A pesar de que los políticos, sus partidos y las instituciones en las que trabajan cada vez generan menos confianza en los ciudadanos, aún se les puede convertir en líderes si se hace un buen uso de la estrategia política marcada por las diez claves mencionadas en este capítulo.
Warren Bennis, considerado como uno de los pioneros y mayores expertos en el estudio del liderazgo, asesor de cuatro presidentes de los Estados Unidos, nos dejó una de las mejores frases sobre la materia que abordamos en este libro: «El liderazgo es como la belleza, difícil de definir pero fácil de reconocer si uno lo ve» (Bennis, 1990). De hecho, si buscamos en Google los términos liderazgo político encontraremos casi 40 millones de resultados (412.000 artículos académicos), y esto solo en español.
Este asunto siempre ha dado mucho de qué hablar, no solo investigado en el ámbito académico, sino en la propia consultoría —construyendo líderes— y entre los medios de comunicación —analizando sus características—, y es uno de los atributos por excelencia para todo candidato político.
Si afirmamos —y creo hablar por toda la comunidad de profesionales de la comunicación política— que los líderes no nacen, sino que se hacen, también podemos inferir que el liderazgo político no solo es un proceso, sino también una serie de atributos que atesora un político determinado que consigue o pierde en función de los avatares de la política.
Por otra parte, la política tiene mucho de religión (confiamos en un líder y creemos en su palabra, siguiéndolo y justificándolo frente a otros candidatos) y, como en toda doctrina, nos encontramos con los mitos, relatos y ficciones que contribuyen a engrandecer el liderazgo de un político. Por ese motivo, Bennis y Goldsmith (1997), en uno de los trabajos más interesantes sobre el tema, analizan lo que consideran mitos sobre el liderazgo.
Como, por ejemplo, que el liderazgo es una habilidad natural, cuestión que contribuye a hacer del líder un ser supremo, un atributo que pocos pueden tener. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Todos tenemos potencial de liderazgo. Unas personas pueden ser líderes en una organización en circunstancias determinadas, y en otras, no.
Otro ejemplo: los líderes nacen, no se hacen. Es una idealización en la línea del anterior, pero muchas investigaciones demuestran que, en determinadas condiciones, se convierten en líderes personas que no se habían identificado como tales hasta ese momento. La mayor parte de las capacidades y competencias del liderazgo pueden ser aprendidas si existen los deseos y la voluntad de hacerlo —supliendo la ausencia de determinadas cualidades naturales—.
O que los líderes son carismáticos, cosa que, como sabemos, algunos sí y otros no tanto. El carisma es más el resultado de un liderazgo efectivo que a la inversa. Otro mito, de marcado corte elitista, es aquel de que los líderes existen solo en los niveles altos de una organización, cuando se pueden encontrar en cualquier nivel (y, de hecho, cada uno de ellos suele tener sus propios microliderazgos).
Podemos señalar más mitos, como que los líderes controlan, mandan, manipulan a otros; que son infalibles; nunca se equivocan; siempre tienen las respuestas correctas o que, simplemente, el liderazgo viene con la edad.
Para ejercer el liderazgo político debemos conocer el contexto social en el que lo debemos desarrollar, cuál es el humor político del electorado, qué necesidades reclama la sociedad para el momento en el que se celebran las elecciones.
Actualmente, tanto en Europa como en América Latina, la clase política y las instituciones relacionadas con esta no atraviesan su mejor momento. Y eso es un inconveniente, porque si quienes deben solucionar las dificultades de los ciudadanos son vistos como parte del problema y no la solución, lo que se pone en duda es la propia existencia de la democracia.
Según las conclusiones del último Eurobarómetro elaborado por la Comisión Europea y publicado en el mes de abril (Eurobarometer, 2021), el 90 % de los españoles desconfían de las formaciones políticas, un nivel muy elevado si se compara con el 75 % que arroja el conjunto de los europeos. Después de los partidos políticos, las instituciones que generan mayor grado de desconfianza son el Congreso de los Diputados y el Gobierno de España, de los que alrededor de un 75 % de ciudadanos afirman desconfiar.
A nivel europeo, los partidos políticos son también los más castigados en la calificación: solo un 21 % dicen confiar, frente a un 75 % que desconfían. En los Parlamentos, un 60 % de ciudadanos desconfían, respecto al 35 %, y en cuanto a los gobiernos, un 60 % confían, frente a un 36 %.
Los medios de comunicación tampoco se libran del cuestionamiento de la opinión pública, también en niveles más elevados que la media europea. De manera general, la visión de los españoles es «claramente de desconfianza mayoritaria» y, constata el informe, el 83 % afirman que suelen encontrar en los medios noticias falsas, reflejando que, para el 85 %, la desinformación es un problema para España y para la democracia (86 %).
