Al menos cuatro países tienen programadas elecciones entre 2025 y 2027 en Centroamérica: Honduras, en noviembre de 2025; Costa Rica, en febrero de 2026; El Salvador, en junio de 2027 y Guatemala en agosto de ese mismo año.
En ese contexto, un fenómeno que no es reciente, pero ha adquirido notoriedad, es la aparición de partidos políticos emergentes prácticamente en todos los países de la región, disputando los votos de los electores a los partidos tradicionales y la alternancia bipartidista de décadas recientes.
La transformación de los partidos
Los partidos políticos tradicionales centroamericanos tienen una posición cada vez más desfavorable ante la opinión pública, como marca la tendencia global. Así lo demuestran, por ejemplo, el Latinobarómetro. En su edición más reciente, revela que en dos de los cuatro países centroamericanos donde están programadas elecciones casi la mitad de la población piensa que la democracia puede funcionar sin partidos políticos. En los otros dos países casi un tercio piensa lo mismo.
A pesar de la baja credibilidad ciudadana y la fragmentación que experimentan los sistemas políticos en la región, los partidos se mantienen como actores clave de los procesos electivos. Los ciudadanos tienen que elegir gobernantes a partir de sus propuestas de candidatos en las boletas electorales.
Para lograr más credibilidad y captar votos, acostumbran a presentarse en alianzas con otros partidos. Realizan campañas con un fuerte componente de marketing político centrado en las figuras presidenciables. Mantienen un discurso democrático, pero sin adherirse a una ideología política específica. Utilizan intensivamente las redes sociales y plataformas virtuales. Por otra parte, la divulgación y el convencimiento a partir de propuestas programáticas ha perdido relevancia.
Nuevos partidos centroamericanos
Este tipo de prácticas son frecuentes en Centroamérica. Las elecciones del 2021 en Honduras el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), con Xiomara Castro a la cabeza como candidata a la presidencia, y el Salvador de Honduras, con Salvador Nasralla como candidato a la vicepresidencia, se unieron y lograron ganar las votaciones. Ambos provenían de corrientes ideológicas distintas. Casi inmediatamente después de asumir los cargos surgieron disputas y conflictos hasta que se rompió la alianza.
El caso también muestra otro aspecto: partidos políticos que se conforman en el contexto de contiendas electorales, con estructuras y membresías no orgánicas, que descansan en la imagen de un líder muchas veces carismático, y disputan abiertamente los votos a los partidos más tradicionales y con recorridos históricos más largos. Tanto LIBRE como Salvador de Honduras tuvieron estas características.
De manera similar, el partido Nuevas Ideas en El Salvador surgió como alternativa al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) que se alternaron en el poder desde la firma de los acuerdos de paz en 1992. Fue fundado en 2017 bajo la conducción de uno de los hermanos del presidente, Nayib Bukele, hoy su cara más reconocida. Este partido logró canalizar el descontento y las demandas de la población salvadoreña, desplazando a otros competidores políticos y allanando el camino para la continuidad del gobierno actual. La fórmula del modelo Bukele ha resultado exitosa entre la población salvadoreña. Pero también entre algunos de sus homólogos latinoamericanos que han considerado seriamente implementarla en sus países. Mientras tanto, el Nuevas Ideas se afianza, desplazando a las demás fuerzas políticas partidarias del país.

Otro ejemplo interesante es el Movimiento Semilla de Guatemala, fundado como un grupo de reflexión en 2014 y registrado como partido político en 2018. En 2023, de forma inesperada, alcanzó la segunda posición en las votaciones y poco después ganó las elecciones en un balotaje con la fórmula de Bernardo Arévalo y Karin Herrera. Desde antes de tomar posesión de sus cargos, ambos se han enfrentado a intentos del Ministerio Público para impedir que asumieran y luego, para enjuiciar a personas vinculadas con el partido acusándolas de financiamiento indebido. Mientras tanto, el Partido Semilla se escindió en un nuevo grupo denominado Raíces, debilitando las posiciones de la bancada de gobierno en el parlamento. Vale la pena notar que desde hace tiempo el sistema de partidos políticos en Guatemala experimenta un alto grado de fragmentación. Frecuentemente nacen y desaparecen partidos, sobre todo en períodos electorales.
En Costa Rica, el sistema de partidos ha experimentado cambios durante las décadas más recientes. El bipartidismo tradicional se rompió con el surgimiento de nuevas alternativas políticas que alcanzaron la presidencia con el Partido Acción Ciudadana (PAC). Pero no lograron colmar las expectativas ciudadanas. Más recientemente, en 2022, Rodrigo Cháves, al frente del Partido Progreso Social Democrático (PPSD) conformado en 2018, ganó las elecciones presidenciales y logró una presencia significativa en el legislativo. Sin embargo, como en otros casos, la bancada oficialista se dividió. Para las próximas elecciones presidenciales programadas a febrero de 2026, el mapa de candidaturas es amplio en número y en diversidad ideológica con unos 20 partidos inscritos para participar en la competencia.
El sistema de partidos costarricense nunca había presentado una fragmentación tan fuerte como en la actualidad porque el fenómeno también se presentó en las pasadas elecciones de autoridades locales. En las encuestas más recientes, el PPSD tiene una intención de voto favorable, pero todavía baja considerando que la campaña apenas inicia.
Descontento y búsqueda alternativas
Los cambios que presentan los sistemas de partidos confirman que hay una crisis de representación e intermediación. Los actores tradicionales de la política han perdido legitimidad, credibilidad y capacidad de canalizar las demandas e intereses de los ciudadanos frente al Estado.
Varias razones convergen. En las últimas tres décadas se han extendido nuevas formas de organización y representación ciudadana. Pero, también, las concepciones y formas de la política están cambiando. Desde la percepción de los ciudadanos los partidos no son incluyentes, tienen estructuras rígidas y numerosos líderes políticos están acusados de corruptos, además de autoritarios.
Los partidos emergentes con estructuras organizativas flexibles, liderazgos personalistas, carismáticos, y frecuentes discursos populistas, oscilan entre el desencanto ciudadano con la democracia y el descontento con los partidos tradicionales. En Centroamérica, con democracias en crisis, auge de los autoritarismos y graves problemas sociales y económicos, estos actores políticos son vistos como nuevas alternativas políticas. Las próximas rondas electorales serán una nueva prueba en la que estarán abiertas las oportunidades, pero también los desafíos.

