Había señales bastante claras de que era un tema relevante en Panamá porque las movilizaciones más importantes en los últimos diez años han estado relacionadas con hidroeléctricas y minas. Es un elemento novedoso, pero no repentino, en la política panameña y es el marco de las elecciones de 2024.

El proyecto transitista de recuperación del canal, durante todo el siglo pasado, incluía la protección del medio ambiente. Para que los barcos puedan pasar se necesita agua y para que haya agua tiene que llover. Por lo tanto, el proyecto de país está vinculado con la protección ambiental. En los últimos años, las élites panameñas han girado su mirada hacia un proyecto de país distinto, minero. Pero esa actividad riñe con la protección medioambiental. En alguna medida, el año pasado la población puso límites, para rescatar y reivindicar la vocación transitista y ambiental del país.

Elecciones

¿Los candidatos tienen proyectos al respecto?

—Algunos han intentado adaptarse. En términos generales, les está costando asumir esa demanda de forma convincente. Hasta el momento, Lombana, Gordón, Torrijos y Roux, han dicho que van a cumplir con el mandato popular de cerrar la mina. Pero lo han dicho tímidamente.

Si se cumpliera esa promesa, ¿qué implicaría?

—La mina generaba casi el 5% del PIB. Implica buscar otras actividades económicas que generen eso. Sustituirlo.

El actual presidente, Laurentino Cortizo, fue elegido con 33% de los votos. Algo similar puede suceder en las elecciones de mayo dada la amplia oferta electoral. ¿Qué piensa sobre la mayoría simple? ¿Hay discusión sobre la segunda vuelta presidencial?

—En 1994, Ernesto Pérez Balladares ganó también con 33% y no hubo problemas de gobernabilidad, porque tenía mayoría en la asamblea. El sistema político panameño ha podido funcionar relativamente bien con presidentes elegidos con un porcentaje bajo de votos. Yo personalmente nunca estuve a favor de la segunda vuelta porque no me parecía necesaria. Pero, la fragmentación y pérdida de identidad de los partidos políticos abren la posibilidad de que un candidato gane con menos de 30%. Sería inusual para la política panameña y haría que valga la pena discutir cuáles serían las vías para darle un mayor respaldo a los candidatos ganadores. La segunda vuelta sería una de esas posibilidades.

Agustina Lombardi

Agustina Lombardi

Licenciada en Comunicación por la Universidad de Montevideo. Periodista.

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