En mi nuevo libro El medio también existe (2025) planteo que la pospandemia evidencia que los ciudadanos han perdido la confianza en la política o, mejor dicho, en la mala política, es decir, la de los extremos. Sin eufemismos, hablo de las políticas neoliberales y las políticas populistas.
Durante más de diez años, he dirigido varios equipos de investigación que entrevistaron a más de un millar de actores políticos y sociales, asesores y consultores, docentes e investigadores de países latinoamericanos. Sobre esa base, he identificado cuatro grupos de defectos neoliberales y de excesos populistas.
Visiones cruzadas
Respecto al planeamiento y la gestión, los neoliberales creen en el derrame de los sectores ricos y la eficiencia de los actores privados para satisfacer necesidades y resolver problemas. Ponen a los técnicos por encima de los líderes. Los populistas, por su lado, creen en la asistencia a los sectores pobres y el designio de los decisores públicos. Ponen a los líderes por encima de los técnicos.
En cuanto al rol del Estado, los neoliberales consideran que no debe intervenir en la economía y que debe facilitar el comercio internacional. Ponen al mercado capitalista por encima del Estado social. Los populistas consideran que el Estado debe intervenir en la economía y no debe desproteger la producción nacional. Ponen al Estado social por encima del mercado capitalista.
En cuanto al rol de la sociedad, los neoliberales consideran que la sociedad es un conjunto de individuos aislados que compiten por su bienestar particular. Ponen al ciudadano por encima del pueblo. Los populistas consideran que la sociedad es un conjunto de colectivos corporativizados que pujan por su interés particular. Ponen al pueblo por encima del ciudadano.
Respecto a los valores, la representación y la democracia, los neoliberales creen que los valores son subjetivos y limitan la representación a las formas. Ponen los méritos sobre las lealtades, aun a costa de la igualdad de oportunidades. Los populistas creen que los valores son objetivos y limitan la representación a las personas. Ponen las lealtades sobre los méritos, aun a costa de la libertad de divergencias.
Políticas humanistas, se buscan
Frente a esa realidad que carcome a las democracias latinoamericanas, sostengo que la forma de recuperar la confianza perdida no es la antipolítica, sino la buena política, la que busca nuevos equilibrios entre viejos defectos neoliberales y excesos populistas, la que tiende puentes y no cava trincheras, la del diálogo y los consensos. Hacen falta políticas humanistas que equilibren lo mejor del credo liberal y del credo popular, con la persona humana en el centro de todas y cada una de las decisiones que se tomen y las acciones que se implementen.
En esa línea, presento la noción de políticas innovadoras. Según el marco teórico del modelo relacional, las políticas públicas, en particular aquellas basadas en la innovación política, son planes y actividades que tienen al Estado como responsable principal y subsidiario y a la sociedad como destinataria primera y partícipe. Buscan el bien común y el fortalecimiento de la democracia.
El concepto se asienta en cuatro pilares que intentan equilibrar los defectos neoliberales y los excesos populistas. Evidentemente, se puede ser liberal y buscar el bienestar general. Se puede ser popular y promover la iniciativa privada. Sin convertirse en elitistas, los liberales deben combatir los gobiernos autoritarios, no a los populares. Sin convertirse en autoritarios, los populares deben combatir los gobiernos elitistas, no a los liberales.
En otros términos, la innovación política y particularmente las políticas públicas necesitan que los intelectuales y dirigentes provenientes del credo liberal y del credo popular se acerquen más allá de sus partidos políticos o alianzas electorales, que definan nuevos equilibrios entre extremos viejos, coincidencias entre las diferencias.
Justo medio
No se trata de una acomodadiza postura de centro, forzadamente equidistante entre derechas recalcitrantes e izquierdas vetustas. Me refiero al justo medio de Aristóteles. El gran filósofo griego decía que no hay un extremo vicioso y otro virtuoso. Ambos son vicios, por exceso o por defecto. Luego, hay un justo medio que es la virtud. Nadie debe negar su identidad, todo lo contrario. Los liberales deben abandonar los defectos neoliberales y, a su vez, los populares deben abandonar sus excesos populistas para encontrarse con los liberales.
Sobre esa base y con las enseñanzas del papa Francisco como telón de fondo, frente a los extremismos, la innovación política busca equilibrios fundamentales: el derecho a ser rico y el derecho a no ser pobre, la eficiencia privada y el designio público, los equipos técnicos y los líderes políticos; el ajuste eficiente de gastos y el reparto eficaz de recursos, el libre comercio y la producción nacional, el mercado capitalista y el Estado social; la sociedad de individuos y de colectivos, el bienestar particular y el interés sectorial, el yo ciudadano y el nosotros pueblo; los valores individuales y los sociales, las formas de las instituciones y sus dirigentes, el mérito con igualdad y la lealtad con libertad.
Se trata de liberales que sean menos neoliberales y de populares que sean menos populistas. Así van a encontrarse: unos, defendiendo las libertades ciudadanas y promoviendo la iniciativa privada en un mercado capitalista, y, otros, gobernando a favor de las grandes mayorías y buscando el bienestar general en un Estado social.