D’Sola Alvarado: “Las líneas rojas de Washington y los intereses de China no necesariamente se superponen de forma conflictiva”

D’Sola Alvarado: “Las líneas rojas de Washington y los intereses de China no necesariamente se superponen de forma conflictiva”

El especialista en política exterior china sostiene que, aunque el enfrentamiento internacional entre las potencias pone incómoda a América Latina, existen estrategias de maniobra para “sacarle provecho a ambas relaciones”.

Por: Ana María Saavedra22 Jul, 2025
Lectura: 9 min.
D’Sola Alvarado: “Las líneas rojas de Washington y los intereses de China no necesariamente se superponen de forma conflictiva”
Compartir
Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El presidente de Colombia,Gustavo Petro anunció en mayo, tras la visita al foro China-Celac en Pekín, que firmaría un memorando de entendimiento para participar del proyecto chino de la Franja y la Ruta. Se trata de un programa de cooperación internacional del gobierno chino al que están adscritos más de 145 países. Con esta alianza, China logra demostrar cómo crece su influencia en América Latina.

Con Parsifal D’Sola Alvarado, analista de política exterior china y fundador de la Fundación Andrés Bello, Diálogo Político propone observar la actual influencia del país asiático en la región, en medio de la tensión comercial con Estados Unidos.

Intereses cruzados

Colombia históricamente ha sido el gran aliado de EEUU en América Latina, una relación que se debilita. Entonces, ¿qué tanto puede perder Colombia al ingresar a la Iniciativa de la Franja y la Ruta?

—Eso va a depender totalmente de cómo reaccione Washington. Porque si lo vemos desde la práctica, más allá de la retórica, Colombia no se está acercando a China. Es un tema simbólico. Cuando vemos en la práctica, esto es un memorando de entendimiento sin compromisos reales. No hay una política clara hacia China ni hacia EEUU. Parece improvisación por parte del gobierno de Petro. Si uno realmente quiere acercarse a China, lo primero sería conversar también con Washington, ser más claro, apaciguar preocupaciones. Pero eso no se ha dado.

Aquí lo único que ha quedado demostrado es improvisación en política exterior. No se puede dejar de lado el factor doméstico: ya vamos a entrar en campaña electoral en Colombia. Y uno se pregunta: ¿qué se gana con anunciar esto ahora? Parece simplemente una jugada para posicionarse como líder latinoamericano. No es ningún misterio que Petro siempre ha tenido esa ambición.

¿Cuáles son los intereses de China en Colombia?

—En el caso de Colombia, uno de los principales intereses es simbólico. El país ha estado históricamente alineada con EEUU, sobre todo en temas de seguridad. El hecho de que Colombia decida alinearse públicamente con la iniciativa más importante de Xi Jinping —la Franja y la Ruta— es una ganancia clara para la diplomacia china.

China nunca toma decisiones de envergadura en América Latina sin valorar cómo va a reaccionar EEUU. Saben la influencia que ejerce por razones históricas y culturales. Entonces, cuando vemos el empuje diplomático en Colombia, lo que está haciendo China es abrir espacio. No es oponer, sino ganar terreno donde EEUU lo ha dejado libre. Es diplomacia inteligente.

Desarrollo americano por desarrollo chino

La salida de USAID fue uno de esos espacios. Colombia era el principal receptor en América Latina y se creó una expectativa de que China iba a suplir esas ayudas. Pero en realidad no ha pasado: China ofrece créditos, no ayuda como USAID.

—China no tiene ningún interés, ni en Colombia ni en América Latina ni en África ni en el sudeste asiático, en sustituir el tipo de financiamiento para el desarrollo que ofrecía USAID. Eso está claramente demostrado. Con esta salida, ese espacio va a quedar vacío.

El financiamiento chino para el desarrollo es muy distinto y tiene otras características.  Una de las principales áreas en las que se enfoca China, directamente atada a sus fortalezas, es el desarrollo de infraestructura. Además, por temas domésticos, en China hay un exceso de capacidad en industrias relacionadas con infraestructura: aluminio, metales, asfalto. Las grandes compañías chinas, estatales o privadas, tienen acceso a crédito que se les facilita para su expansión internacional. Entonces, China habla de financiamiento para el desarrollo a través de infraestructura. Hoy también lo vinculan con la transición energética.

Las empresas chinas tienen interés en esos sectores. También hay interés en carros eléctricos e híbridos. Y Colombia tiene un mercado importante con 50 millones de habitantes y una clase media-alta considerable.

Favoritos del Foro

¿Cuál fue el balance de la Celac con China para América Latina?

—No hablaría de América Latina como un todo. Hablaría del balance para Brasil y Chile. Lo de Colombia fue simbólico: Petro tuvo su momento, dio la entrevista a CCTV, eso se promovió mucho en chino. Fue publicidad.

La delegación brasileña fue inédita. Siempre han sido cuantiosas, pero esta vez fueron once ministros, además de representantes de empresas públicas y privadas. Fueron tres días de reuniones con contrapartes chinas. Aunque no tengo detalles de todo lo firmado, quedó claro que Brasil fue con un propósito. Contrasta con la visita de Lula a EEUU, donde no lo acompañó nadie. Eso dice mucho de dónde están los intereses de Brasil. En el caso de Chile, la relación con China es muy pragmática, no depende del gobierno de turno. Es una política de Estado. Hay una coordinación con el sector privado que viene de décadas. La relación con China no es electoral ni ideológica: es estratégica.

