Salvar Bolivia. Esa es la consigna con la que llegan las elecciones generales fijadas para el 17 de agosto de 2025, y no resulta una exageración. La realidad golpea los bolsillos de los bolivianos y la incertidumbre echa raíces.
El país que en un momento fue conocido como el “milagro económico” ahora vive una profunda crisis debido al declive de la industria de hidrocarburos y el aumento del déficit fiscal. En 2024, el crecimiento del PIB fue de apenas 0,73%, uno de los desempeños económicos más bajos en las últimas dos décadas. Según el FMI, el índice inflacionario para esta gestión será de un 15,1%.
Desde 2023 la escasez de dólares golpeó a varios sectores que no han podido reponerse en la actualidad. El cierre de las unidades productivas fue inevitable para muchos y otros resisten esperando el cambio de gobierno.

¿Puede volver la derecha al poder?
Luego de casi 20 años del izquierdista Movimiento Al Socialismo (MAS) en el poder, las fichas en el tablero electoral podrían dar un viraje a la derecha. Por lo menos así lo reflejan las encuestas a poco más de un mes de los comicios. En el reciente estudio difundido por la empresa Ipsos- Ciesmori para la red televisiva Unitel, el empresario Samuel Doria Medina se ubica con el 18,7% de la preferencia, seguido por el expresidente Jorge Quiroga con el 17,1%, ambos representantes de la oposición. En tercer lugar aparece Andrónico Rodríguez, el mejor posicionado de la izquierda con el 11,8%.
Si esta tendencia se mantiene, el empresario Doria Media de Alianza Unidad y el expresidente Quiroga de Alianza Libre podrían protagonizar una segunda vuelta. Igualmente, estos datos también abren dudas sobre el techo electoral de los candidatos, que se refleja en su posicionamiento político y algunas debilidades estratégicas.
El escenario es interesante considerando que la primera opción fue la unión de los líderes opositores para formar un frente único que pueda vencer al MAS. Pero las diferencias y aspiraciones políticas particulares fueron más fuertes que ese interés común.
De todos modos, las posturas de ambos no son del todo irreconciliables. Sus discursos están enfocados en reactivar la economía del país. Como parte de su estrategia, apelan a la cruda realidad de la población en el día al día: filas por combustible, reclamos por el incremento de precios de la canasta familiar, la devaluación de la moneda boliviana. Por donde se mire, es el peor escenario del gobierno actual y la mejor opción para mostrarse como la solución al desastre.

Derecha sin renovación
Samuel Doria Medina ha apostado por reforzar un equipo técnico, incluyendo a su vicepresidente, el economista José Luis Lupo. El eslogan ya viralizado del opositor es “100 días carajo”, con la promesa de recuperar el rumbo de la economía en ese tiempo. Por su parte Jorge Quiroga, ingeniero y con amplia experiencia política, tiene como acompañante de fórmula al emprendedor de e-commerce Juan Pablo Velasco. Plantea recuperar la economía con énfasis en una “Bolivia digital”.
Aunque en sus filas haya nuevas figuras políticas, las críticas apuntan a que no hay renovación de un liderazgo opositor. Estos líderes de la derecha tienen un pasado político que imprime cierto desgaste en sus candidaturas y de alguna manera también pesa en la aceptación de la gente.
Más que sus propuestas programáticas su mayor coincidencia es bajar a la izquierda del poder y encontraron un escenario fértil.
Es innegable y juega a su favor la fragmentación del otrora todopoderoso MAS. El partido fundado por el expresidente Evo Morales está en la contienda electoral, pero con un personaje inesperado: el exministro de Gobierno Eduardo Del Castillo, quien presentó su renuncia al mandatario Luis Arce para entrar en carrera.
Desde que se vio en perspectiva la elección de 2025, las fisuras en el partido oficialista se profundizaron y el alejamiento de Morales y Arce fue inevitable. Los denominados ”evistas y arcistas” fortalecieron el enfrentamiento de ambas facciones con fuertes acusaciones de traición, derechización, corrupción y demás.
¿Quién es Andrónico Rodríguez?
En este ya convulso escenario, la consolidación de los “androniquistas” como tercera facción del MAS dejó en claro que la ruptura del partido es irreversible. El senador y ahora candidato Andrónico Rodríguez decidió levantar vuelo propio en la política boliviana y postularse a la Presidencia por Alianza Popular dejando fuera a su mentor, Evo Morales. Para los “evistas”, Rodríguez es un traidor y está lejos de ser esa renovación de la izquierda que pretende vender al electorado con su juventud.
A sus 36 años, Andrónico Rodríguez, politólogo de profesión y también dirigente cocalero, emprende una desafiante carrera electoral. La izquierda fragmentada no le puede garantizar el apoyo que necesita para llegar a la silla presidencial.
Su distanciamiento estratégico de Luis Arce le permitió deslindarse hasta cierto punto de los errores de esa administración, mientras mantenía su fidelidad a Morales. Aunque aún es criticado por su deficiente gestión como presidente del Senado en medio de una compleja relación entre el poder Ejecutivo y el Congreso, conocido como Asamblea Legislativa Plurinacional.
Por otro lado, le juega en contra la tibieza para definir su relación con Evo Morales. No logra desprenderse de su mentor político y lo que representa. Especialmente con la base popular y el sector cocalero, a quienes busca llegar en campaña. Sin embargo, marca una línea ideológica: “Soy de izquierda democrática (…) Evo es de izquierda más radical y esa actitud, esa posición era muy necesaria en su momento”, dice Rodríguez.

