Contra todo pronóstico, Bolivia demostró que no es un país que se entienda mirando de reojo los sucesos que se amplifican en las noticias.
Los análisis, las encuestas y los sondeos de opinión casi apostaban por la posibilidad de un histórico balotaje en las elecciones generales del 18 de octubre de 2020. Sin embargo, el resultado fue contundente, un 55,10 % de votos válidos le dieron la victoria a Luis Arce Catacora, del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido del expresidente Evo Morales, lejos del 28,83 % logrado por el candidato de Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa.
Luego de casi un año de confrontación y tensión social tras la anulación de las elecciones de 2019 por denuncias de fraude electoral, la voluntad popular ratificó su preferencia por la misma línea de gobierno que prevaleció durante casi 14 años con Evo Morales, aunque ahora con un nuevo protagonista.
Luis Arce, el hombre al que se le atribuye el «éxito» del modelo económico de Bolivia cuando ocupó el cargo de minsitro por 12 años, llega a la presidencia con la presión de demostrar que tendrá un gobierno para todos y que no estará bajo la sombra de Morales, quien —después de retornar de su asilo en Argentina— ya da claras muestras de lo activa que será su vida política.
Ganó el Movimiento Al Socialismo, pero aún necesita consolidar gobernabilidad.
La polarización de fondo
¿Cuál es la Bolivia a la que llega Luis Arce? Los sucesos de 2019, que desencadenaron en la salida de Evo Morales y posterior llegada al poder de Jeanine Áñez para asumir un mandato de transición, avivaron las confrontaciones.
La investigación «Polarización en Bolivia: tolerancia a la violencia en conflictos sociales»
realizada en noviembre por el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES) a través de grupos focales de clases media y baja en La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, ciudades ejes de Bolivia, identifica dos tipos de polarización: una estratégica, que respondiendo a una ideología permanece más en el tiempo, y la otra esporádica, asociada al estallido social, que ha caracterizado también la dinámica de la región en los últimos años.Esta última es entendida a partir de cuatro variables: limitaciones estructurales, medios de movilización, factores desencadenantes y economía de emociones. Aunque las percepciones varíen según los estratos, las diferencias socioeconómicas, los conflictos irresueltos, la debilidad institucional, los discursos de extremos, las acciones de organizaciones movilizadoras, el llamado en las redes sociales y hechos concretos que resultan provocadores son factores que fortalecen los entornos polarizantes.
Sin embargo, uno de los hallazgos más llamativos tiene que ver con la identificación de las emociones y sentimientos colectivos como frustración, insatisfacción, temor, desconfianza e incertidumbre hacia el futuro, exacerbados en los momentos más críticos del conflicto electoral que se dieron en octubre y noviembre de 2019.
Las redes sociales en un escenario ideal
Sin grises de por medio, todo apuntaba a asumir una postura obligatoria: respaldar la denuncia de fraude electoral o de golpe de Estado.
En este contexto, las redes sociales asumieron un protagonismo no contemplado antes, ya fuera para amplificar discursos polarizantes o como canales de coordinación de movilizaciones. Aunque WhatsApp haya priorizado la difusión de estos contenidos, Twitter tuvo un rol político mucho más activo.
En una investigación publicada por el Laboratorio de Investigación Forense Digital y la plataforma periodística de las Américas Connectas, en octubre de 2020,
días previos a las elecciones, se concluye que «tal como ha ocurrido en otros países del vecindario, a las redes no solo se traslada el ambiente polarizado (pro-MAS versus anti-MAS), sino el papel de otros interesados que las aprovechan para desviar o mantener conversaciones y tendencias según su conveniencia». El análisis apunta a que Venezuela tuvo una participación importante para instaurar el discurso con tendencia al gobierno actual.La crisis de 2019 catapultó las participaciones en Twitter, pero fue en 2020 donde alcanzaron un máximo nivel de conversación. Según este estudio, aumentaron 500 % respecto a la etapa preelectoral de 2019, en la que alrededor de 30.000 usuarios generaron tuits referentes a las elecciones y en 2020 más de 60.000 intercambiaron mensajes sobre el proceso electoral.
esta vez abordado desde la inteligencia artificial –elaborado por el proyecto Check Lab–, identificó que el 18 de octubre de 2020 los hashtags empleados por los usuarios estuvieron marcados por sentimientos negativos en un 53,31 % de las 150 cuentas analizadas que arrojaron más de 188.000 tuits. Esta carga de emociones, que escondía ira, frustración, preocupación, tristeza, también se extendió en los días posteriores a los comicios.Las redes sociales fueron escenarios de polarización en los que se acentuaron las diferencias ideológicas y el clima de tensión. Y en 2020 estos espacios fueron atravesados también por la pandemia con la llegada de los primeros casos de COVID-19 registrados en marzo. Incluso cuando el pico de contagios se elevó en agosto y septiembre, la política arrinconó a la salud.
En la actualidad soplan fuertes corrientes de posverdad, que buscan asentarse en el imaginario colectivo cambiando las percepciones de los días oscuros del conflicto, aunque aún conscientes de que el desorden político sigue vigente.
Aunque la mayoría del partido de izquierda haya sido contundente en los resultados de las elecciones, la crisis económica, la preocupación por un posible rebrote de la pandemia, pero sobre todo las huellas de la crisis poselectoral evidencian que los bolivianos ya superaron los efectos del discurso enfático y necesitan el cumplimiento de promesas. Quien gobierne debe entender a esta Bolivia fragmentada en una escala de grises y con la voluntad de tomar en sus manos el escrutinio constante del poder.
Notas:
Investigación del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES) en el marco del proyecto «Termómetro de polarización», noviembre 2020. Investigación desarrollada como ejercicio de capacitación en análisis de redes sociales, por DFRLab, en alianza con Connectas, octubre 2020. Monitoreo del proceso electoral presidencial 2020 en Twitter, en el marco del proyecto Check Lab, de la empresa Bolivia Tech Hub Collaborative, octubre 2020.