¿Qué objetivos puede tener China con países como Brasil y Chile? Y, a la inversa, ¿qué buscan Brasil y Chile con China?

—Brasil es clave: es la economía más importante de la región, es miembro de los Brics, y promueve activamente políticas que se alinean con China. Por ejemplo, depender menos del dólar, fortalecer los foros multilaterales y reducir la influencia de instituciones establecidas por Occidente.

En lo económico, Brasil tiene un mercado muy atractivo, con muchas áreas complementarias con China, especialmente en tecnología y telecomunicaciones. Ahí hay un campo infinito para expandir industrias donde China ya se está posicionando como líder mundial: autos eléctricos, tecnología. Aunque es una relación compleja, porque Brasil también tiene una industria fuerte que compite con China. Pero les interesa manufacturar carros eléctricos, por ejemplo. Por eso han intentado atraer a grandes compañías chinas para que produzcan dentro de Brasil y desde ahí distribuyan a América Latina. Aunque algunos proyectos han tenido problemas —como una planta que acaban de demandar—, esa es la apuesta.

Chile fue el segundo país en firmar un tratado de libre comercio con China. Tiene industrias como frutas, frutos secos y productos del mar que han crecido exponencialmente gracias al mercado chino. Meter productos a China no es fácil. El país es muy cerrado, con muchas regulaciones que cambian constantemente. Pero Chile negoció por décadas para lograrlo. Tiene cooperación público–privada muy bien estructurada. Ha usado un enfoque global para acercarse a China, promoviendo su industria bajo la marca país “Chile”. Muchas de esas industrias no habrían crecido sin el mercado chino.

Además, Chile tiene una dependencia muy fuerte del cobre: alrededor del 70% de su producción va a China. No hay otro mercado capaz de absorber esa demanda. Es una relación asimétrica que el gobierno chileno conoce muy bien. Por eso mandaron una delegación grande, porque saben que China es un actor fundamental para su crecimiento económico. No se puede improvisar con China.

Panamá y Perú

El caso de Perú, con el puerto de Chancay y el nuevo anuncio de tren bioceánico con Brasil, también es relevante. ¿Cuál es tu balance de este caso?

—Perú es un caso aparte, un desorden. Tuvo múltiples gobiernos sin coordinación. Ha habido muchos intereses —algunos incluso ilícitos— que han facilitado el acercamiento con China, incluyendo sectores como el militar. El puerto de Chancay es un buen ejemplo. Va a cambiar el comercio entre Sudamérica, Centroamérica y China. Será un hub marítimo clave. Pero también está lleno de irregularidades: sobornos, violaciones ambientales, adquisición masiva de tierras por parte de chinos. Todo eso fue facilitado por la ausencia del Estado y por grupos de interés peruanos. Además, Perú tiene una población con gran ascendencia china, lo que facilita los intercambios al margen del gobierno. Todo esto ha sido una puerta abierta para China.

Luego de las presiones de Trump, ¿Panamá tuvo que alejarse de China?

—Sí, aunque no del todo. Se calmaron las aguas claramente por presión de EEUU. No sabemos exactamente qué se dijo a puerta cerrada, pero la presión vino de Washington. Hubo mucho ruido mediático y también mucho desconocimiento. Porque la compañía involucrada tenía participación china, sí. Pero también era una empresa internacional con intereses diversos. Seguramente hubo conversaciones de muy alto nivel entre China y EEUU usando Panamá como campo de negociación.

¿Atrapados entre potencias?

¿Países como  Panamá, Colombia o Perú pueden quedar en la mitad de la guerra comercial entre China y EEUU?

—Panamá es el ejemplo perfecto. Cada país tendrá que lidiar con esta tensión. Panamá, por su ubicación geográfica, está muy atado a EEUU. Chile tiene más margen de maniobra, simplemente por la distancia. Pero eso no lo exime. Por ejemplo, una compañía china ganó la licitación para producir los pasaportes chilenos. Pero durante la primera presidencia de Trump, EEUU amenazó con reinstaurar la visa para chilenos si no rompían ese contrato. Y Chile tuvo que cancelarlo pese a que lo había ganado legalmente. Cada país va a tener que definir cómo manejar este nuevo orden regional.

¿Cuáles son las estrategias que deberían seguir los países de América Latina frente a su relación con China?

En América Latina, las líneas rojas de Washington y los intereses de China no necesariamente se superponen de forma conflictiva. Por ejemplo, Chile ha manejado su relación con China relativamente bien. Mantiene una cooperación muy cercana con EEUU en materia de seguridad, tecnología e inteligencia marítima. Ahí están las líneas rojas de Washington. Chile no invita a empresas chinas a esos sectores.

China también tiene sus líneas rojas: reconocimiento de Taiwán, política de una sola China, silencio frente a sus temas de derechos humanos. Mira cómo Gabriel Boric habla de derechos humanos, pero refiriéndose a Venezuela, no a China. Así es la política internacional. Sí es posible sacarle provecho a ambas relaciones sin tener que elegir blanco o negro. No es solo con EEUU o solo con China. Hay espacio para actuar con agencia nacional, y eso ya lo han demostrado varios países.

Ana María Saavedra

Ana María Saavedra

Periodista colombiana. Directora de Colombiacheck. Ha trabajado como editora del diario «El País» de Cali. Becaria del programa Balboa en «El País» de España.

newsletter_logo

Únete a nuestro newsletter