Si miramos a América Latina tampoco encontramos signos para la esperanza. Según el último Latinobarómetro, publicado en octubre de 2021 pero correspondiente a 2020, «América Latina es la región del mundo más desconfiada de la tierra, comparada con África, Asia y los países árabes» (Corporación Latinobarómetro, 2021).
En promedio, la Iglesia está en primer lugar con el 61 %; le siguen las fuerzas armadas con el 44 %, la institución del Estado con la mayor confianza. A continuación, está la policía con un 36 % y después el presidente con un 32 %. Las instituciones electorales en cada país se sitúan en quinto lugar con un 31 %. Las otras cuatro instituciones más importantes para la democracia están al final de la lista: Gobierno (27 %), Poder Judicial (25 %), Parlamento (20 %) y partidos políticos (13 %).
La confianza en los presidentes de la región, que de por sí es baja, tiende a reducirse desde el 47 % de 2006 al 32 % de 2020, cifra que ya había alcanzado también en 2004.
Pero, como sucede en Europa, las instituciones peor evaluadas de las democracias latinoamericanas son los partidos políticos. Desde 2010 en adelante disminuyeron de 40 % a 29 % los ciudadanos que se sienten «cerca» de un partido político.
A este panorama de desconfianza, o quizás debido a él, debemos añadirle que nos encontramos en lo que algunos denominan entorno vuca, acrónimo de volatilidad, incertidumbre (uncertainty, en inglés), complejidad y ambigüedad. Es decir, elementos que contribuyen a recelar de las instituciones políticas y nos dan la razón a la hora de afirmar que las características para un liderazgo político efectivo deben ser diferentes a las de otros contextos políticos, sociales y económicos.
Diez claves para construir un líder político
En su trabajo durante cinco décadas con líderes de diferentes tipos de organizaciones, Peter Drucker (1999) —tal y como venimos defendiendo a lo largo de este artículo— llegó a la conclusión de que no existen nociones como una personalidad de líder o los rasgos y las características de líder. Señala que, entre los líderes más eficaces que ha conocido y con los que ha trabajado, algunos se encierran en su oficina y otros son demasiado gregarios; otros, no muchos, son buenos tipos y otros son rígidos y autoritarios. Algunos impulsivos y rápidos, otros estudian la situación y se toman siglos para llegar a una decisión. Algunos son cálidos, otros distantes, algunos vanidosos, otros retraídos y modestos. Algunos tienen el don de saber escuchar, mientras que otros son lobos solitarios que no escuchan más que su propia voz.
Es decir, no existe una fórmula del éxito. Por tanto, las claves que a continuación se proponen no dejan de ser una visión personal basada en la propia experiencia y en el contexto actual. Seguro que existen otras, por supuesto, ya que, como indicamos al principio, el liderazgo es un proceso que siempre debe ser mejorado. Ser consciente de ello es otra señal de liderazgo.
1. Déjate asesorar
Resulta curioso que la primera recomendación para algo aparentemente tan individual como el liderazgo sea, precisamente, la de saberse rodear y dejarse aconsejar. Rodearse de un equipo de personas que sean mejores que tú es fundamental porque te ayudarán a crecer políticamente. Liderar es acompañar, es organizar personas y equipos favoreciendo el talento y la motivación. Sé tu primer crítico y recaba la opinión de tus asesores, valora otros puntos de vista, no caigas en la autocomplacencia ni cometas el error de pensar que pedir consejo es signo de debilidad, sino todo lo contrario. Actualmente la política aborda muchos campos y, cual director de orquesta, el papel del líder es conseguir que todos los solistas (especialistas en sus áreas) brillen para que la sinfonía (tu mensaje) suene lo mejor posible. Como afirmaba Tom Peters, escritor especialista en gestión empresarial, «los líderes que trabajan más efectivamente, nunca dicen yo. Ellos no piensan yo. Ellos piensan nosotros y piensan equipo».
2. Adopta un comportamiento ejemplar para generar confianza
Ya lo decía Dwight Eisenhower, el 34.º presidente de Estados Unidos, «la cualidad suprema del liderazgo es la integridad». Máxime en un contexto de gran desconfianza hacia los políticos, los partidos y las instituciones políticas. Sin ejemplaridad no hay credibilidad, sin ella no hay confianza y si no confían en ti no te votan.
Ser ejemplar es tener un comportamiento capaz de despertar admiración y de querer ser imitado. Hoy en día la habilidad estética, retórica o gestual, aun siendo importantes, no son elementos clave, sino que es la ejemplaridad del comportamiento individual lo que se convierte en la prueba definitiva de la credibilidad del político.
