El Mercosur y Unión Europa anunciaron en diciembre de 2024 la conclusión de las negociaciones de su acuerdo de libre comercio. En 2019, se hizo un anuncio similar cuando Brasil era gobernado por Jair Bolsonaro. Sin embargo, su némesis político, Luiz Inácio Lula da Silva, reabrió las negociaciones, pues planteaba un nivel más grande de protección al sector manufacturero brasileño.
El acuerdo no está ni cerca de entrar en vigencia. Hacen falta múltiples etapas y ni siquiera está claro si los sectores en contra del acuerdo en Europa serán capaces de trabar su implementación. Aun así, es posible vislumbrar quiénes ganan y quiénes pierden con el acuerdo del Mercosur en Brasil.
Ganadores: el agro
Los exportadores brasileños del sector agrícola deberán expandir sus ventas en el codiciado mercado europeo, principalmente los sectores del café, miel y frutas. Hay dudas sobre si los productores de proteína animal tendrán beneficios, ya que las cuotas de importación admitidas por los europeos fueron relativamente pequeñas.
Además, la rebaja arancelaria para importación de maquinaria e insumos para el campo, como tractores y fertilizantes producidos por la industria europea, deberían aumentar la productividad de la producción agrícola brasileña. Un riesgo para este sector es que la Unión Europea no acepte el acuerdo debido a preocupaciones por el medio ambiente. El Banco Mundial desarrolla un estudio para entender si el acuerdo aceleraría la deforestación de la Amazonia debido a la expansión de la producción agrícola. Es posible que productores agrícolas brasileños tengan que invertir en la trazabilidad de sus productos para comprobar que no provienen de áreas deforestadas.
Hay también regulaciones de salud pública distintas en cada continente. Por ejemplo, hay pesticidas prohibidos en Europa debido a su toxicidad, pero empresas europeas siguen produciéndolos y vendiéndolos a gran escala en América del Sur. Este tema provoca resistencia entre europeos que plantean que comprar productos del campo brasileño podría resultar en un riesgo para ellos.
Perdedores: industria de baja competitividad
La industria manufacturera brasileña probablemente perdería parte de su espacio en el mercado sudamericano frente a la competencia de los pares europeos, que tienen mayor productividad.
En el sector automotor, un estudio de 2016, da una idea de la disparidad de productividad entre las industrias europeas y sudamericanas. El promedio de automóviles producidos al año fue de 52.738 en Argentina, 82.937 en Brasil, y 116.811 en Unión Europea. Ello sucede debido a la mayor exposición de las industrias europeas a la competencia en mercados internacionales. Hacia 2018, Brasil exportó 22% de su producción automotora, mientras Alemania, Italia y España exportaron más del 80% de su producción doméstica.
El lobby de la industria automotora es uno de los más bien establecidos en Brasil. Así, el sector logró que los plazos de implementación de las rebajas arancelarias sean de ocho años después de que el acuerdo entre en vigencia. Futuros gobiernos brasileños podrían incluso suspender la cuota de importación de Europa si se pone en riesgo la industria brasileña. Este es un tema importante para Lula, que empezó su vida política como líder sindical. La izquierda proteccionista se puso en contra del acuerdo, incluso sindicatos allegados al partido de Lula, precisamente por querer mayor protección a las industrias domésticas.
Un estudio del Instituto de Investigaciones Aplicadas (Ipea) del gobierno brasileño prevé que sectores industriales como textiles, máquinas y equipos, farmacéuticos y electrónicos tendrían disminución de su producción. Sin embargo, la industria en general tendría un aumento de su producción.
Esto sucede porque los ganadores son difusos; el acuerdo debe llevar a un crecimiento de la economía brasileña. Pero los perdedores del acuerdo están concentrados precisamente en grupos de interés en aquellos sectores que logran sobrevivir a costa de barreras al comercio internacional. Si suceden las rebajas arancelarias, esos sectores tienen tendencia de perder mercados o adaptarse.
Razones geopolíticas
Desde la perspectiva del presidente Lula, llegar a un acuerdo con la Unión Europea es una forma de mantener el Mercosur como una alianza relevante. Este es el principal bloque comercial de América del Sur, área geográfica donde Brasil surge como líder natural por el tamaño de su economía, población y territorio. Sin embargo, en los últimos tiempos Brasil no logra ejercer dicho liderazgo. Uruguay, con Luis Lacalle Pou, y Argentina, con Javier Milei, hicieron críticas públicas a la lentitud con que el bloque negocia acuerdos de libre comercio con nuevos mercados y hasta amenazaron salirse del bloque. Esto sería desastroso para Brasil, que aspira liderar la región.
Si Brasil no logra ejercer su liderazgo en el barrio, cualquier aspiración de jugar un rol más relevante internacionalmente pierde sentido. Hay que tener en cuenta que Brasil no es una potencia nuclear y su economía está estancada. Según datos del Fondo Monetario Internacional, el PBI per cápita brasileño en 2024 se halla a niveles de 2009.
Buscar un acuerdo con Unión Europea también es una manera de hacer una política externa de no alineamiento con las dos potencias geopolíticas más poderosas: Estados Unidos y China. El diplomático retirado de Singapur, Kishore Mahbubani, escribió en Has China Won? que buscar acuerdos con terceros actores es precisamente una estrategia de aquellos que quieren mantener su margen de maniobra. En Asia, el bloque ASEAN siguió la fórmula y buscó más intercambios comerciales afuera de China y Estados Unidos.
Lula necesita de buenas noticias en medio a la devaluación de la moneda brasileña y su aprobación presidencial estancada en las encuestas. El acuerdo con la Unión Europea generó una buena noticia, pero sus efectos solo serán sentidos a mediano plazo si el acuerdo efectivamente sale del papel. Dado el lobby europeo, no está garantizado que suceda.