La sequía y las sorpresas del cambio climático

La sequía y las sorpresas del cambio climático

El cambio climático se hace notar a través de eventos extremos de mayor intensidad y más frecuentes. En Uruguay la sequía provocó preocupación y polémicas. Como toda crisis, es también una oportunidad de aprender. Y de prepararse para las que vendrán.

Por: Manfred Steffen11 Ago, 2023
Lectura: 6 min.
La sequía y las sorpresas del cambio climático
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

No hubo ni hay sorpresas. La gran pregunta es si estamos aprendiendo de la crisis actual y si nos estamos preparando para las futuras. Porque si hay algo seguro es que vendrán eventos extremos, cada vez más frecuentes y cada vez más intensos. Recientemente, el secretario de las Naciones Unidas advirtió que comenzó una nueva era.

Las señales son potentes

Temperaturas pico y prolongadas sequías en varios países de Europa, inundaciones en regiones de Latinoamérica, Nueva York oscurecida por el humo de los incendios en Canadá, y estampidas de miles de turistas y residentes huyendo de los incendios en Grecia y Hawai. Hoy vivimos lo que se anunció hace por lo menos medio siglo.

El humo de los incendios en Canadá llega a Nueva York, junio de 2023
El humo de los incendios en Canadá llega a Nueva York, junio de 2023

Todo esto sucede ahora, simultáneamente, y se puede verificar en tiempo real en las redes y los medios. En parte, se trata de fenómenos climáticos cíclicos, pero parece evidente que tienen algo que ver con la continua depredación de los ecosistemas y el aumento de las emisiones de gases invernadero. Es esperable que esto provoque angustia, discusiones, asignaciones de culpa, especialmente en países que disfrutan de un régimen democrático. En cambio, sí sorprende la sorpresa respecto a estos eventos.

Cuidar las fuentes

La sequía en Uruguay es tal vez la más grave de su historia y aparece en las portadas de medios de todo el mundo. Hace semanas que vemos fotos de las reservas de agua descendiendo continuamente. La falta de lluvia se agrava por problemas, muchos de ellos endémicos, como la pérdida de una cantidad significativa del agua producida por desperfectos en las cañerías. Otro factor es el consumo diario de agua, que —a pesar de la información disponible y de los llamados a la población— se mantuvo prácticamente igual, por encima de los 500.000 metros cúbicos en plena sequía.

Sin embargo, el factor clave es el cuidado de las fuentes, en este caso, del río Santa Lucía, del que proviene el agua potable de Montevideo. El propio exalcalde de Municipio de Aguas Corrientes (Partido Nacional) expresaba: «La verdad se conoce; al río lo han masacrado, primero con el monte nativo, posteriormente con otras obras».

Respecto al marco jurídico, el artículo 47 de la Constitución del Uruguay establece que «la protección del medioambiente es de interés general» y que «la prestación del servicio de agua potable y saneamiento deberá hacerse anteponiendo las razones de orden social a las de orden económico».

Comisiones de cuenca, instrumento de participación

Existe además en el país el instrumento de las comisiones de cuenca. Si bien estas tienen carácter consultivo, constituyen un ámbito de participación de la ciudadanía en la discusión y en los procesos de toma de decisión.

Su propio nombre comprende un concepto clave: cuenca. El arroyo o río no es, como se afirma en algunos ámbitos, agua desperdiciada que corre al mar. Por el contrario, constituye un complejo y rico sistema que comprende el cuerpo de agua, los afluentes, las nacientes, las aguas subterráneas, los humedales, los montes ribereños y la fauna que habita el lugar.

Investigador toman muestras de agua
Investigadores toman muestras de agua

Por su diversidad, las cuencas son resilientes; es decir, pueden absorber daños o situaciones de estrés y adaptarse a nuevas circunstancias. Sin embargo, también son frágiles. La tala de los montes ribereños para obtención de leña y el desecado de los humedales para urbanizaciones dejan el cuerpo de agua sin la zona buffer, es decir, sin protección. La forestación en las nacientes también afecta la recarga de los acuíferos. La extracción descontrolada de agua y sedimentos altera el caudal. Los vertederos municipales a cielo abierto, frecuentemente cercanos al cuerpo de agua o en la planicie de inundación, pueden ser el origen de problemas de contaminación. Todo esto sucede diariamente, a los ojos de todo el mundo.

La sequía y la consiguiente escasez de agua potable nos enfrenta a límites concretos. Por un lado, demuestra que la política respecto al agua potable debe contemplar todos los componentes y sus interacciones. Cada descuido respecto a un factor puede desequilibrar al conjunto y provocar una crisis. Sin embargo, generalmente prevalece la utilidad económica a corto plazo.

Cuidar los ríos

La mejor estrategia —y, por lejos, la más barata— es cuidar los ríos en su conjunto, teniendo el foco en la cuenca y en todos sus componentes. Por otro lado, la sequía nos interpela respecto al uso del agua, el industrial y también el privado, el de cada ciudadano y cada ciudadana en su vida privada.

No alcanza, y por cierto no alcanzará en el futuro, con esperar la lluvia. El cambio climático y sus eventos extremos, el aumento explosivo de uso de agua dulce y el creciente impacto de actividades productivas en las cuencas, todo esto, constituye un contexto altamente explosivo.

Frente a las crisis siempre hay quien la niega, o quien afirma que todo se va a arreglar de alguna forma. Ni esto ni la asignación de culpabilidad conduce a ningún lado. La única forma de encarar esta crisis y las que vendrán es con un esfuerzo colectivo de acuerdos políticos más allá de fronteras partidarias. Ese esfuerzo debe comprender los hábitos de consumo, de uso de la energía, de nuestras actitudes como ciudadanos de un planeta finito.

Los eventos extremos ya suceden y serán cada vez más intensos y frecuentes. Afectarán infraestructuras, cosechas, vías de transporte, suministro de alimentos y agua. La cuestión es si vamos a esperar a que sucedan los desastres para luego intentar arreglarlos. O si vamos a adoptar estrategias precautorias que disminuyan los riesgos y aseguren el funcionamiento de una sociedad cada vez más interrelacionada y, por ende, interdependiente. En un mundo globalizado, los problemas locales rápidamente se pueden extender y convertir en crisis globales.

  • Para encarar los desafíos pendientes se deberá lograr una detección temprana de problemas y la diseminación de información basada en evidencia. Esto requiere de un diálogo constante entre la academia y la política.
  • La magnitud de los problemas locales en el contexto de un aumento de eventos climáticos extremos requiere de una cooperación internacional. Los acuerdos internacionales respecto a la reducción de emisiones y manejo sostenible de ecosistemas deberían ser vinculantes, más allá de coyunturas particulares.
  • En el futuro serán cada vez más frecuentes los procesos de toma de decisión en contextos de crisis. Es ineludible el diálogo con la ciudadanía y los grupos que representan intereses particulares. Pero la decisión —y, por tanto, la responsabilidad final— recae en los partidos políticos que tienen la legitimidad del voto para administrar los bienes comunes.

La sequía es una oportunidad para aprender que la democracia y su institucionalidad dependen de una eficiente administración de los conflictos derivados de la escasez. Necesitamos una fuerte institucionalidad, una ciudadanía alerta e informada y un diálogo respetuoso entre todas las partes.

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Manfred Steffen

Manfred Steffen

Magíster en Ciencias Ambientales por la Universidad de la República de Uruguay. Dipl. Ing. Fachhochschule für Druck in Stuttgart. Coordinador de proyectos de la Fundación Konrad Adenauer, oficina Montevideo.

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