Tras dos semanas de marchas, saqueos, bloqueos y caos en algunas ciudades de Colombia, así como denuncias de represión policial, la crisis institucional que empezó con una protesta contra la reforma tributaria parece no tener salidas claras.
Colombia lleva dos semanas convulsionada: marchas masivas, saqueos, bloqueos y caos en algunas ciudades, incluyendo las capitales como Bogotá, Cali y Medellín, así como denuncias de represión policial y de ataques de civiles armados a las personas que protestan y a la misma policía.
El punto más álgido de estos días de tensión se vivió el domingo en Cali, la tercera ciudad del país y donde se han concentrado la mayoría de los bloqueos, movilizaciones y hechos de violencia. Miembros de la comunidad indígena nasa, que participan en el movimiento del paro nacional y apoyan los puntos de bloqueos de la ciudad, así como de las poblaciones vecinas, se enfrentaron con personas de los exclusivos sectores de Pance y Ciudad Jardín que les cerraron el paso para exigir que se desbloqueara la zona.
Enfrentamientos
La tensión llegó al punto de que algunas personas del sector, armadas con pistolas e incluso armas largas, dispararon contra los miembros de la Guardia Indígena, mientras estos se defendían con machetes y piedras. Ocho indígenas nasa resultaron heridos, mientras la comunidad de esta zona denuncia que varios de sus carros fueron destruidos y uno de ellos quemado.
¿Cómo llegó Colombia a este punto de violencia en lo que inició como una manifestación pacífica? La crisis se desató a partir del pasado 28 de abril cuando miles de ciudadanos salieron a las calles de diversas ciudades, incluyendo las principales capitales, para protestar. El motivo principal, que unió a personas de diferentes estratos económicos y vertientes políticas, fue la reforma tributaria.
María Alejandra Arboleda, consultora y profesora de Comunicación Política y Opinión Pública, dice que se debe tener en cuenta el pasado de un país que quedó dividido con el plebiscito del proceso de paz en el que ganó el No. «Una desconexión de Duque tanto con sus electores, a quienes les prometió seguridad, como con quienes no votaron por él, que piden el cumplimiento de los acuerdos de paz. La desconexión afecta la confianza y la relación de sus ciudadanos con sus instituciones. Y súmele el aumento de desigualdad, relacionado con la pandemia».
Una respuesta tardía
Dos semanas atrás, el gobierno de Iván Duque había presentado un paquete de medidas económicas ante el Congreso con el que buscaba recaudar 25 billones de pesos (unos 6.850 millones de dólares). El proyecto de reforma fue criticado por las medidas que afectaban a la clase media, en un país golpeado económicamente tras un año de pandemia.
Ante las marchas y los disturbios en varias ciudades, que incluían denuncias de personas muertas en medio de la respuesta policial, Duque anunció el 2 de mayo pasado que retiraba la reforma. Luego renunció su ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla. Pero avanzó la bola de nieve de un estallido social, con algunas similitudes con lo ocurrido en Chile pero muchas diferencias, en el contexto de un país con un conflicto armado aún vivo y un proceso de paz.
La caída de la reforma no paró las protestas. El comité del paro, en el que se reúnen las organizaciones sociales y sindicales del paro nacional del 2019, ya habían ampliado sus peticiones a siete puntos, entre ellos, el retiro del proyecto de ley 010 de salud, renta básica de por lo menos un salario mínimo legal mensual y detener las fumigaciones con glifosato.
Pero si las decisiones de Duque frente a la reforma tributaria también tardaron, su respuesta a la violencia también lo hizo. Luego de los llamados del alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, de la gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán, y de miembros de su bancada del Centro Democrático, llegó a Cali en la madrugada del lunes para dirigir un consejo de seguridad.
Duque se había centrado en realizar reuniones en la Casa de Nariño con actores políticos y con los presidentes de las altas cortes. Como lo explicó el portal La Silla Vacía en un análisis: «en el fondo es un ejercicio que se asemeja a su fallida Conversación Nacional de 2019: la agenda de temas se impuso desde Palacio y todas las reuniones son en Bogotá. Con un tema neurálgico adicional, la nueva reforma tributaria está siendo manejada desde dos frentes: la Casa de Nariño y el Ministerio de Hacienda, bajo el designado ministro José Manuel Restrepo».
Una respuesta militar y policial
Hasta ahora el discurso de Duque ha sido en su mayoría el de una salida de represión. El lunes le dio la orden de un mayor despliegue militar a su ministro de Defensa, Diego Molano, quien hace presencia en Cali. Un anuncio a tono con los mensajes que el expresidente Álvaro Uribe ha difundido en redes sociales.
De acuerdo con un informe de Dejusticia acerca de la crisis, «Duque ha acudido a narrativas estigmatizadoras de los manifestantes, refiriéndose a ellos como vándalos y denunciando supuestos vínculos entre manifestantes y grupos armados ilegales
En Chile, en las marchas que empezaron como una protesta estudiantil por el aumento del pasaje del metro, inicialmente el discurso del presidente Sebastián Piñera fue similar, pero se llegó a un acuerdo en el que se logró convocar al plebiscito para una nueva constitución.