Un ejemplo de ello lo tenemos en Ángela Merkel, la excanciller alemana que, tras 16 años de mandato, ha mantenido intacta su popularidad. Según una encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ecfr, por sus siglas en inglés), entre 16.000 ciudadanos de 12 países, el 41 % se decantarían por Merkel frente a Macron (14 %) en unas hipotéticas elecciones a presidente de la Unión Europea.
3. Activa los sentidos
Escuchar en lugar de oír; tener tacto para sentir lo que preocupa a los ciudadanos; olfato político para medir los tiempos; y observar para generar planes de actuación es tener activos los sentidos. Los ciudadanos buscan políticos que los representen, en los que se sientan identificados. Que sepan leer correctamente las señales que les envían, que empatice con sus problemas y se muestre comprensivo y cercano.
Fíjese en Emmanuel Macron, que supo leer perfectamente la coyuntura hacia la que se encaminaba Francia: no quiso participar en las primarias del Partido Socialista (que obtuvo el peor resultado de su historia), sino que creó un movimiento nuevo en torno a su persona, huyendo de los cuestionados partidos políticos tradicionales y conectando con las preocupaciones de los franceses.
Ya lo decía Séneca: «Cuando un hombre no sabe hacia dónde navega, ningún viento le es favorable».
4. Ejerce un liderazgo emocional
John Quincy Adams, sexto presidente de los Estados Unidos, dijo que «si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser más, eres un líder».
Un líder no solo dirige, sino que también ha de servir de ejemplo e inspiración. Las emociones afectan nuestra manera de ver y pensar el mundo, influyen en la atención, en la memoria y en el razonamiento lógico.
Los liderazgos que únicamente se basan en la razón son ya insuficientes. El concepto de inteligencia emocional ha llegado a la política y los políticos, cada vez más, se preocupan por gestionar mejor las emociones de su electorado y por generar los sentimientos que favorezcan la trasmisión de un determinado mensaje en una determinada condición. Recuerde uno de los eslóganes con los que Barack Obama ganó sus primeras elecciones: «Esperanza» (Hope).
5. Sé optimista
La política necesita de líderes que sean capaces de trasmitir y generar optimismo. Líderes para los que el futuro sea una energía movilizadora y que sean capaces de recuperar la ilusión colectiva. La política que gana contagia ilusión. Y el ánimo es energía movilizadora.
El líder debe ser capaz de motivar para invitar a la elección e inspirar que el cambio, otra forma de gobernar, es posible.
Si el «dicen que soy aburrido» de De la Rúa le permitió ganar las elecciones argentinas en 1999 amparándose en la gestión económica, en España, al candidato socialista a la Comunidad de Madrid en 2021, Ángel Gabilondo, su adaptación por «soy soso, serio y formal» fue un rotundo fracaso (no supo leer el contexto, como venimos insistiendo en este artículo, ni irradiar ningún tipo de optimismo).
6. Sé coherente
La coherencia en política es fundamental para edificar la imagen y reputación de cualquier candidato. Es muy sencillo, debes mostrar ejemplaridad en tus acciones, comportarte con responsabilidad y ser consecuente con tus mensajes. En definitiva, decir lo que haces (storytelling) y hacer lo que dices (storydoing), tal y como se menciona en el cuarto episodio del pódcast En Campaña sobre la construcción del mensaje.
La autenticidad es una anomalía en política, donde hay mucha impostura camuflada de supuestos intereses superiores. Por eso la coherencia es tan valorada en política y va indisolublemente unida a tu reputación. Construir una buena imagen cuesta años crearla y mantenerla, pero puede esfumarse en un segundo ante una incoherencia, por legítima que sea.
7. Elige qué tipo de líder quieres ser
El dramaturgo George Bernard Shaw decía que «las personas le echan la culpa a las circunstancias. No crean en las circunstancias. Las personas que avanzan buscan las circunstancias y, si no las encuentran, las crean».
¿Cuál es el papel que quieres desempeñar en una campaña electoral? Lee el contexto económico-social, adáptate al humor político, a las demandas de la sociedad, a sus circunstancias… y conviértete en ese líder. Manfred F. R. Kets de Vries (2019) idealiza hasta ocho arquetipos de liderazgo según distintos patrones de comportamiento: el estratega, el catalizador del cambio, el que realiza la transacción, el constructor, el innovador, el procesador el entrenador y el comunicador.
8. Mantente siempre dispuesto a aprender
«Liderazgo y aprendizaje son indispensables el uno para el otro». Así lo manifestó John F. Kennedy, que tenía muy claro que el liderazgo necesita del aprendizaje para poder ejercer y regular sus funciones.
