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Cuando la India vaya a las urnas

Las próximas elecciones presidenciales de abril y mayo en la India parecen anunciar la continuidad de un camino hacia la autocracia. La mezcla de personalismo, corrupción y extremismo se convierte en un coctel alejado de las tradiciones democráticas.

Por: Fernando Pedrosa6 Feb, 2024
Lectura: 6 min.
Cuando la India vaya a las urnas
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Entre abril y mayo de 2024 Narendra Modi, actual primer ministro de la India y líder del Partido Popular (Bharatiya Janata Party), irá en búsqueda de un tercer periodo de gobierno. Esto solo fue logrado por un hombre clave en la historia india: Jawaharlal Nehru, en las primeras décadas posteriores a la independencia.

El sistema político indio es heredado del parlamentarismo británico aunque con diferencias. Permite que aproximadamente 900 millones de ciudadanos elijan a los más de 500 integrantes de la Cámara baja (Lok Sabha). Los electores están distribuidos en distritos uninominales a lo largo de todo el país. El proceso, por su magnitud, se divide en siete etapas y se resuelve a lo largo de un mes.

Retroceso democrático

La India no es una excepción en el marco de los retrocesos democráticos que caracterizan al mundo contemporáneo. Desde que Modi llego al gobierno, y para consolidar su poder, implementó una sistemática demolición de la tradicional democracia india. Esto es desde adentro mismo del sistema, en la línea que describieron Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro Cómo mueren las democracias.

Por lo antedicho, la organización Freedom House hace ya varios años le rebajó su calificación de libre a parcialmente libre. Mientras, el Democracy Index realizado por la Unidad de Inteligencia de The Economist la ubica entre las democracias defectuosas. La publicación Our World in Data la califica desde 2019 como una autocracia. Mientras que Reporteros Sin Fronteras, en su informe anual, señala que en la India la libertad de prensa está en crisis.

Personas esperan para votar en elecciones de 2019 en la India.
Personas esperan para votar en elecciones de 2019 en la India.

Modi y su liderazgo

Narendra Modi asumió el poder tras ganar su primera elección en 2014. Fue reelegido en 2019, aunque en esa ocasión logró hacerlo con mayoría propia. A partir de ahí no dudó en emprender un rápido y radical camino hacia un nacionalismo hindú, cada vez más agresivo y sectario.

La democracia india había logrado articular a una nación diversa, mediante un Estado laico, una consolidada división de los poderes estatales y partidos políticos que disputaban sus lugares en elecciones. Modi, en cambio, fue vaciando las instituciones democráticas, eliminó disidencias en su propio partido y colocó a dirigentes leales en instituciones que debían ponerle límites. Por ejemplo, sometió a la Corte Suprema, considerada hasta 2017 un modelo de tribunal independiente.

Modi construyó un liderazgo populista clásico, basado en una personalización extrema de la política y vinculación directa con sus seguidores. Hizo uso sistemático de la propaganda y de un clientelismo descarnado, controló los medios de comunicación y criticó a la clase política tradicional. Mientras tanto, se identificó como surgido de los estratos bajos de la población. El crecimiento del poder de Modi fue simultáneo con la conformación de un capitalismo de amigos y la sanción de turbias leyes de financiamiento electoral.

De ese modo politizó el criquet cuando la India organizó el campeonato del mundo de 2023. Y logró llegar a la final con Australia, en un estadio bautizado Narendra Modi con capacidad para 130.000 espectadores. Sin embargo, los australianos frustraron lo que hubiera sido un paso notable para el éxito electoral del primer ministro.

Los dos gobiernos de Modi transformaron la India y, además, la proyectaron regional y globalmente. Esto no era habitual para un país que no miraba el escenario geopolítico con demasiado interés, más allá de sus fronteras inmediatas y del conflicto con su enemigo tradicional, Pakistán.

Hacia la nación hindú

En la India, casi el 80 % de la población profesa el hinduismo, pero existen importantes minorías. Entre ellas destacan los musulmanes, con al menos 175 millones de personas que los convierten en el país con la mayor cantidad de fieles de esa religión después de Pakistán e Indonesia. Además, conviven importantes comunidades cristianas, budistas, sijs y zoroastrianas, entre muchas otras. Todos ellos pasaron a considerarse ciudadanos de segunda clase para el Estado indio.

Sin controles ni adversarios políticos de peso, Modi avanzó con la reforma del estatus autónomo de Jammu y Cachemira, y tomó el poder del único Estado con mayoría musulmana del país. Al mismo tiempo, modificó la ley de ciudadanía para facilitar la integración de las minorías hindúes perseguidas en Pakistán, Bangladesh y Afganistán. La ley incluía a otras religiones, pero no a los musulmanes. Del mismo modo, obligaba a estos a probar con documentación oficial su derecho a la nacionalidad india, mediante un proceso arbitrario y engorroso, so pena de volverse apátridas en su propio país.

Otro hecho en este camino hacia el nacionalismo religioso, y que repercutió mundialmente, fue el uso del término Bharat (como se designa a la India en idioma hindi) en las invitaciones oficiales para la Cumbre del G20 presidida por Modi en 2023. Al mismo tiempo, creció la presión y persecución de organizaciones hinduistas, muchas veces asociadas a los servicios de inteligencia, sobre personas (por ejemplo, en matrimonios entre hindúes y musulmanes), como también en instituciones universitarias y culturales disidentes. Lo mismo con medios de comunicación y ONG financiadas internacionalmente.

Nacionalismo excluyente

Un hecho clave en la construcción de este nacionalismo excluyente estuvo relacionado con una mezquita del siglo XVI, que fue destruida en 1992 por el ataque de una multitud de radicales hindúes. Estos afirmaban que allí había nacido Rama, una de sus principales deidades. Ese suceso marcó simbólicamente el principio del fin de la India secular, construida por el otro gran partido, el Congreso Nacional Indio, al que habían pertenecido tanto Gandhi como Nehru.

La destrucción de la mezquita ocasionó una serie de conflictos violentos que terminaron con la muerte de más de 2000 personas y una disputa política y judicial que la Corte Suprema saldó en 2019, autorizando a los hindúes a construir un nuevo templo sobre las ruinas de la mezquita destruida. Este templo se encuentra en Uttar Pradesh, el estado indio más poblado, lo cual no es un dato menor para la batalla electoral que se avecina.

Modi no tardó en tomar ese hecho como el inicio de una nueva etapa en camino hacia la hindutva, ideología que asocia la identidad nacional india exclusivamente con lo hindú. Al mismo tiempo que lo utilizó para el lanzamiento de su campaña electoral. Por ello, inauguró personalmente el templo acompañado de una gran propaganda nacionalista difundida desde el Estado y por medios de empresarios vinculados al partido gobernante.

Las bases de la campaña

La construcción del templo (valorada en más de 200 millones de dólares) se considera una de las tres bases para obtener el triunfo electoral. Otra es el alunizaje de una nave no tripulada india en agosto de 2023 y las políticas de expansión regional y global de la que la presidencia del G20 fue uno de sus resultados.

Las elecciones de abril y mayo en la India parecen anunciar la continuidad de un camino hacia la autocracia. La mezcla de corrupción, pobreza, extremismo religioso y violencia se convierten en un coctel que sostiene un proyecto de poder personalista y alejado de las tradiciones que llevaron a la India a identificarse, orgullosamente, como la democracia más grande del planeta.

Fernando Pedrosa

Fernando Pedrosa

Historiador por la Universidad de Buenos Aires. Máster en Estudios Latinoamericanos. Doctor en Procesos Políticos Contemporáneos por la Universidad de Salamanca. Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

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