En Colombia, la diferencia es un contexto en el que se suman protesta y movilización social, pero en el marco de un conflicto armado que todavía existe y con unos actores que buscan incidir para aumentar el caos. El ministro de Defensa, Diego Molano, ha denunciado infiltración de disidencias de las FARC y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), para sembrar más caos.
El comité del paro no tiene el control
Y es ese consenso de varios sectores el que aún no se ve en Colombia. Al comparar el estallido social de este paro, existen varias diferencias. Una de ellas radica en que comité del paro no ha tenido el control de lo que está pasando en varias de las ciudades. En Cali, por ejemplo, son múltiples actores, entre los que se encuentran movimientos de jóvenes, los que están realizando los bloqueos. No hay una cabeza visible con la que negociar. El único liderazgo identificado formalmente es el de los miembros de la minga indígena, que apoyan el paro.
En Cali es donde más se ha reflejado esa falta de liderazgos claros, a lo que se suma una mala imagen del alcalde de la ciudad, por denuncias de corrupción durante la pandemia. Este vacío de poder llevó a lo que algunos han llamado una miniguerra civil en una de las entradas de la ciudad.
Pero también es necesario entender que en esta ciudad se cruzan varios caminos: una historia de narcotráfico y violencia, pandillas en algunas zonas, una alta polarización y un aumento de la pobreza por la pandemia.
Desinformación y fragmentos de la realidad transmitidos por redes
En esta época de redes sociales, otro de los puntos que ha marcado el paro es el papel de las redes sociales. Por un lado, han permitido que se denuncie, incluso en vivo, la represión policial. Pilar Saenz, coordinadora del Laboratorio de Seguridad Digital y Privacidad K+LAB, de la Fundación Karisma, explica en un artículo publicado en Razón Pública: «La ciudadanía es quien cubre las protestas por medio de los omnipresentes celulares. Además, se ha transmitido en tiempo real aprovechando la conectividad que existe en las ciudades. Esto es algo novedoso en este país, donde las protestas prolongadas ocurrían más en zonas rurales, donde la brecha de conectividad sigue siendo abismal. La protesta ahora se ve a través de los «en vivo» de Instagram, se analiza trino a trino en Twitter, se organiza en publicaciones de Facebook y es creativa en TikTok».
Sin embargo, también esto ha desbordado a la ciudadanía de videos y mensajes. La gran cantidad de desinformaciones con videos y fotos falsas o que no se relacionan con las protestas actuales y montajes han ayudado a la polarización que se vive, representada en un clima de miedo y zozobra.
Se debe recordar las desinformaciones que circularon el 21N en Cali y el 22N en Bogotá, durante el paro nacional, que llevó a que miles de personas de conjuntos residenciales se armaran con cuchillos, palos e incluso armas de fuego para esperar a los supuestos vándalos que estaban saqueando las unidades. Un clima de terror que se replica en el actual paro como una amenaza.
El diálogo, una salida
Solamente hasta el martes 11 de mayo se empezó a ver una salida a esta crisis, con la visita del presidente Duque a Cali. Aunque el lunes se había sentado a negociar con el Comité del Paro, con su presencia en la capital del Valle del Cauca intentó darle tranquilidad a las personas que se quejaban por su falta de liderazgo en esta crisis. Además, con el anuncio de matrícula gratuita para los estudiantes de educación superior pública de estratos 1, 2 y 3 buscó conciliar las peticiones de los jóvenes.
Los diálogos citados por el presidente Duque habían sido reuniones en la Casa de Nariño, con congresistas, políticos y otros actores, pero no con los líderes de las personas que están en las calles. Aunque, como ya lo dijimos, en este paro 2021 se mezclan diversos actores. Por eso, en esta crisis ha sido tan importante la mediación de actores sociales, como la Iglesia, que en varias ciudades ha liderado las conversaciones para permitir corredores humanitarios para el ingreso de medicamentos, comida y gasolina.
Varios analistas consultados coincidían en la necesidad de negociar con el paro nacional pero también escuchar las agendas locales de los manifestantes que no están alineados con el movimiento nacional.
María Alejandra Arboleda asegura que la salida de esta crisis también depende de recuperar la confianza en las instituciones y gobernantes, no solo nacionales sino locales. «Aumentar el acceso a la información, comunicar el plan de los gobernantes, porque es importante tener líderes con planes de acción. Porque, en medio de lo que se está viviendo, las personas, y no solo quienes están protestando en su legítimo derecho, sino el resto de personas afectadas por los bloqueos, deben tener claro que los líderes tienen un plan de acción», dice.
Así que será en los próximos días en los que se podrá determinar si el viraje al diálogo dado por Duque desactivará el estallido de protestas y violencia en el país.
Un informe en idioma alemán sobre la actual coyuntura de Colombia, a cargo de Stefan Reith, director de la oficina de la Fundación Konrad Adenauer, puede leerse aquí.
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