En tiempos cambiantes, el aprendizaje es continuo. Ya lo venimos advirtiendo: el liderazgo es un proceso, un camino, en el que lo importante no es llegar a un destino, sino aprender en el viaje. Y, de la misma manera, los líderes se hacen, a costa de aprender, de informarse, dejarse aconsejar… y equivocarse. Debes aceptar los errores como parte de ese aprendizaje. Y huir de los yes man, aquellos que siempre te dan la razón e inflan tu burbuja de autocomplacencia sin advertir tus posibles fallos. Gracias a esta predisposición tendrás capacidad de reacción para solucionar los problemas que seguramente te encontrarás en tu camino y afrontar situaciones no previstas.
9. Lidera el cambio
Nuevamente, Warren Bennis nos deja otra de sus famosas frases: «El liderazgo es la capacidad de transformar la visión en realidad». Demuestra que eres diferente. Cambia el camino, rechaza lo habitual, porque ya lo dijo Albert Einstein: para buscar resultados distintos hay que hacer actividades diferentes.
Explora nuevas vías, busca nuevos caminos, que los votantes te perciban distinto al resto de candidatos. La creatividad no es otra cosa que la capacidad de ver la realidad de forma desacostumbrada.
10. No existe el candidato político perfecto
La afirmación de que todos los políticos son iguales está muy extendida y busca referirse a ellos de forma despectiva. Esta frase también es el refugio de los mediocres. Por ese motivo, como líder político que aspiras a ser, muéstrate distinto al resto de candidatos, sobresal por encima de ellos, encuentra tu propio estilo, sé coherente con tus ideas y te respetarán por tu naturalidad y carisma.
Todos los políticos son diamantes en bruto que hay que pulir (recuerda que el líder se hace), limar sus defectos y poner en valor sus atributos. Pero no existe un solo candidato que reúna todas las cualidades ideales. Igual que tampoco coincidimos al cien por ciento con el programa electoral del partido político al que votamos.
Aunque anteriormente mencioné que no existía una fórmula secreta, realmente me estaba refiriendo a que no existe una única fórmula.
La fórmula del éxito del liderazgo político es la suma de atributos racionales y emocionales (ponga aquí toda la serie de características y aptitudes que se le ocurra que no deben faltar en la construcción simbólica del candidato perfecto) junto con las adecuadas cualidades profesionales y personales para el ejercicio de la política y la gestión pública (añada nuevamente otro listado de habilidades y competencias), aderezado del adecuado relato personal (por qué está en política), servido de una esmerada imagen y cocinado por un magnífico equipo de asesores, como mínimo, tan inteligente como usted.
Ya está, aquí tiene su fórmula. Pero, como he advertido anteriormente, en entornos complejos e inciertos como el que estamos viviendo, además, hacen falta resultados. Los ciudadanos ansían nuevos liderazgos capaces de convertir miedos en seguridades, retos en oportunidades, sacrificios en futuros compartidos. Hacen falta nuevas competencias y habilidades que nos permitan enfrentarnos al nuevo entorno y acomodarnos mejor a los desafíos actuales, con empatía, optimismo y aprendizaje continuo.
Porque en el nuevo ecosistema —caótico, turbulento y cambiante—, la incertidumbre continua, es la nueva normalidad. Y para nuevos tiempos, se necesitan nuevos líderes.
Referencias bibliográficas
Bennis, W. (1990). Cómo llegar a ser líder. Bogotá: Norma.
Bennis, W., y Goldsmith, J. (1997). Learning to Lead. Workbook on Becoming a Leader. Nueva York: Addison Wesley.
Eurobarometer. (2021, abril). Standard Eurobarometer 94 – Winter 2020-2021. European Union. Recuperado de https://europa.eu/eurobarometer/surveys/detail/2355
Corporación Latinobarómetro. (2021, octubre 5). Opinión pública latinoamericana. Recuperado de https://www.latinobarometro.org
Drucker, P. (1999). Los desafíos de la gerencia para el siglo XXI. Barcelona: Norma.
Diálogo Político y mas Consulting. (2021). En Campaña
Kets de Vries, M. F. R. (2019). Down the Rabbit Hole of Leadership. Leadership Pathology in Everyday Life. Palgrave Macmillan.
Ignacio Martín Granados
Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración, con especialidad en Análisis Político (Universidad Complutense de Madrid). Diploma de Estudios Avanzados en Ciencias Políticas (dea). Especialista universitario en Consultoría de Empresas (uned). Director de comunicación del Consejo de Seguridad Nuclear (csn). Colabora como docente en varios másteres sobre comunicación, política, liderazgo, asuntos públicos y marketing político. Miembro del consejo directivo de la Asociación de Comunicación Política (acop) desde 2014 y actualmente es su vicepresidente. En 2017 fue seleccionado entre los cien profesionales políticos más influyentes del año por el consejo editorial de la revista Washington compol (Napolitan Victory Awards 2017).