Ali reelecto y los dilemas en una Guyana emergente

El presidente requiere de una diplomacia hábil y flexible para capitalizar la relación con China y EEUU. El entusiasmo por los petrodólares instala la ilusión de progreso exprés, pero sin planificación rigurosa, el modelo puede generar desequilibrios estructurales.

Por: Víctor Salmerón16 Sep, 2025
Lectura: 6 min.
Ali reelecto y los dilemas en una Guyana emergente
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La reelección de Irfaan Ali, en las elecciones generales y regionales del pasado 1 de septiembre, consolida su liderazgo en un momento en que Guyana ingresa en una etapa de mayor exigencia para asegurar su futuro. El petróleo seguirá multiplicando la riqueza. Pero su Gobierno, con una proyección regional cada vez más visible, necesitará afinar la conducción y los mecanismos de control para crecer sin comprometer la estabilidad económica. Además, deberá robustecer la diplomacia y manejarse en medio de la creciente rivalidad entre Washington y Pekín.

Impulsada por la bonanza petrolera, Guyana pasó de ser una economía periférica a encabezar los rankings de crecimiento global. Según el FMI, la expansión se mantendrá en niveles de dos dígitos durante los próximos cinco años. En paralelo, la producción de crudo seguirá en ascenso. Si se cumplen las proyecciones, los ingresos estatales crecerán desde 2.500 millones de dólares en 2025 hasta 10.000 millones en 2030.

Promesa del desarrollo

Ali, urbanista de 45 años, logró la reelección con una victoria contundente, imponiéndose en ocho de los diez distritos electorales. El resultado era previsible tras una primera administración marcada por un fuerte impulso al gasto público. Realizó obras de infraestructura, como carreteras, hospitales y plantas eléctricas, y transferencias que consolidaron su popularidad. Entre las medidas más celebradas figuran el aumento de pensiones y salarios, la gratuidad universitaria y un bono de 500 dólares para cada ciudadano mayor de 18 años.

Durante la campaña, Ali prometió que su nuevo mandato se enfocará en la inversión en capital humano, en respuesta a la creciente escasez de mano de obra calificada. También anunció planes para diversificar la matriz energética con proyectos en gas natural y petroquímica. Además, contempla impulsar sectores como el turismo y la agricultura, con el objetivo de reducir la dependencia del petróleo y ampliar las bases del desarrollo.

El riesgo es conocido en economías petroleras: ingresos volátiles sostienen gastos rígidos, la sociedad se organiza en torno a la renta y la moneda sobrevaluada debilita al sector no petrolero. Guyana ha creado un fondo de ahorro para amortiguar los ciclos del crudo. Pero está por verse si el gobierno respetará sus reglas y mantendrá la disciplina fiscal, ahora que cuenta con mayoría parlamentaria.

La idea de que un pequeño país pueda alcanzar el desarrollo en tiempo récord gracias al flujo de petrodólares se ha instalado en el discurso oficial. “Los próximos cinco años serán los más trascendentales en nuestra nación”, afirmó Ali tras conocer su triunfo. Y agregó: “La historia ha puesto en nuestras manos los recursos, las oportunidades, las asociaciones y la buena voluntad internacional para transformar la promesa en realidad”.

El presidente Ali inaugura una ruta. Agosto de 2025. Foto: Presidencia de Guyana.

Liderazgo emergente

Guyana se encamina a ocupar un lugar relevante en el mapa energético. El bloque Stabroek, epicentro de la bonanza petrolera, es explotado por un consorcio liderado por ExxonMobil, con participación de Chevron y la estatal china CNOOC. Se trata de tres actores de peso global, y las proyecciones apuntan a que la capacidad de producción alcanzará 1,7 millones de barriles diarios en 2030, una cifra superior a la de la mitad de los miembros de la OPEP.

Al impulso energético se suma el liderazgo que Guyana está consolidando dentro de Caricom, especialmente en la estrategia regional de seguridad alimentaria. Como país responsable del área agrícola en el gabinete cuasi ministerial del bloque, el gobierno de Ali ha promovido la iniciativa “25 by 2025”, que busca reducir en un 25% la factura de importación de alimentos.

Guyana también ha ganado protagonismo en el plano multilateral, con una diplomacia activa que amplifica la voz del Caribe en foros globales. Su participación como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU ha sido respaldada por Caricom y comienza a ser una voz en debates sobre seguridad, cambio climático y crisis regionales como la de Haití.

Alineado con Washington

La disputa con Venezuela por el Esequibo ha reorientado la política exterior de Guyana hacia lo que el presidente Ali denomina “diplomacia de defensa”. Bajo este enfoque, la soberanía se protege mediante alianzas estratégicas y respaldo militar. Esta visión ha favorecido el acercamiento con Estados Unidos, en un contexto marcado por la confrontación entre la administración de Donald Trump y el régimen de Nicolás Maduro, a quien Washington considera ilegítimo y acusa de liderar el Cartel de los Soles, una organización que califica como narcotraficante.

La alianza se ha vuelto explícita tanto en la disputa por el Esequibo como en el reciente despliegue militar de EEUU en el Caribe. Washington ha reafirmado su respaldo a la soberanía guyanesa, mientras que el presidente Ali ha expresado su apoyo sin ambigüedades: “Apoyaremos todo lo que elimine cualquier amenaza a nuestra seguridad (…) debemos unirnos para combatir la delincuencia transnacional, para combatir el narcotráfico”.

En ese marco, Guyana ha adoptado la narrativa de Washington sobre el Cartel de los Soles, señalando que estas redes criminales pueden “socavar la democracia, pervertir el estado de derecho y amenazar la dignidad humana y el desarrollo” y ha llamado a reforzar la cooperación hemisférica para enfrentarlas.

Entre potencias

Para el presidente Ali, manejar la creciente rivalidad entre EEUU y China será una tarea estratégica de primer orden. Mientras las empresas estadounidenses dominan la producción petrolera en alta mar, compañías chinas construyen puentes, hoteles, centros comerciales y gestionan proyectos mineros en tierra firme.

Durante décadas, China ha invertido agresivamente en países con recursos naturales, replicando un modelo que combina financiamiento, infraestructura y presencia empresarial. A esto se suma que Beijing ve en Guyana una plataforma para ampliar su influencia en el Caribe y América del Sur, una región que históricamente ha estado bajo el radar estratégico de Washington.

El respaldo que Guyana ha recibido de la administración de Donald Trump podría derivar en presiones para limitar la presencia de China en el país. En ese escenario, Ali deberá desplegar una diplomacia hábil y flexible para sostener el equilibrio y seguir capitalizando los beneficios que ofrece cada potencia, sin quedar atrapado en una dinámica de confrontación que reduciría su margen de maniobra.

Víctor Salmerón

Víctor Salmerón

Periodista. Autor de los libros Petróleo y Desmadre y La Economía del Caos.

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