El Movimiento Al Socialismo (MAS), partido oficialista, intenta dejar atrás hechos que deterioraron su imagen, favorecido por una oposición frágil y desarticulada. Pero hay fisuras internas que ponen a prueba su renovación.
Luego de un intenso y polémico proceso electoral en Bolivia, el tiempo de reconfigurar escenarios, consolidar liderazgos y ampliar perspectivas parece haber llegado. Hasta diciembre, las organizaciones políticas reconocidas por el Órgano Electoral Plurinacional deberán adecuar sus estatutos para cumplir con la Ley 1096 de Organizaciones Políticas (LOP), que apunta a fortalecer principios de paridad, interculturalidad, despatriarcalización y transparentar el uso de recursos.
Esta nueva normativa, promulgada el 1 de septiembre de 2018, establece condiciones que no serán fáciles de asumir por todos los partidos. Este no es el caso del Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), liderado por el expresidente Evo Morales, que hasta ahora fue el único en presentar sus adecuaciones.
La victoria arrolladora de Luis Arce —exministro de Economía en el gobierno de Morales— en los comicios generales del 18 de octubre de 2020 mostró la fortaleza y relevancia del partido oficialista en el escenario político boliviano. Aunque varios factores externos también contribuyeron a esta consolidación estratégica, que dejó al bloque anti-MAS representado por Comunidad Ciudadana y Creemos, dos fuerzas con características muy diferentes, lejos de disputar el poder.
La fortaleza del MAS radica en su estructura sindical con la participación de organizaciones campesinas e indígenas que son predominantes y que encontraron en Evo Morales al conductor para llevar adelante su denominada revolución democrática cultural presente desde 2006 en el gobierno. Sin embargo, en esta consolidación y asunción al poder del MAS se deben considerar, por ejemplo, la crisis del sistema de partidos políticos —que persiste, aunque de otra manera—, la democracia pactada, la problemática neoliberal de los noventa y el estallido de manifestaciones sociales como la Guerra del Agua y del Gas en 2003.
No se puede discutir el rol de Morales en este proceso que lo llevó no solo a un triunfo con contundente respaldo popular sino a permanecer en el poder por 14 años. Pero esto se da por un continuum como explican varios autores en el libro Disonancias en la representación política, donde señalan al caudillismo como parte de la memoria histórica del país y la intrínseca relación entre el MAS y el evismo.
Si bien el escenario actual reviste comodidad para el Movimiento Al Socialismo, las disonancias internas son evidentes. Según sus dirigentes, dos tendencias conviven: una dura y otra más dialogadora, que representan tensiones constantes e incluso derivan en el alejamiento de militantes.
También está la presión sobre Luis Arce, especialmente en la gestión de la crisis sanitaria por la pandemia, para que construya su propio liderazgo, lejos de la sombra de Morales. ¿Es posible pensar en un partido fuera de su popular líder histórico? Sus voceros aseguran que el triunfo en las elecciones presidenciales con el 55 % es una prueba de que como fuerza política es imbatible.
Evo Morales, respaldado por su trayectoria político-sindical y la externalización de su imagen como «primer presidente indígena» sigue aferrado al caudillismo. Un reciente mensaje emitido en su cuenta de Twitter busca dejar claro que él es el MAS y el MAS no se piensa sin él: «El plan de la derecha boliviana e internacional es dividir y destrozar al MAS-IPSP, principal fuerza política del país, y por eso quieren destrozar a Evo. Temen y odian a movimientos indígenas y sociales porque demostramos que otra Bolivia y que otro modelo económico son posibles».
Sin embargo, su liderazgo ya no es el mismo de antes. La crisis poselectoral de 2019 sigue mostrando escenarios altamente polarizados entre los relatos de golpe y fraude que han erosionado en cierto punto la estructura del partido. Por eso apura la definición de nuevos rumbos con su propuesta de una «revolución dentro de la revolución» que apunta a disciplinar a la militancia y allanar su control pleno con miras a un nuevo mandato a partir de 2025.
Por otro lado, las elecciones subnacionales fortalecieron a algunas agrupaciones ciudadanas y partidos opositores en sus regiones, dejando un poco más al margen al Movimiento Al Socialismo. Aunque la articulación nacional-popular del partido oficialista siga siendo predominante, los espacios cedidos —o, más bien, ganados— por las otras fuerzas apuntan a recuperar el pluralismo. Pero, ¿están los partidos preparados para esto?
La historia política de Bolivia muestra organizaciones fragmentadas, con débil estructura, frágil ideología y poca fuerza para reclutar militancia, factores que sin duda han favorecido la hegemonía del Movimiento Al Socialismo, pero también han generado un distanciamiento con la población. Algunos datos para entender este panorama: en las internas de 2019 el MAS tenía un millón de registrados, Demócratas tenía 250.000 y los demás partidos no pasaban de 100.000. A la fecha Demócratas se desarticuló.
realizada en las tres ciudades principales de Bolivia en 2017 evidenció datos importantes: solo un 8,8 % de los consultados aseguraron que los que representaban mejor los intereses de la población eran los partidos políticos o agrupaciones ciudadanas; el 42,6 % afirmaron que los sindicatos y organizaciones sociales y un 8,4 % que los movimientos sociales.En este punto resulta importante cuestionarse si los partidos realmente pueden responder a la realidad compleja que se vive y si son capaces de una verdadera representación política. Para Wilhelm Hofmeister, director de la oficina de la Fundación Konrad Adenauer para España y Portugal, «el debilitamiento de los lazos entre los estratos sociales y ciertos partidos ha creado una volatilidad creciente en el comportamiento de los votantes, lo que, a su vez, dificulta que los partidos conozcan y predigan quiénes son sus electores y cómo pueden ser abordados. Finalmente, la fragmentación de los sistemas de partidos y los parlamentos dificulta la formación de mayorías gubernamentales. Ante todo, el problema de representatividad ha dado vida al populismo».
Más allá de la innegable fuerza del Movimiento Al Socialismo, hay dudas sobre si podrá resolver su encrucijada interna entre las voces más radicales y las conciliadoras porque el camino que tome tendrá una incidencia directa en los rumbos del país.
Notas:
María Teresa Zegada, Erika Brockman, Daniela Guzmán, Alex Ojeda. (2021). Disonancias en la representación política. La Paz: CERES/PLURAL..