Nayib Bukele llegó a la Presidencia de El Salvador hace seis años, en junio de 2019, con la promesa de poner fin a la inseguridad del país. Los resultados de sus medidas hicieron que algunos líderes latinoamericanos vean con admiración su modelo de seguridad. Incluso expresaron la intención de aplicarlo en sus países. En contraste, organismos internacionales, organizaciones sociales, periodistas y otros dirigentes políticos lo catalogan como un líder autoritario.
Es un hecho que, cuando Bukele se lanzó como candidato, en 2018, el país era considerado el más violento del Triángulo Norte, con una tasa de homicidios de 51 cada cien mil habitantes. Seis años después, a fin del 2024, El Salvador finalizó con una tasa de 1,9 cada cien mil habitantes. Así, pasó a ubicarse como uno de los países más seguros de Latinoamérica. De todos modos, ante las visiones cruzadas, surge un cuestionamiento: ¿las cifras justifican las medidas?
Diálogo Político propone un nuevo Contrastes para analizar esta dicotomía. Desde sus propias perspectivas, dos salvadoreños opinan sobre la política de seguridad de Bukele. ¿Es favorable para el país? ¿Hasta qué punto puede aceptarse? ¿Debe ser combatido? ¿Respeta los procedimientos del Estado de derecho? Lo analizan Julia Gavarrete —periodista salvadoreña, especializada en política, migración y derechos humanos, ganadora del Premio Ortega y Gasset 2023— y René Martínez —sociólogo y profesor en la Universidad de El Salvador—.

Bukele no: Estado de derecho
“El Estado de derecho y el respeto al debido proceso es inexistente en El Salvador”, sentencia la periodista Julia Gavarrete. ¿Cómo lo explica?
“Tras un fin de semana en donde las pandillas dieron muestras de su poder asesinando a cerca de 87 personas”, narra Gavarrete, Bukele instauró el estado de excepción en marzo de 2022. “Este régimen, que limita ciertos derechos constitucionales, acumula hasta hoy más de 85,000 personas detenidas e innumerables denuncias por abusos cometidos y violaciones de derechos humanos por parte del Estado”, asegura la periodista. El instrumento permite suspender temporalmente determinados derechos constitucionales en circunstancias extraordinarias, según detalla la Constitución de El Salvador.
A esto, agrega que, con la reelección presidencial en 2021, Bukele consolidó su poder al “obtener supermayoría en el Congreso y el control de más de la mitad de las alcaldías”. “En mayo de 2021, la nueva Asamblea Legislativa controlada por Bukele removió a magistrados de la Corte Suprema de Justicia e impuso a los suyos, removió jueces y al fiscal general e impuso uno a su medida. Desde ahí tomó el control de los tres aparatos del Estado”, explica. Para Gavarrete, entonces, “frente a una oposición inexistente y agonizante, el camino para instaurar un régimen autoritario estaba a la vista”.
De todos modos, la periodista suma otro condimento que explicaría las mejoras en seguridad: la negociación con las pandillas. “Investigaciones del medio independiente El Faro demuestran que entre 2014 y 2025 Bukele comenzaría a tener los primeros acercamientos con las pandillas para conseguir una negociación que le permitiese llegar a la silla presidencial”, explica la periodista.
Gavarrete cita una publicación reciente, de mayo, que “revela en voz de un líder pandillero del Barrio 18, liberado por el gobierno de Bukele, los detalles de cómo fue el pacto con las pandillas”. “Ese líder es Carlos Cartagena, conocido como `el Charli´, quien habría sido detenido en un retén policial 25 días después de instaurado el régimen de excepción, pero liberado horas después”, cuenta. Agrega que incluso el Departamento de Justicia de Estados Unidos confirmó información de casos similares.
“Y sí, logró su cometido: reducir el número de homicidios en El Salvador, desarticular a las pandillas y que este sea reconocido como el ´país más seguro del Hemisferio Occidental´”, opina.
Bukele sí: más seguridad
Para el sociólogo René Martínez , “los números hablan por sí solos”. “Noviembre de 2024 cerró como el segundo mes más seguro en la historia de El Salvador, únicamente superado por octubre del mismo año. La tasa de homicidios en 2024 fue de 1.9 cada cien mil habitantes”, comenta.