Evo Morales, un caudillo en el ocaso
El Tribunal Constitucional Plurinacional ratificó el fallo de inhabilitación de Evo Morales y le cerró las puertas a su candidatura. “La reelección presidencial se da por una sola vez de forma continua y sin posibilidad de un tercer mandato”. El exmandatario ya gobernó el país en tres periodos consecutivos: 2006-2009, 2010-2014 y 2015-2019.
La decisión fue ratificada por el Órgano Electoral dejando en claro, además, que los plazos ya se cumplieron y tampoco tiene una sigla registrada. A pesar de esto, sus seguidores convulsionaron el país las últimas semanas con bloqueos, protestas y amenazas exigiendo su incorporación en la papeleta.
Evo Morales no solo tiene este impedimento en su ambición de volver al poder, también una orden de aprehensión activa por el delito de presunta trata de menores. La Fiscalía sostiene que en 2015, cuando aún era presidente, el acusado mantuvo una relación con una adolescente de 15 años con quien tuvo una hija un año después. Además argumenta que habría otorgado beneficios a los padres a cambio de consentir esta situación.
El líder sindical nunca se presentó ante las autoridades judiciales y hasta ahora no hubo cumplimiento de la orden de aprehensión. Se mantiene en el Chapare, su bastión político en el departamento de Cochabamba, resguardado por civiles en lo que parece una verdadera fortaleza. La Policía no ha podido incursionar en esta región.
Morales insiste en que es un perseguido de la justicia y víctima del gobierno de Luis Arce a quien incluso ha acusado de querer “eliminarlo” con un ataque armado.
Pero, ¿por qué la insistencia en volver al poder? El expresidente asegura que quiere “salvar Bolivia” y como aún no cree que es una batalla perdida creó un nuevo partido llamado Evo Pueblo. Pero la realidad muestra otra cosa: si no está en esta elección se encaminaría a su muerte política. Su poder, aunque aún fuerte, ya no es absoluto y sus bases sociales lo saben.
Voto incierto y cautivo
Esta elección en Bolivia es particularmente decisiva, pues podría significar una oportunidad real para el retorno de la derecha y el abandono a un modelo económico y político que ha decantado en la actual crisis.
Sin embargo, la complejidad del país no permite tener una lectura clara. La más reciente encuesta apunta a un alto voto residual: el voto blanco con un 8,2%, el voto nulo un 12,5% y el voto indeciso con un 11,3%. Muchos bolivianos aún no saben a quién votar. Hay un nicho que espera cerrar su apoyo por una alternativa política, la que le dé más certezas sobre el futuro inmediato.
El 17 de agosto, Bolivia acudirá a las urnas para elegir el presidente y vicepresidente, también a 36 senadores y 130 diputados que gobernarán el país por los próximos cinco años. El voto es obligatorio.