Violencia y discriminación de género, un desafío persistente

Violencia y discriminación de género, un desafío persistente

La desigualdad de género continúa presente. Desde el abuso físico hasta la misoginia en política y deporte. Los avances en el marco jurídico no logran compensar conductas profundamente arraigadas en la sociedad.

Por: Doris Filipovic11 Oct, 2024
Lectura: 7 min.
Violencia y discriminación de género, un desafío persistente
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La violencia de género no solo se manifiesta de manera física, sino que está incrustada en sistemas y estructuras que perpetúan el miedo y la opresión. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha reportado que una de cada 25 mujeres experimenta violencia por parte de una persona cercana, y que el temor a ser agredidas es mucho más prevalente entre las mujeres que entre los hombres. Este miedo se intensifica en situaciones como caminar solas de noche. Esto subraya cómo la violencia de género moldea la vida cotidiana de las mujeres.

Un aspecto alarmante de esta violencia es su normalización, especialmente en el ámbito doméstico. Según la OCDE, una de cada diez mujeres justifica la violencia ejercida por su pareja. Esto refleja la profunda internalización de normas patriarcales que restringen la autonomía femenina. Este tipo de violencia, arraigada en la discriminación y el machismo, es una forma de control que utiliza el miedo y la coerción para limitar las libertades de las mujeres. En las Américas, países como Colombia, Costa Rica y México, con tasas de violencia contra las mujeres superiores al promedio de los países de la OCDE, evidencian la urgencia de abordar este problema desde una perspectiva global y multisectorial.

Causas y factores en la violencia de pareja

Para comprender la violencia de pareja, numerosos estudios, como el realizado por Organización Mundial de la Salud  desde 2012, emplean el modelo ecológico. Este enfoque explica la violencia como el resultado de la interacción de factores en cuatro niveles: individual, relacional, comunitario y social. A nivel individual, algunos factores que aumentan el riesgo de que un hombre sea violento incluyen ser joven, tener bajo nivel educativo, haber vivido o presenciado violencia en la infancia y el abuso de alcohol o drogas. En el caso de las mujeres, su vulnerabilidad a la violencia aumenta cuando tienen bajo nivel educativo, fueron expuestas a violencia entre sus padres o sufrieron abuso sexual en la infancia.

En las relaciones, factores como los conflictos, la insatisfacción en la pareja, el dominio del hombre en la familia y el estrés económico pueden aumentar el riesgo de violencia. Además, cuando la mujer tiene un nivel educativo superior al de su pareja, esto puede generar desequilibrios de poder que también pueden derivar en violencia.

A nivel comunitario y social, factores como las normas de género desiguales, la pobreza, la falta de sanciones legales fuertes contra la violencia doméstica y la aceptación de la violencia como forma de resolver problemas agravan la situación. Estos factores muestran la importancia de políticas que no solo se centren en la violencia, sino también en las causas profundas que la perpetúan.

Violencia simbólica

En algunos contextos comunitarios, la violencia de género no se manifiesta únicamente de manera física. Sino, adopta formas simbólicas y políticas, como lo demuestra el caso de Irán. En 2022, el asesinato de Mahsa Amini, una joven que fue arrestada y fatalmente golpeada por no llevar el velo de acuerdo con las normas impuestas por el régimen, desató un movimiento feminista bajo el lema “Mujer, Vida, Libertad“. Este movimiento es una respuesta a décadas de opresión y desigualdad de género en Irán. Allí las políticas de control sobre los cuerpos y la autonomía de las mujeres son una forma de violencia sistémica.

El caso de Amini y las protestas subrayan cómo la violencia de género también puede ser utilizada como una herramienta de control social. Las mujeres son castigadas no solo por sus acciones, sino también por desafiar las normas impuestas por un régimen patriarcal. Aunque el régimen iraní utiliza la violencia para mantener el control, las mujeres continúan resistiendo. Eso demuestra que el cambio es inevitable. La lucha por la igualdad de género es una batalla que se libra tanto en el ámbito político como en el personal.

Zapatos rojos, protesta simbólica en defensa de las mujeres.

Violencia en línea

Un ejemplo reciente de la intersección entre género, racismo y violencia es el caso de la boxeadora argelina Imane Khelif. Durante los Juegos Olímpicos de París, Khelif fue objeto de una campaña de acoso cibernético basada en rumores falsos sobre su identidad de género. A pesar de haber ganado una medalla de oro en la categoría de peso wélter femenino, su éxito fue eclipsado por afirmaciones infundadas de que era transgénero o incluso un hombre. Figuras públicas como Donald Trump y Elon Musk amplificaron estas mentiras, lo que desencadenó una “campaña misógina, racista y sexista” contra la deportista.

Es evidente una tendencia en el deporte femenino, donde las mujeres, especialmente aquellas de origen no europeo, son sometidas a un escrutinio desproporcionado. En lugar de celebrar sus logros, enfrentan acoso y difamación que ponen en duda su valía e identidad. A pesar de que el Comité Olímpico Internacional defendió a Khelif y denunció la desinformación en su contra, su caso refleja la constante lucha de las mujeres por la igualdad y la aceptación en espacios tradicionalmente dominados por hombres.

Misoginia en la política

La violencia y discriminación de género también se manifiestan en la política. Un claro ejemplo es el caso de Kamala Harris. Es la primera mujer afroamericana en ocupar la vicepresidencia de Estados Unidos y actual candidata a la presidencia. A lo largo de su carrera, Harris ha sido objeto de ataques racistas y misóginos que buscan deslegitimar su credibilidad y capacidad para ejercer el poder. Algunos políticos republicanos incluso la han calificado como una “contratación DEI” (Diversidad, Equidad, Inclusión). Insinúan que su éxito no se debe a su capacidad, sino a cumplir con una cuota de diversidad.

Estos ataques reflejan un patrón más amplio en la política global. Las mujeres, especialmente aquellas pertenecientes a minorías étnicas o raciales, deben enfrentar una doble carga. Se les exige probar constantemente su competencia y legitimidad. Y también se ven obligadas a navegar en un entorno de misoginia y racismo que intenta socavar su lugar en el poder. Esta realidad pone en evidencia las profundas desigualdades sistémicas que persisten en la política. El mérito de las mujeres a menudo es puesto en duda por razones que van más allá de su capacidad o desempeño.

Rompiendo el ciclo de la violencia y la exclusión

A pesar de los numerosos ejemplos de violencia y exclusión que enfrentan las mujeres en todo el mundo, es importante reconocer la resiliencia y fortaleza de quienes siguen luchando por sus derechos. Esta violencia se perpetúa debido a factores como la desigualdad de poder, las normas patriarcales arraigadas y los estereotipos de género que justifican el control y la subordinación de las mujeres. Romper este ciclo de violencia requiere un cambio cultural y social profundo,

Debe desafiar estas estructuras de opresión y educar a las nuevas generaciones para que no solo eviten ser víctimas, sino que rechacen convertirse en perpetradores. La educación del presente y futuro debe enseñar a los niños a respetar la igualdad de género y a desmantelar las normas violentas que han perdurado por generaciones. En última instancia, la violencia de género no es un problema exclusivo de las mujeres, sino una cuestión que impacta a toda la humanidad. Abordarla requiere un esfuerzo colectivo y un compromiso con la justicia y la equidad para todos. Esto comienza en el hogar, con madres y padres como primeros educadores.

Doris Filipovic

Doris Filipovic

Traductora y magíster en lenguas europeas por la Universidad Politécnica de Dresde. Practicante de la Fundación Konrad Adenauer.

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