La derrota electoral de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires, que concentra casi el 40% del padrón electoral de la Argentina, se debió, en primera lugar, al descontento de un sector mayoritario de la población con el ajuste económico que implementa el presidente, casi sin freno, desde que asumió el poder el 10 de diciembre de 2023.
El lado B de la estabilización fiscal y el control de la inflación, aspectos positivos de la gestión de Milei, es la restricción de los ingresos de las familias. Sobre todo las que residen en el Gran Buenos Aires, que concentra altos niveles de pobreza. Eso deriva en caídas del consumo y de la actividad económica, que el gobierno desatendió.
De hecho, Milei hizo un culto de su estilo radical para implementar el rumbo de su administración. Se convirtió en una referencia tanto a escala regional como global con el símbolo de la motosierra, que reivindica los recortes presupuestarios aún en áreas sensibles para los ciudadanos, como las universidades o el sistema de salud público.
Fracaso de la motosierra
A esto se suman las crecientes denuncias por supuestos hechos de corrupción en el seno del Gobierno que impactaron en las últimas semanas de la campaña electoral bonaerense. Especialmente por la filtración de audios de un funcionario que estuvo a cargo de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), Diego Spagnuolo.
La sospecha de que mientras se aplicaban los recortes en el presupuesto, que Milei defendió por medio de vetos ante votaciones adversas en el Congreso, se pagaban coimas a funcionarios vinculados a la secretaria de la Presidencia, Karina Milei, y al clan Menem, galvanizó la bronca que ya existía con el ajuste.
En términos discursivos, Milei y La Libertad Avanza cometieron un error evidente: agudizaron su sesgo antikirchnerista, que en la provincia de Buenos Aires es lo mismo que decir antiperonista, sin reparar en que esa estrategia hundió a sus antecesores de centroderecha.
El propio Milei surgió en 2023 como un liderazgo político inesperado que reemplazó la derecha democrática argentina ante el fracaso del modelo económico de Mauricio Macri y, paradójicamente, el actual ministro de Economía, Luis Caputo, entre 2015 y 2019. Aunque lo hizo con tintes más populares que el macrismo.
Ahora, a partir de la derrota de Milei y sus candidatos en la provincia de Buenos Aires, está en duda que los libertarios puedan mantener una inserción en sectores bajos y medio-bajos, como lo habían conseguido dos años atrás. Esto es riesgoso para el presidente porque se asimilaría a las fuerzas derechistas clásicas, que se encierran en círculos de elite.

El peronismo de Kicillof
En la vereda de enfrente hay novedades políticas. La victoria del peronismo en la provincia de Buenos Aires no tuvo como protagonista a la expresidenta Cristina Kirchner, que está detenida con prisión domiciliaria en un departamento de Buenos Aires. El liderazgo emergente en el principal partido de oposición argentino es el de Axel Kicillof, el gobernador de la provincia.
Kicillof anticipó las elecciones locales respecto de las legislativas nacionales, que serán el 26 de octubre, enfrentándose con Cristina Kirchner, que se oponía a este cambio. Se llevó consigo varias decenas de intendentes, que son el corazón del aparato peronista bonaerense. El gobernador puso en jaque la conducción partidaria del hijo de la expresidenta, Máximo Kirchner.
El empoderamiento de Kicillof tiene consecuencias concretas: se trata un dirigente que asume posturas diametralmente opuestas a las de Milei en el plano económico. Tiene una concepción dirigista, focalizada en el rol del Estado, y su visión geopolítica es refractaria a la influencia de Estados Unidos en la región. Con un agregado: tiene lazos articulados con China.
Kicillof delega sus relaciones internacionales en Carlos Bianco. Es su ministro de gobierno y “canciller” en funciones, quien suele recibir a funcionarios y empresarios chinos que, en forma coordinada, proyectan la expansión del gigante asiático en la Argentina. La relación es tan fluida que evidencia que Milei atrasa cuando califica a Kicillof como “enano soviético”.
Milei tiene una alianza estratégica con el presidente de EEUU, Donald Trump, que le permite llevar las riendas siempre corcoveantes de la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero el alineamiento del presidente argentino no ha redundado en más inversiones norteamericanas que contribuyan a dinamizar la actividad económica.
La displicencia con la que Milei encaró las relaciones con los países de la región, en especial con Brasil, Uruguay y Chile por su sesgo ideológico, para focalizar toda su atención en EEUU y, de manera conexa, en Israel, provoca ahora que ese espacio vacío lo ocupe Kicillof. Tras la victoria electoral tomó contacto directo con Lula Da Silva y Yamandú Orsi.

Derrota provincial, ¿derrota legislativa?
El presidente argentino transcurrió las horas posteriores a su primera gran derrota electoral tratando de recomponer la línea de un gobierno que todavía no comprende las razones por las cuales el electorado de la provincia de Buenos Aires le dio la espalda. Además, afrontando las consecuencias económicas, con caídas en los mercados y suba en la cotización del dólar.
El escenario que se abre ahora en la Argentina está cargado de incertidumbre. El Gobierno debe transitar un mes y medio por un camino sembrado de espinas hacia las elecciones legislativas nacionales de 26 de octubre. Si ese día Milei volviera a perder, el que quedará empoderado en la próxima etapa será el Congreso, al que Milei destrató sistemáticamente.
El sistema de alianzas del Gobierno está en crisis. Muchos gobernadores provinciales se alejaron de la Casa Rosada y no piensan volver a sentarse con Milei en la mesa si no cambia su actitud. Lo que antes se percibía como positivo, la idea de un liderazgo disruptivo que venía a castigar a la clase política, ahora empieza a jugarle en contra al presidente argentino.