Así como todos los días sale el sol, de cada canilla saldrá agua potable, habrá verduras frescas en el mercado y podremos dar un abrazo a nuestros seres queridos. Sin embargo, hace un año la pandemia de covid-19 irrumpió en nuestras vidas y con ella, de un día al otro, muchas cosas obvias dejaron de serlo. La pandemia nos recordó nuestra vulnerabilidad y nos mostró la fragilidad del ambiente que habitamos y del que dependemos. Algunos empezaron a hablar de nueva normalidad.
Las causas de este cambio abrupto son variadas. El constante avance de las actividades humanas como la agricultura, la urbanización, el turismo convirtió sistemas biodiversos en plantaciones altamente productivas, fraccionó ecosistemas reduciendo espacios vitales de especies y conectó espacios que antes no lo estaban. El planeta que habitamos se convierte a pasos gigantes en un sistema simplificado, intensificado e hiperconectado. La contracara de la deseada conexión global es que cualquier problema local puede rápidamente extenderse y convertirse en una crisis global.
Local y global
La pandemia de covid-19 empezó como problema local. El disparador puede haber sido la transmisión al ser humano de enfermedades endémicas en especies silvestres. Esto parece relacionado con el comercio de dichas especies y con la destrucción de los hábitats debido al avance de la frontera agrícola y de la urbanización en la lejana China. Los niveles altos de conectividad permiten el movimiento de personas, bienes, servicios e información. Y con ellas viajan los efectos no deseados, entre los que se encuentran las enfermedades. No olvidemos que no se trata de un fenómeno nuevo. La conquista de América trajo enfermedades al continente que diezmaron y en algunos lados extinguieron la población local.
La pandemia desató enormes polémicas. Para algunos era un siniestro invento para controlar nuestras vidas o hacer un negocio con nuestra salud. Para otros es un indicador de la desmesura de nuestro estilo de vida, en el consumo, la destrucción del entorno. Y mientras algunos llaman la atención sobre los efectos en la vida social que tendrán las medidas preventivas, otros ven en la pandemia un anuncio de aun mayores conflictos derivados del cambio climático y la destrucción del ambiente. Parece evidente que la necesidad de aumentar la producción de alimentos, y de todo lo que nos brinda confort y seguridad, exige cada vez más territorio, más energía, más materias primas. «Transformamos nuestro planeta en una planta productora de alimentos, fibra y combustible y esto marca un camino de nuevos riesgos que pueden definir nuestro futuro» (Nyström et al., 2019).
Conectados
La conectividad planetaria constituye una condición indispensable para la economía global. El combustible son el comercio, el turismo, el tráfico de especies altamente productivas y la difusión de nuevas tecnologías. Sin embargo, fue a través de estos intercambios que el virus llegó rápidamente a todos los rincones del mundo. La crisis local se convirtió en global y obligó a los Estados a tomar medidas extremas para mitigar sus impactos. Las consecuencias sociales y económicas de la pandemia serán largas. Nada será como antes, dicen muchos observadores. A pesar de las vacunas, la variabilidad del virus dificulta la carrera y se requerirán cambios en las formas de consumir, viajar, trabajar e incluso de relacionarse. Esto tendrá consecuencias políticas. No olvidemos que la crisis provoca miedo y aumenta la disposición de los ciudadanos a aceptar propuestas políticas irresponsables, que seguramente aumenten la polarización social.
Recientemente la revista Nature publicó una selección de artículos que reflejan «el pasado, el presente y el futuro de la naturaleza». Uno de estos trabajos fue elaborado por un equipo del Stockholm Resilience Centre. Allí se presentan recomendaciones respecto al financiamiento de actividades sostenibles, la trazabilidad en las políticas gubernamentales y el fortalecimiento de la cooperación entre la ciencia y los emprendimientos.
A la luz del covid-19 estas recomendaciones adquieren inusitada relevancia. Los investigadores advierten que para el éxito de estas estrategias se requerirá un cambio profundo en las visiones del mundo. La evolución hacia un sistema sostenible de producción global exigirá cambios en los valores, los sistemas educativos y las conductas humanas en los que se basan los actuales paradigmas económicos, las relaciones de poder y los patrones de consumo. El cambio hacia la sostenibilidad dependerá de la participación y compromiso de todos.
Prevención
A más de un año de aquel marzo amargo se instalaron en nuestra cotidianeidad rutinas de prevención. La mascarilla, hasta ese momento conocida principalmente de los informativos de países lejanos, se convirtió en parte del paisaje urbano. El distanciamiento social, antes más bien un término peyorativo, es ahora un rasgo del cuidado por el otro.
Hubo tiempo para preguntarse cómo pudimos llegar a esto. ¿Tendrá algo que ver con el avance imparable de los sistemas productivos sobre selvas, humedales y praderas? ¿Qué relación hay entre la pandemia y el acceso ilimitado a bienes y servicios, los viajes masivos, el consumo de productos exóticos? Las respuestas a estas interrogantes no la daremos en calidad de espectadores, clientes o consumidores. Requieren de ciudadanos informados y responsables. Y necesitan, en su dimensión política, de partidos que se hagan cargo. Urgentemente.
El ambiente es nuestro y de cada día. Aprovechemos el 5 de junio, Día del Ambiente, para reflexionar sobre esto.
Notas:
Instituto Saras (2020). Desde la reacción a la anticipación: manejo adaptativo y ciclos de aprendizaje.
Norström, A. y Nyström, M. (2020, mayo 29). Why Covid-19 and systemic risks are part of the hyper-connected world we live in. Stockholm Resilience Center
Nyström, M., Jouffray, JB., Norström, A.V. et al. (2019). Anatomy and resilience of the global production ecosystem. Nature, 575, 98-108.
Para leer más en Diálogo Político
- Acuerdo de Escazú: luces y sombras de la política medioambiental regional
- Decidir y cambiar: claves para una mejor gestión del agua en Latinoamérica
- El problema olvidado: la selva tropical amenazada
- Política y ambiente (número temático de Diálogo Político, 2019-2)
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