En México, hasta agosto de 2025, hay más de 130.000 personas están reportadas como desaparecidas o no localizadas según cifras oficiales. A pesar de los esfuerzos gubernamentales anunciados este año —como la creación de nuevas comisiones de búsqueda y reformas legales en seguridad—, no son suficientes.
La falta de respuestas llevó a que colectivos civiles como las Madres Buscadoras de Sonora tengan que asumir búsquedas masivas en campo.
Cecilia Flores, fundadora del colectivo, fue reconocida como una de las 300 líderes más influyentes de México en 2025, quedando en el lugar número 113 de una lista elaborada por Revista Líderes Mexicanos. Este reconocimiento la destaca por su incansable labor en la búsqueda de personas desaparecidas, incluyendo a sus propios hijos desde 2015. En entrevista con Diálogo Político, la activista repasa su trayectoria y por qué su labor es necesaria en México.
Con su colectivo realizó búsquedas masivas: encontraron a más de 2.700 cuerpos y localizaron a más de 10.000 personas con vida en su labor de campo y con apoyo de redes sociales.

Convertir el dolor en lucha
Quisiera comenzar por el inicio de su lucha. Entiendo que tras la desaparición de su primer hijo, su padre fue quien la animó a no quedarse en la depresión. ¿Qué fue lo que rompió ese momento y la hizo levantarse?
—Estaba muy mal. No podía comer, no dormía, vivía en una depresión profunda. Me alimenté por tres meses con solo café y agua. Sentía que si comía, mi hijo podía estar con hambre, y eso no me dejaba tragar alimento. Mi papá fue quien me dijo: “Ya es mucho tiempo. El Flaco hubiera regresado si pudiera. Tienes que ir a buscarlo”. Me habló de unas señoras que buscaban personas desaparecidas y me pidió que me uniera a ellas.
Usted ha dicho: “El dolor no desaparece, se convierte en lucha”, ¿qué quiere decir la frase?
—El dolor es lo que nos hace salir. Aun sintiendo que no vivimos, ese dolor y amor por nuestros hijos nos dan fuerza. La desesperación, el amor y el dolor se funden en una sola cosa que te hace salir corriendo a buscarlos. Pero al salir te preguntas: ¿a dónde? ¿por dónde empiezo? Yo empecé por los canales, porque un hermano me dijo que ahí muchas veces la mafia dejaba cuerpos. Y en mi primera semana encontré uno. Pensé que era mi hijo… pero no lo era.
Organizar la búsqueda
¿Cuándo fundó usted el colectivo Madres Buscadoras?
—Cuatro años después de que desapareció Alejandro. Entonces desaparecieron dos más de mis hijos: Marco Antonio y Jesús Adrián. Jesús estaba conmigo ese día. Fuimos a casa de su hermano Marco, y ahí se los llevaron. Logré recuperar a Jesús Adrián, pero no a Marco Antonio.
En México hay más de 128,000 personas oficialmente registradas como desaparecidas, pero usted ha dicho que esa cifra está muy por debajo de la realidad. ¿Por qué?
—Porque muchas familias no denuncian. Por miedo, por amenazas, porque tienen más hijos. La cifra real es mucho más alta. Las autoridades manipulan las cifras a su favor y la gente, por miedo, guarda silencio.
Su colectivo ha encontrado a más de 2,700 cuerpos y localizado a más de 10,000 personas con vida. ¿Qué se siente devolver a alguien con vida a su familia?
—No tiene nombre. Es una paz y una esperanza. Yo no lo hago por agradecimientos. Lo hago para la honra de Dios. Porque espero que así como yo devuelvo paz, alguien un día me devuelva a mis hijos.
Modus operandi
¿Cómo encuentra las fosas?
—Al principio no sabíamos ni por dónde empezar. Escogíamos lugares como montes, riberas de ríos, canales. Luego, con las redes sociales, empezamos a recibir información anónima. Nuestra página tiene más de un millón y medio de seguidores, y eso nos ha dado credibilidad incluso en el extranjero.
¿Cómo ayuda a las madres que la buscan?
