Las naciones de Centroamérica celebran doscientos años de vida independiente. Durante setenta años han intentado tener una unidad política y económica; sin embargo, la primera está totalmente fracturada y la segunda solo opera en lo comercial.
A principios de la década de los años 1960, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica conformaron el Mercado Común Centroamericano. Apenas unos pocos años antes, en 1957, se había creado la Comunidad Económica Europea.
Los fines de ambos bloques eran los mismos: intercambio económico y prosperidad para sus habitantes.
La gran apuesta europea en los países del istmo centroamericano, mediante la diplomacia y el apoyo económico, fue que se siguieran los pasos del conglomerado europeo y se llegara también a una unión política y monetaria.
Sin embargo, eso no ocurrió, pese a la creación de instituciones regionales. Hoy es claro que el sueño de la unión centroamericana es políticamente irrealizable.
Las diferencias se han profundizado y la línea que siguen naciones como Nicaragua y El Salvador se convierte incluso en fuente de conflictos mayores que amenazan con impactar la actividad económica y complicar más la convivencia social.
Raíces comunes, desarrollos desiguales
Las cinco naciones del Mercado Común Centroamericano nacieron juntas.
En 1821, las provincias de Chiapas, Guatemala, San Salvador, Comayagua (Honduras) y Nicaragua-Costa Rica proclamaron su independencia de España. Este mes de setiembre de 2021 celebran su bicentenario. Panamá se independizó dos meses después pero se unió a la Gran Colombia. Belice es parte del istmo, pero no solo tiene un idioma diferente, el inglés, sino que además se independizó en 1981.
La unión colonial provocó siempre una fuerte vinculación comercial; en el caso de Costa Rica, los nexos se extendieron a Panamá, y tuvo que pasar más de un siglo para que resultara económicamente conveniente que República Dominicana se uniera a la región para dar nacimiento a una serie de acuerdos comerciales en bloque.
Sin embargo, el motor de las relaciones siempre ha sido lo económico y no lo político. Tras la independencia, la Federación Centroamericana conformada no tardó en desmembrarse y dar nacimiento a las naciones que conocemos hoy.
Los países que surgieron en 1821, sin embargo, comenzaron a mostrar diferencias. Guatemala se conformó como una nación étnicamente diversa; hoy allí se hablan una veintena de lenguas indígenas, además del español. Políticamente siempre compleja, en la década de los sesenta dio inicio la guerra civil, padeció múltiples golpes de Estado y elecciones fraudulentas, y no fue sino hasta 1996, con la firma de los acuerdos de paz, que Guatemala comenzó a vivir una etapa de mayor estabilidad política.
El Salvador, territorialmente el más pequeño, vivió el siglo XX en medio de dictaduras y una guerra civil que concluyó en 1992. En Honduras, los regímenes militares se sucedían en el poder y una nueva Constitución en 1982 permitió una nueva dinámica democrática, interrumpida en 2009 por un golpe de Estado cuyas consecuencias aún se experimentan.
La presencia norteamericana en las actividades productivas y en la política de las tres naciones centroamericanas del norte tuvo especial fuerza en Nicaragua. El siglo XX transcurrió entre la sucesión de dictadores de una misma familia, una guerra civil de corte socialista con respaldo de países de ese bloque ideológico, un frágil retorno a la democracia en los años noventa de ese siglo, y un régimen sandinista durante cinco quinquenios con elecciones amañadas que se repetirán en noviembre de 2021.
Costa Rica, el gran opositor a la institucionalidad política que se creó para promover la unión centroamericana, ha marcado siempre una distancia: su democracia es considerada una de las más viejas de América Latina. Costa Rica, sus políticos y habitantes, nunca parecieron estar dispuestos a complicar su historia, cuyos conflictos han sido diferentes.
Eso no quiere decir que Costa Rica quiera dejar la unión económica centroamericana; de hecho, no le conviene, pues siempre ha mantenido una balanza comercial superavitaria.
Frágiles democracias bicentenarias
«En buena parte del mundo, las sociedades viven una etapa de debilitamiento de los pilares de la convivencia democrática. Incluso se habla de que la democracia está arrinconada y bajo fuertes presiones. En el caso particular de Centroamérica, aunado a la caída del respaldo ciudadano a la democracia, cuando se examina la situación de los países desde una perspectiva comparada, en la región se han dado retrocesos políticos concretos, como golpes de Estado y el establecimiento de gobiernos antidemocráticos, en una zona del continente donde prevalecen resultados mixtos en la calidad de la democracia».
La afirmación la realizó el Programa Estado de la Región en su más reciente informe dado a conocer en julio pasado. Según el Índice Global de Democracia que elabora la revista The Economist, solo Costa Rica y Panamá viven en democracia. Costa Rica es definida como democracia plena y Panamá como democracia imperfecta.
Guatemala, Honduras y El Salvador son catalogadas como democracias híbridas; antes eran democracias imperfectas. El Salvador se les unió recientemente, tras las acciones de concentración de poder adoptadas por el presidente Nayib Bukele. El deterioro en el rango se da por la presencia de rasgos autoritarios como la pérdida de independencia entre los poderes, mayor control de la gestión legislativa, nombramientos anómalos de magistrados, entre otros.
Nicaragua
Nicaragua es catalogado como un régimen autoritario.
El argumento de la importancia de la institucionalidad democrática y el respeto a las libertades es lo que ha frenado a Costa Rica a permitir avances en la integración política centroamericana. A diferencia de la Unión Europea, en que países fuertes como Alemania se convirtieron en motores de la integración y la institucionalidad, Costa Rica se ha negado a jugar ese rol.
Las diferencias son y siempre fueron sensibles. La integración económica de Centroamérica ha sido fundamentalmente comercial, entre los países y de todos en bloque con otra nación o región. Nunca hubo metas o compromisos económicos más allá.
Y, en lo político, la institucionalidad creada en Centroamérica es inoperante, una parte; o de bajo alcance, otra. Solo el BCIE, como banco multilateral, se ha mantenido incólume.
Esa realidad compleja es la que enfrenta Centroamérica al cumplir doscientos años de vida independiente. Es la realidad del autoritarismo, el populismo, la debilidad institucional, la pérdida de credibilidad en los políticos, más allá de los problemas económicos y sociales de sus 50 millones de habitantes..