La importancia de la paridad en política
En la edición especial dedicada a «Elecciones» de la revista de Diálogo Político se aborda un tema clave para conseguir un aumento en la calidad de la democracia: la paridad en la representación política entre mujeres y hombres. «La paridad, al igual que la cuota, es una medida de justicia social y de reconocimiento del aporte que hacen las mujeres en todas las esferas de la vida social y humana», escribe Niki Johnson.
La autora es docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República de Uruguay y coordinadora del Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas, en su texto del mencionado número especial sobre el tema.
Johnson analiza el impacto de la cuota de género en la política latinoamericana y su actual camino hacia la paridad. Es una cuestión clave porque no puede haber democracia si la mitad de la población no está representada; si la mitad de la población no puede acceder en condiciones de igualdad a representarnos; si las ideas, las maneras de hacer y los anhelos de la mitad de la población deben competir en la arena política, atravesando las paredes y saltando las barreras que el sistema, diseñado por hombres, les ha colocado.
Asimismo, hace un recorrido por diversas leyes de cuotas y cupos que se aprobaron en distintos países de América Latina: «Algo de impacto indirecto han tenido estas leyes en tanto que en la última década ya es un fenómeno mucho más común ver fórmulas presidenciales electorales que incluyen por lo menos una mujer. Esa mujer está incluida para el cargo de vicepresidenta, pero de todas formas rompe con la absoluta masculinidad de esos cargos que fuera la norma antes».
La cuota como techo de cristal
La autora alerta de que la implantación del sistema de cuotas ha tenido una inesperada consecuencia, la de haberse convertido en algunos lugares en techos de cristal para la participación de las mujeres en política. «Esto es por la aplicación que hacen los que controlan los procedimientos de selección de candidaturas y de armado de las listas electorales, que en general en la región sigue estando en manos de dirigencias masculinas», explica Johnson, y agrega que el sistema de cuotas es pervertido por quienes controlan el proceso de selección.
En efecto, el mecanismo es muy sencillo: si la cuota exige un tercio de mujeres, lo que hacen es colocar a las mujeres en puestos con menores posibilidades de salir elegidas, por ejemplo, en los lugares 3, 6, 9 y 12 de la lista. De esta manera, lo que la ley pretende que sea un piso mínimo se convierte en un techo de cristal. Otro más a sumar a la serie de barreras para la participación efectiva de las mujeres en política y la asunción de liderazgos en los países de Latinoamérica.
No es de extrañar que en la región solo haya habido 9 presidentas y de los más de 120 partidos importantes solo 20 están dirigidos por mujeres. Pero no hablamos únicamente de números. Como recuerda Niki Johnson en su texto, las encuestas de opinión pública muestran que en América Latina las tasas de confianza en los partidos políticos y Parlamentos están en niveles muy bajos. El valor de la propia democracia como sistema de convivencia y gobernanza está fuertemente cuestionado en algunos países de la región. En este escenario, la adopción de leyes de paridad representa un aporte fundamental en la construcción de una nueva forma de política más inclusiva y diversa, que tiene el potencial de resignificar y fortalecer las instituciones y prácticas de la democracia representativa.
El dilema de la obligatoriedad del voto
En la mayoría de los países no es obligatorio votar. Según el portal de la red ACE, que provee de información sobre elecciones, hasta 2021 en apenas 24 Estados era obligatorio votar. Y lo que es aún más interesante, la mayoría de ellos se encuentra en Latinoamérica. Aquí comienza un debate sobre los beneficios y los perjuicios de este sistema.
Se trata de un debate también abordado por este número especial «Elecciones» de la revista de Diálogo Político: la idoneidad o no del voto obligatorio en la región. Es una discusión recurrente en Latinoamérica, puesto que es la zona del mundo con mayor proporción de países que lo han instituido en su sistema político. El texto en el que se analiza es de la doctora Viola Neu, una autoridad en la materia, que actualmente se desempeña como subdirectora de Análisis y Consultoría y directora del Departamento de Investigación Electoral y Social en la Fundación Konrad Adenauer.
En su artículo plantea la disyuntiva, explicando que los defensores del voto obligatorio cimentan su posición sobre la base de un deber democrático que el ciudadano tendría que cumplir y que una democracia podría, a su vez, exigir. Los opositores argumentan, de igual manera, a nivel moral, pero desde un ángulo sobre todo libertario. En este caso, se pone la libertad de elección en primer plano, o bien, la libertad frente al Estado, en la que se incluye asimismo la libertad de no participar en una elección, ya que nadie puede ser obligado a mostrar interés político.