Para Martínez, Bukele alcanzó estas cifras por “varios factores estratégicos que cambiaron la forma de enfrentar a las pandillas a partir de asumir una nueva epistemología”. El sociólogo explica que se comenzaron a “reivindicar los derechos humanos de las víctimas, no de los victimarios, lo que lleva al uso de una nueva narrativa sociológica que hace hincapié en las presencias”, (en referencia la teoría de Boaventura de Sousa).
Otro factor relevante es el Plan de Control Territorial. Comenta: “Fue redactado para actuar a todo nivel, en lo coercitivo y preventivo, así como para garantizar la recuperación del control del territorio por parte del Estado” mediante el uso de la policía y el ejército. Agrega también “el uso del régimen de excepción, el recurso constitucional que le dio operatividad al plan”. Y, finalmente, opina que el “liderazgo político” de Bukele “es la variable interviniente del éxito del plan, y sin la cual no hubiese podido pasar del primer mes de ejecución, que fue el más difícil”.
Y vuelve a los números: ”El Salvador se ha posicionado, en los últimos tres años, entre los países más seguros del mundo, con un 88% de sus ciudadanos que lo confirma, según el informe de Gallup de 2025”. Para Martínez, la población “ha decidido ser garante de la seguridad, lo cual es posible porque la confianza en las instituciones de seguridad pública ha aumentado significativamente”.
Asume, de todas formas, que aún quedan enfrentar algunos desafíos. Por ejemplo, “que el país deje de ser usado como un corredor (del narcotráfico) y potenciador de la delincuencia común; disminuir la tasa de desempleo; combatir el carterismo, las estafas, la corrupción y la impunidad”. “Todos esos factores combinados constituyen la versión más amplia de la seguridad nacional”, afirma.

¿Modelo de exportación?
El año pasado, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bukele expresó: “Hoy, el mundo está mirando el ejemplo de El Salvador y se pregunta ‘¿cómo un país puede levantarse tan rápido?’. Pero tal vez deberían hacerse una pregunta diferente, ‘¿cómo el resto del mundo se está cayendo tan rápido?’”.
En Latinoamérica, políticos de la región se interesan en conocer la receta del éxito ante la inseguridad y la violencia. El Washington Post informó esta semana que funcionarios ecuatorianos visitaron El Salvador para conocer el CECOT y considerar la posibilidad de enviar prisioneros a ese centro. Algo similar expresó Perú. La ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, llegó a expresar su intención de “seguir el modelo”.
Para Martínez, el presidente salvadoreño se convirtió en un “referente internacional”. No solo por la disminución de la tasa de homicidios, también porque “reivindica la narrativa de las víctimas”. Y recuerda más palabras del presidente en la ONU: “Ahora son los buenos los que viven libres sin miedo con sus libertades y derechos humanos totalmente respetados”. “Pese a las críticas sobre violación a los derechos humanos que señalan los opositores locales y algunos organismos internacionales, el paradigma Bukele para enfrentar exitosamente el problema de la violencia social ha sido tan exitoso como rápido”, resume Martínez.
En contraste, para Gavarrete el modelo Bukele “se vuelve más peligroso con el beneplácito de Donald Trump”. “Sabe que para que su modelo represivo se perpetúe y no pierda seguidores necesita quitar del medio a la crítica y la disidencia”, opina la periodista.
Y agrega: “El presidente de Estados Unidos no solo aplaudió su modelo, sino que lo promovió desde el momento en el que acordaron el envío de supuestos criminales al Cecot, una cárcel de máxima seguridad construida en pleno régimen de excepción. Trump y Bukele negociaron que El Salvador reciba a ´criminales´ venezolanos del Tren de Aragua a cambio de 6 millones de dólares. Bukele ni siquiera confirmó si estas personas tenían ya una condena”. Para la periodista de El Faro, la alianza confirma “la peligrosidad de modelos autoritarios donde la única ley es la de quien tiene el poder”.
“Pensar en el éxito del plan que ha llevado a Bukele a llamar la atención de otros países que quieren replicar su modelo parte de hechos concretos que han facilitado a Bukele consolidarse en el poder”, resume Gavarrete.