Tras el sorprendente resultado de las elecciones presidenciales bolivianas del 17 de agosto, que esperan un balotaje entre Rodrigo Paz y Tuto Quiroga, se esperó con gran expectación la distribución del poder político en el Congreso y los posibles pactos que se requieran.
Con el fin de los veinte años de hegemonía del MAS, la gobernabilidad de Bolivia solo puede lograrse mediante una democracia pactada, es decir, la cooperación consensuada de diferentes partidos en coaliciones. La democracia pactada fue el elemento estabilizador fundamental de la democracia boliviana tras superar las dictaduras militares y la fase de la UDP entre 1985 y 2005. La reedición de esta democracia pactada no será fácil.
Ningún partido dispone de la mayoría absoluta ni siquiera de dos tercios. En vista de los requisitos constitucionales (mayoría absoluta para las leyes simples, mayoría de dos tercios para las enmiendas constitucionales parciales), el nuevo presidente deberá buscar las mayorías correspondientes en el Congreso.
Pactos y escenarios
Independientemente quién sea el presidente, si se formará una coalición entre el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Libre y Unidad, esta no tendría ningún problema de mayoría. Incluso podría soportar las deserciones, dada la escasa disciplina de partido y el transfugismo. Sin embargo, a la vista de las disputas previas a la segunda vuelta electoral de octubre, una coalición de este tipo parece poco probable en la actualidad.
Si Paz fuera presidente, apoyado por Doria Medina (Unidad), una coalición entre el PDC y Unidad sería el primer paso. Esta tendría una estrecha mayoría de dos tercios en el Senado, aunque solo con el voto del presidente del Senado, en calidad de vicepresidente de la República. En la Cámara de Diputados, esta coalición tendría la mayoría absoluta. Pero le faltarían diez votos para alcanzar la mayoría de dos tercios, que entonces tendría que negociarse con Libre o con varios de los partidos pequeños.
Si la victoria fuera de Quiroga, una coalición PDC-Libre tendría una clara mayoría en el Senado y una escasa mayoría de dos tercios en la Cámara de Diputados. Esta coalición solo tendría la mayoría de dos tercios del Congreso necesaria para proyectos específicos. En todas las demás constelaciones se necesitarían los tres grandes partidos.
Los escenarios numéricamente posibles son una cosa, pero la realización política de estos pactos es otra muy distinta.
Consideraciones
En comparación con el período 1985-2005, no se puede hablar de fragmentación, dado que hay siete partidos en el Congreso. La situación también es algo diferente a la de 1998, cuando se formó la megacoalición compuesta por cuatro partidos de fuerza casi igual. Esto reduce el espacio de consenso necesario.
La experiencia histórica, con las diversas formas de democracia pactada entre 1985 y 2005, demuestra que no se debe subestimar el pragmatismo de la política boliviana. Por otro lado, los últimos veinte años de dominio hegemónico del MAS polarizaron y dividieron profundamente a la sociedad. Esto ha dejado huellas en la cultura política del país. La forma de actuar del candidato del PDC a la vicepresidencia, Edman Lara, pone de manifiesto que esto no se limita solo a los políticos tradicionales del MAS. Además, en vista de las ideas en parte muy divergentes entre sí, la formación de una coalición viable no será nada fácil.
A esto se suma que el contexto constitucional de la democracia pactada no es comparable con el actual. Bajo la Constitución boliviana vigente hasta 2007, la presión para formar coaliciones era considerablemente mayor que en la actualidad. Esto se debe al sistema de presidencialismo parlamentarizado vigente en aquel momento. Si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta en las elecciones directas, el presidente era elegido por el Congreso por mayoría absoluta. El Congreso se enfrenta así a esta situación por primera vez en su historia democrática.
La gran incógnita es la composición de los distintos grupos parlamentarios, con muchas caras nuevas, y su peso real en la cuestión de la coalición. En particular, el caso del PDC plantea interrogantes. Por un lado, el Tribunal Electoral informó que el PDC, que evidentemente no había contado con este éxito electoral, no había presentado candidatos en una serie de circunscripciones y que ahora esos puestos se cubrirían mediante nominaciones internas del partido. Además, de los 271 candidatos presentados por el PDC, solo once son miembros inscritos del partido. Once candidatos son incluso miembros inscritos del MAS, de los cuales, según la información actual, tres han sido elegidos diputados. Habrá que estar atentos a los debates en el grupo parlamentario del PDC.
Si ya se logró colocar a miembros inscritos del MAS en las listas de otros partidos, ¿habrá también infiltrados del MAS aún no detectados en el PDC y otros partidos? Ante la amenaza de derrota, ¿es una estrategia deliberada del MAS?
El ejemplo del PDC demuestra que los escenarios numéricos por sí solos tienen un valor limitado.
La estrategia de Paz
A primera vista, Rodrigo Paz parece tener la ventaja. Doria Medina, que quedó en tercer lugar en la primera vuelta con casi el 20% de los votos, le ha asegurado su apoyo. Quizás se esté uniendo lo que debe estar unido. Medina es vicepresidente de la Internacional Socialista (IS) y Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, también miembro de la IS, admitió oficialmente la noche de las elecciones que solo había tomado prestado la sigla del PDC para poder llevar su proyecto personal a las urnas sobre una base legal partidista.
Solo por esta constelación, la clasificación internacional de que el MAS había perdido contra la derecha boliviana no se ajusta a la realidad. Queda por ver si el electorado de Medina se someterá a este respaldo indossato o seguirá su propio camino. En cualquier caso, la justificación que dio Medina para justificar su postura es aventurada: Rodrigo Paz “no tiene un plan claro” y Quiroga “no tiene apoyo”, por lo que él apoya a Paz. No suena muy convincente. La estrategia de Paz y Medina, de presionar a Quiroga para que renuncie a su candidatura, es por otro lado simplemente ingenua.

Lara amenaza a Paz
También es evidente que el candidato a la vicepresidencia, Lara, se ha convertido en una carga para Paz y su campaña electoral. Inmediatamente después de la primera vuelta, el expolicía, a quien se atribuye una parte considerable del éxito electoral de Paz, pasó al ataque. Contra Quiroga, contra los periodistas críticos, contra todos y cada uno de los que se oponían a su pretensión de liderazgo. Lara quería ser presidente, pero no tuvo éxito con la fundación de su partido.
Este modo de ataque, con su elección de palabras, gestos, tono de voz e incluso su dedo índice levantado, recuerda a tiempos pasados. Se convirtió rápidamente en Edman “Evito” Lara. Además, enfrenta varios procesos judiciales y parece haber hecho suya la paranoia, tan a menudo instrumentalizada, de su evidente modelo a seguir, Evo Morales. Advirtió a todos los que quisieran hacerle daño que no olvidaría nada y no perdonaría nada.
Rodrigo Paz tampoco se salvó de los ataques de su candidato. Lara llegó a declarar que si la gente no confía en Paz, deberían votar por él, que haría arrestar a Paz si no cumple sus promesas electorales. También criticó duramente el mandato de Paz como alcalde de Tarija. ¿Cómo es el equilibrio de poder interno en el dúo Paz-Lara?
Bolivia se enfrenta a decisiones, reformas y cambios importantes. Tanto los candidatos como los contenidos ofrecen un programa alternativo lleno de contrastes que, esperemos, cobre mayor protagonismo en los debates de las próximas semanas.