Entre los detractores del voto obligatorio domina el escepticismo de que la calidad de la democracia mejore con el voto obligatorio, ya que, si aparecieran síntomas de una crisis de la democracia, estos no podrían remediarse ni siquiera mediante esa herramienta, como puede observarse en algunos países donde está implantada.

Reformas electorales y representación
Eduardo Repilloza Fernández es coordinador de Tecnología Electoral y Análisis de Datos en Transparencia Electoral de América Latina y autor un artículo en la edición especial dedicada a «Elecciones» de la revista de Diálogo Político sobre reformas electorales. En su texto explica que desde 1978 todos los países latinoamericanos han cambiado algún aspecto de su sistema electoral, en una búsqueda permanente por maximizar los beneficios de los partidos y lograr una mayor eficiencia del sistema político.
«Es importante hacer una distinción entre lo que es calidad de la representación en el Ejecutivo y en el Legislativo a nivel nacional, porque para el Ejecutivo en general es más fácil centralizar demandas y responder basado en líneas programáticas de gobierno. Con las últimas reformas en la región, la política lo que trata es de forzar al Legislativo a hacer lo mismo», analiza el experto.
Además, Repilloza explica en su texto que las reformas no siempre alcanzan el objetivo propuesto. En algunos casos en los que se implementaron sistemas mixtos y voto preferencial, se debilitó el vínculo entre ciudadanos y representantes, y se fragmentó la oferta electoral. Esto debilitó además a los partidos, sin mejorar la calidad de la representación.
Es importante recordar que los sistemas electorales tienen un impacto en el sistema político, sobre todo en lo relativo a la composición de los poderes legislativos y la capacidad para gobernar de los partidos o coaliciones políticas. Generan certidumbre y las condiciones para que las preferencias de la ciudadanía se trasladen a resultados concretos.
Sistemas electorales a la carta
Por eso, es necesario también un cierto consenso entre los diferentes partidos y la necesidad de establecer mayorías cualificadas para las reformas electorales, porque, de lo contrario, podemos correr el peligro de buscar sistemas electorales a la carta para cada mayoría política que haya en un momento concreto. La expresión más refinada de ello es el gerrymandering. Es un concepto que refiere a la práctica de modificar las circunscripciones electorales en búsqueda del electorado propicio para ganar una elección. Algo que, hasta el momento, en Latinoamérica no es una práctica popular.
En todo caso, la querencia por los sistemas mayoritarios, que benefician a los partidos más grandes, debilita la representación de las minorías y con ello reduce la calidad de la democracia. Llueve sobre mojado, porque, como afirma Leandro Querido, director ejecutivo de Transparencia Electoral para América Latina, los últimos períodos electorales en la región se desarrollaron en un contexto de desintegración del tejido social y partidario.
En su aportación a esta edición especial sobre «Elecciones» de la revista de Diálogo Político, este politólogo por la Universidad de Buenos Aires defiende que las crisis socioeconómicas, la fragmentación y desafección partidaria, el surgimiento de nuevas fuerzas políticas, el debilitamiento de las instituciones democráticas y la polarización de la ciudadanía son algunos de los fenómenos que se han dado en la región y que impactan en los procesos electorales.
Transfuguismo
La crisis de representación deriva en episodios de transfuguismo, práctica nacida en las democracias parlamentarias europeas que ha sufrido su particular mutación en Latinoamérica.
Querido explica que, en sistemas presidencialistas como los latinoamericanos, el tránsfuga no solo suele ser un candidato electo o en ejercicio de sus funciones que cambia de color político. También puede ser un aspirante que no se ve beneficiado por la selección interna de candidatos que realiza su partido, y por ello busca presentarse con otro partido o de manera independiente para garantizar su candidatura. El político tránsfuga en América Latina se desvincula del partido al que pertenece, antes de las elecciones, para tener una plataforma con la que competir por un cargo.
Hay quienes ven en las medidas para atajar el transfuguismo una restricción del derecho a elegir y ser elegido que tenemos los ciudadanos. Siempre hay posibilidad de debatir. Y ojalá que la siga habiendo. Eso hablaría bien del estado de nuestras democracias.
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