Turquía: ¿qué significa el nuevo triunfo de Erdoğan?

Turquía: ¿qué significa el nuevo triunfo de Erdoğan?

La reelección del líder del nacionalismo turco encamina al país hacia la continuidad de la línea neootomana, islamizante y autoritaria.

Por: Rodrigo Melgar30 May, 2023
Lectura: 6 min.
Turquía: ¿qué significa el nuevo triunfo de Erdoğan?
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Con más del 52 % de votos, Recep Tayyip Erdoğan logró su reelección en Turquía. Es un resultado que ya estaba signado desde el 14 de mayo, cuando el mandatario turco había obtenido un 49,5 % de votos previo al balotaje que tuvo lugar este domingo en el país.

¿Qué nos deja esta victoria, que parecía inesperada luego de la crisis financiera que atraviesa la nación mediterránea y las secuelas del terrible terremoto que lo azotara unos meses atrás? Para comprender este hecho político y su relevancia en el mundo, hay que entender el trayecto histórico de esta Turquía que se enfrentó en las urnas.

Turquía es la legataria del Imperio otomano, una potencia que en el Renacimiento amenazaba y a menudo postraba a grandes potencias europeas de la época. Desde Estambul, los herederos de Mehmet II se lanzaron a la conquista de un imperio que en su apogeo se extendía desde los Balcanes en Europa hasta el Norte de África. Era, efectivamente, un imperio multicultural donde los turcos eran tan solo una de tantas etnias que componían al Estado. Pero también era un imperio que, pese a la pluralidad de religiones en su seno, tenía una identidad islámica; en efecto, el sultán, líder del Imperio, aparte de ser cabeza del proyecto secular del Estado como tal, encabezaba el mundo musulmán con el título de califa.

Antecedentes históricos

Pero la derrota otomana en la Primera Guerra Mundial trajo aparejada la disolución del Imperio y el nacimiento de una Turquía secular. Bajo la figura de Mustafa Kemal Atatürk, el país procedió a una reinvención de la mismísima identidad turca: se secularizó el Estado, se abandonó el antiguo alfabeto turco (cuya grafía estaba emparentada con la árabe) y se dejó de lado pretensión alguna de imperialización o liderazgo regional o global.

El joven país se vio pronto inmerso en los vaivenes de la Guerra Fría y, debido a su miedo histórico a la potencia rusa, ingresó a la OTAN. Pese a ello, siempre tuvo una conducción política exterior ambivalente con Occidente y los Estados Unidos, sintiéndose a menudo abandonada o ignorada por el gigante norteamericano. El fin de la URSS y de la Guerra Fría podría haber conllevado el relegamiento de Turquía al margen de los intereses estadounidenses de no ser por los atentados del 9/11 y el ingreso de Estados Unidos en Medio Oriente.

¿Un partido liberalizador?

Ese es el clima en el cual floreció el AKP de Erdogan. Inicialmente un partido liberalizador y democratizante, el AKP era bien visto por Washington. Turquía se mostraba como la democracia musulmana funcional de Medio Oriente. En efecto, entre 2002 y 2005, fue la era dorada de la europeización en Turquía. Pero la postura de la Unión Europea a las tentativas de ingreso turcas, que Ankara interpreta como rechazo o desdén (cuando no ambas), sumada al repudio de la invasión de Irak por la inestabilidad que trajo aparejada (recordemos que allanó el terreno para el separatismo kurdo, miedo eterno del Estado turco) y la protesta turca por las actividades israelíes en la franja de Gaza alejaron más a Turquía de Estados Unidos y de Occidente en general.

La respuesta de Ahmet Davutoğlu, que encabezaba la cartera de Exteriores, fue de redefinir el rol de Turquía en la región: pasar de ser un país reactivo a la política exterior de los demás países y a la coyuntura internacional en general para pasar a ser un país con una política exterior asertiva de liderazgo regional (es precisamente a esta política de Davutoğlu que se le adjudica la denominación de neootomanización).

La guerra civil en Siria de la mano del recrudecimiento de la cuestión kurda y el intento de golpe de Estado en Estambul a manos de los seguidores de Fethullah Gülen (activista político-religioso que reside en Estados Unidos, que este país se negó a extraditar a Turquía) terminaron por profundizar el cisma entre los dos aliados de la OTAN.

El papel de Turquía

A partir de ahí hemos visto a Turquía tener un rol ambivalente en la región, ora derribando un avión ruso en el 2015 (ocasión donde Estados Unidos retiró los misiles Patriot de la frontera sirio-turca, generando sensación de abandono en Ankara), ora apoyando a Rusia tibiamente durante el actual conflicto de Ucrania (luego de haberse enfrentado indirectamente con esta, en ocasión del conflicto reciente de Nagorno-Karabaj).

Afiches de campaña del opositor Partido Republicano del Pueblo, Kemal Kilicdaroglu, y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, en Estambul, mayo 2023 | Shutterstock
Afiches de campaña del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan y del opositor Partido Republicano del Pueblo, Kemal Kilicdaroglu. Estambul, mayo 2023 | Shutterstock

La recién descrita es la Turquía de Erdogan, la Turquía que votó este domingo. Es una Turquía que no solo a nivel internacional es problemática, sino que internamente no ha estado libre de controversias. Las libertades de prensa se han visto marcadamente mermadas bajo el AKP y es de común conocimiento el triste caso del arresto de Deniz Yücel (periodista para el cual Turquía emitió una nueva orden de arresto luego de haberlo liberado hace años) como ejemplo de esto.

Las sucesivas reformas legislativas y constitucionales que llevó Erdogan adelante (y la presidencialización del país) han consolidado el poder del líder turco a expensas del resto de la sociedad civil, erosionando la institucionalidad del país. Por añadidura, el último gran embate al kemalismo que el actual presidente de Turquía realizó fue volver a convertir a la Santa Sofía, declarada museo desde la época de Atatürk, en mezquita, en un claro y deliberado rompimiento con uno de los legados más significativos del célebre fundador de la república turca.

El papel del nacionalismo

Kemal Kılıçdaroğlu, como su célebre homónimo Kemal Atatürk, buscaba dar un viraje a esta política. Su plataforma política planteaba un retorno a esa suerte de diplomacia pendular de la Guerra Fría, de una Turquía reactiva a la coyuntura internacional pero no conflictiva ni controvertida. Era un retorno a la Turquía secular, prooccidental, y a la apuesta por la Unión Europea y los derechos humanos.

No obstante, el resultado de la primera ronda electoral (que estuvo muy lejos de lo esperado por Kılıçdaroğlu y sus seguidores) llevaron a que el candidato radicalizase su discurso: consciente de no haber llegado con un mensaje percibido como tibio por el voto nacionalista, hubo de embanderarse con la causa antimigratoria y contraria a los refugiados sirios, mancillando así la impronta democratizante de su discurso. Pero un viraje tal no se puede concretar en meras semanas y no pudo competir contra Erdogan en los comicios.

Kılıçdaroğlu se dio cuenta en esos días de que el nacionalismo turco es la mayor fuerza política en el país y, por lo que parece, el voto a Erdogan habría acompañado este compromiso. Todo apunta a una continuidad de la línea neootomana, islamizante y autoritaria del mandatario turco.

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Rodrigo Melgar

Rodrigo Melgar

Magíster en Relaciones Internacionales (especialización Global Conflict in the Modern Era, Universidad de Leiden) y magíster en Historia (Universidad de Montevideo). Coordinador de proyectos de la Fundación Konrad Adenauer, oficina Montevideo.

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