50 años del golpe de Estado en Uruguay

No alcanza con la participación de la CIA ni con militares anticomunistas para explicar las dictaduras. Hay que tener valentía intelectual de tomar nota de los procesos estrictamente domésticos. Veamos la caída y el regreso de la democracia uruguaya.

Por: Adolfo Garcé27 Jun, 2023
Lectura: 5 min.
50 años del golpe de Estado en Uruguay
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Suele decirse que América Latina es el continente de la desigualdad. Lo es, desde luego. Pero, también, es tierra de dictaduras. Las excolonias del norte (Estados Unidos y Canadá) tuvieron un desempeño democrático sensiblemente mejor al de las excolonias del sur (América Latina).

Han sido muy pocos los países de América Latina que, en esta tierra de dictaduras, lograron construir sistemas democráticos dignos de ese nombre. Uruguay es uno de los casos más destacados. Fue considerado, en los años 1950, la Suiza de América. Durante la última década, ha sido frecuentemente señalado, pese a sus defectos, como una rara «historia de éxito democrático» en la región.

El contraste entre Uruguay y el promedio de América Latina es llamativo.

Índice de democracia liberal. Comparación entre América Latina, Unión Europea y Norteamérica
Fuente: V-Dem.
Índice de democracia liberal. Comparación entre América Latina y Uruguay
Fuente: V-Dem.

A pesar de ser un caso de éxito, la historia de la democracia uruguaya conoce de tropiezos y desastres. Uruguay no quedó al margen de la ola de dictaduras que asolaron la región desde comienzos de la década del sesenta a mediados de los setenta. Una regla general de los quiebres de la democracia en la región durante este lapso fue la participación de los militares.

Golpes de Estado en América del Sur (1960-1980)

Golpes de Estado en América del Sur (1960-1980)
Fuente: Weyland, Kurt (2019).

Golpe y militares

Suele decirse que los golpes de Estado formaron parte de una operación política de los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría y de su lucha contra la expansión de los sistemas comunistas. Es cierto que los militares fueron actores decisivos en los golpes de Estado. También es cierto que muchos de ellos pasaron por la Escuela de las Américas, operada por el ejército de los Estados Unidos, instalada en Panamá en 1946, y que en esta «escuela» se enseñaban técnicas de contrainsurgencia y doctrinas anticomunistas.

Entre los golpistas que pasaron por esa institución figuran, por ejemplo, Rafael Videla (Argentina), Hugo Banzer (Bolivia), Manuel Contreras (Chile), Efraín Ríos Montt (Guatemala), Jaime Lasprilla (Colombia), Manuel Antonio Noriega (Panamá), Roberto d’Aubuisson (El Salvador) y Vladimiro Montesinos (Perú). La Revolución cubana, por cierto, alimentó el temor a la expansión del comunismo y puso en alerta a las fuerzas armadas de la región.

Sin embargo, decir que la ola de golpes de Estado de los años sesenta tuvo como causa central la influencia de los Estados Unidos es una exageración. La ciencia política estructural-funcionalista, en la que descollaron los trabajos de Gabriel Almond y Sidney Verba, explicó las dictaduras (y las democracias) a partir de las características de la cultura política de cada país. Los alemanes, que padecieron el nazismo, saben bien que no hay oferta autoritaria que pueda arraigar sin una demanda.

Eugenio Tironi tuvo el coraje de hacer una afirmación similar para el caso de la dictadura chilena. Dicho en otros términos, no alcanza ni con la participación de la CIA ni con militares anticomunistas para explicar las dictaduras. Hay que tener la valentía intelectual de tomar nota de los procesos estrictamente domésticos.

Uniformados entran en el Palacio Legislativo después de la disolución de las Cámaras, 27 de junio de 1973 | Foto: Archivo El País.

50 años del golpe en Uruguay

Uruguay es un buen ejemplo. No se puede explicar el golpe de Estado en Uruguay como consecuencia de una operación geopolítica norteamericana.

El quiebre de la democracia fue el corolario de un largo proceso de desgaste, que empezó con la crisis económica de mediados de los años cincuenta, que siguió con la instalación de un foco guerrillero en 1963, que continuó durante esa misma década con la aceleración de la inflación y la crisis financiera, y se profundizó con la intensificación de las protestas estudiantiles y sindicales. En ese proceso, el prestigio del sistema político se derrumbó, entre problemas acumulados y denuncias de corrupción.

A comienzos de la década del setenta, una parte de la ciudadanía pedía mano dura, pero otra parte lisa y llanamente quería simplemente vivir en paz. Los militares se legitimaron combatiendo la guerrilla y prometiendo «orden» y «desarrollo».

El golpe de Estado ocurrió en cámara lenta.

Caída y regreso de la democracia

El 27 de junio de 1973, el presidente Juan María Bordaberry disolvió las cámaras del Parlamento con apoyo del Ejército. Pero antes, en febrero, los militares ya habían logrado perforar las instituciones y avanzar hacia el poder. Se opusieron a la designación de un nuevo ministro de Defensa. Solamente la Marina se opuso a la asonada (desplegaron naves apuntando hacia la Ciudad Vieja de Montevideo).

Los militares tomaron medios de comunicación, instalaron nidos de ametralladoras y movilizaron tanques. El presidente aceptó la insubordinación y retrocedió frente al poder militar. Aunque también hubo civiles que colaboraron, la columna vertebral del régimen autoritario fue la corporación militar.

El proceso de transición a la democracia tuvo su momento más importante en el Pacto del Club Naval (agosto de 1984), cuando el Partido Colorado, el Frente Amplio y la Unión Cívica, pese a la negativa del Partido Nacional que no quiso participar en las conversaciones, negociaron convocar a elecciones en noviembre de ese mismo año. Julio María Sanguinetti resultó electo. El resto es historia.

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Adolfo Garcé

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política. Docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay

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