—Lo primero es que les pido la información de su desaparecido nombre completo fecha lugar que desapareció inmediatamente. Hacemos una ficha de búsqueda, subimos a las plataformas. informamos a nivel de nuestras redes sociales y a la familia. Les sugerimos que tienen que hacer una denuncia ante las autoridades. ¿Por qué? Porque nosotros no podemos proceder como las autoridades. Nuestra búsqueda es en campo o con nuestras redes sociales, pegar volantes, hacer fichas de búsqueda, solicitar a través de la red social a la ciudadanía para que nos diga dónde podemos encontrar a esa persona así.
He sacado de la cama a muchas madres ya deprimidas por la desesperación, por la angustia de no saber, no están. Sus hijos ya están muriendo de dolor, le digo. Para mí no te puedes morir, porque si tú te mueres, quién busca tu desaparecido? No me dejes a mí toda la carga, porque no es toda mi obligación de buscar a tu hijo.
¿De dónde recibe más solicitudes?
—De todo México. Especialmente de Sonora, Sinaloa, Jalisco, Michoacán. También de Estados Unidos, de gente que no puede regresar a México pero que nos pide ayuda para encontrar a los suyos.

El riesgo de ayudar
Usted ha dicho que su trabajo la ha puesto en riesgo. ¿Sigue siendo perseguida?
—Sí. Vivo desplazada. No tengo una casa fija porque sería blanco fácil. He sido amenazada muchas veces. El gobierno federal me da cierta protección, pero no para las búsquedas. Hacemos el trabajo que deberían hacer ellos.
¿Qué significa para usted la justicia?
—No existe. Solo confío en la justicia divina. Las autoridades nos han fallado. Le tengo más miedo a las autoridades que a los cárteles. A los cárteles no les debo nada. A las autoridades sí: he visibilizado lo que ellos han querido ocultar.
¿Alguna vez ha recibido ayuda de personas relacionadas con el crimen?
—A veces recibimos llamadas anónimas que nos indican dónde hay fosas. Quizás sea alguien que participó, que quiere limpiar su conciencia. Yo siempre digo que hasta el peor criminal tiene en algún rincón del corazón un poco de compasión.
¿Cuál es la situación de los niños huérfanos por desapariciones?
—Son las víctimas invisibles. Nadie los mira, nadie los ayuda. Yo les hago fiestas el día del niño, en Navidad. Ellos me dicen que quieren ser sicarios para vengarse. Es terrible. No se les da atención psicológica ni afectiva.
¿Cómo se sostiene económicamente?
—Yo vendo productos: ropa, joyería, cobijas. En cada búsqueda me llevo mi maletín y vendo a las propias madres. No tengo empleo fijo porque no puedo estar en un solo lugar. Y cuando no tengo ni para el lonche, Dios siempre provee.
¿Qué mensaje le daría a una madre que inicia hoy su búsqueda?
—Que no tenga miedo. El peor miedo es no volver a ver a su hijo. Que salga con pico y pala. Yo no entiendo el plan de Dios, pero sé que sin su fuerza no estaría aquí. Y si me dijeran: “Tu vida o la de tu hijo”, yo la daría sin dudar.
¿Le ha ofrecido alguien un cargo político?
—Muchas veces. Pero jamás lo aceptaría. Sería traicionar mi causa. Yo no busco poder. Mi lucha es por amor, no por ambición. Solo pararé cuando encuentre a mis hijos. Y aun así, creo que seguiré ayudando a otras madres.
Pero yo digo pues nosotros no somos politiquería como dicen, no somos políticas, no tenemos ningún partido, pero tenemos necesidad de que alguien nos escuche, de que alguien nos atienda, de que alguien vea nuestra situación, nos inviten y podamos tener un reflector que nos ayude para visibilizar lo que vivimos. Vamos a acudir a donde nos inviten, que digan ven para que la gente vea tu casa, la escuchen, atiendan y las pueda ayudar.
¿Algo más que quiera decir al público?
—Que nos sigan en la página de Madres Buscadoras de Sonora, que compartan las fichas y que no juzguen. Incluso el peor delincuente tiene madre. Que entiendan que nadie merece desaparecer. Solo Dios puede quitarnos la vida.