Chile en redefinición

Chile en redefinición

Un repaso desde las causas del estallido social a la posible reconfiguración política ante las próximas elecciones nacionales en noviembre.

Por: Tomás Mosciatti13 Jun, 2025
Lectura: 8 min.
Chile en redefinición
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El viernes 18 de octubre de 2019 comenzó un día como tantos otros para el presidente de Chile, Sebastián Piñera. Es verdad que desde hacía algunos días estudiantes evadían el pago del pasaje del tren subterráneo y se sentaban en los andenes en protesta por el alza del precio en 30 pesos (0,042 dólares). Ese día ocurrieron manifestaciones cada vez más violentas en grandes estaciones. A las 14:50 ya estaban cerradas las líneas 1 y 2 por falta de condiciones de seguridad. Poco a poco los trenes dejaron de circular y toda la red de metro se detuvo. 2.700.000 personas debieron retornar a sus hogares por cualquier medio.

El gobierno anunció que aplicaría la Ley de Seguridad del Estado. El edificio de Enel, la empresa italiana distribuidora de la energía eléctrica de Santiago, ubicada en el centro de la ciudad, era consumido por el fuego. Las estaciones del metro comenzaron a ser destruidas. Piñera dudó en decretar el estado de excepción constitucional de emergencia. Sería la primera vez en democracia. Pasada la medianoche el decreto ya estaba redactado y designó al general Javier Iturriaga Jefe de la Defensa Nacional (hoy es Comandante en Jeje del Ejército). Al presidente le preocupaba que hubiese vulneraciones a los derechos humanos y que pudiera ser objeto de acusaciones. “Héroe por un día, preso toda la vida”, decía a sus colaboradores.

Al día siguiente el presidente anunció la suspensión del alza del pasaje del metro. Ya era tarde. Ese día comenzó el toque de queda. Vendrían meses de enorme violencia con 25 estaciones del metro totalmente incendiadas, 18 parcialmente y otras 93 dañadas. También, iglesias y edificios destruidos, establecimientos comerciales saqueados y las zonas céntricas de las principales ciudades vandalizadas.

Estallido social. Chile, 2019. Foto: Shutterstock.

Al borde del abismo

El gobierno estuvo a punto de caer cuando el Palacio de La Moneda corrió el riesgo de ser tomado por los manifestantes. Amplios sectores opositores apoyaron las manifestaciones violentas. El Partido Comunista (que hoy está en el gobierno) habló de “revuelta popular“ legítima. Jaime Quintana, hoy presidente del Partido por la Democracia —colectividad que en algún momento se acercó a la socialdemocracia—, dijo que el poder ahora estaba en el Congreso y no en el presidente. Fue una especie de golpe blanco en medio de la confusión acerca de las causas de lo ocurrido.

La violencia continuó por meses y solo la pandemia, con el consiguiente confinamiento, extinguió todo. La admirada transición de la dictadura, el país con una democracia ejemplar, la nación con el mayor desarrollo y con el primer ingreso per cápita de América Latina había roto el pacto democrático y terminado abruptamente el periodo iniciado en 1990 con la asunción de Patricio Aylwin, el primer presidente democrático después de Pinochet, 30 años antes. Los estudiantes gritaban “no son treinta pesos, son treinta años”, cuestionando todo el modelo de desarrollo chileno.

De la dictadura a la Concertación

Durante el siglo XX, Chile fue, esencialmente, un país de izquierda. Antes del general Augusto Pinochet el único presidente de derecha fue elegido en 1958, con el 31,2% de lo votos. En 1970, antes de que asumiera Salvador Allende, Chile tenía el Estado más grande de América Latina después de Cuba. Después de 17 años, con violaciones a derechos humanos, en el plebiscito de 1988, Pinochet obtuvo el 44% de los votos, un porcentaje enorme.

En 1999, un candidato de derecha, Joaquín Lavín, estuvo solo a 30.000 votos de empatar con Ricardo Lagos. El clivaje dictadura (derecha) versus democracia (centroizquierda) comenzaba a ser superado.

Después de Pinochet, cuatro presidentes gobernaron liderando la coalición Concertación de Partidos por la Democracia. Fueron Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle, de la Democracia Cristiana, con Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, socialdemócratas. La Concertación derrotó pacíficamente a Pinochet, en el ciclo económico que trajo más prosperidad a Chile en toda su historia.

Cuando en 2010 asumió la Presidencia Sebastián Piñera, en la coalición que había gobernado hasta entonces, se produjo un cataclismo. Muchos sostenían que, si bien la derecha podía participar en el juego democrático, moralmente no podían ganar las elecciones por haber —la mayoría— apoyado a Pinochet. Estimaron que el triunfo de la derecha era un fracaso de la Concertación y la dejaron morir.

Bachelet cambió y se fue a la izquierda y creó una alianza llamada Nueva Mayoría. ¿La novedad? La incorporación de jóvenes críticos a los 30 años y del Partido Comunista, seguramente el más ortodoxo de occidente, uno que siempre prefirió la Unión Soviética al Eurocomunismo. Su actual candidata presidencial Jeanette Jara sostiene que en Cuba hay democracia, aunque es “diferente”, y apoyan el régimen de Nicolás Maduro. El gobierno de Bachelet promovió una reforma educacional, una tributaria ampliamente cuestionada y una reforma electoral a un sistema proporcional que hoy permite la existencia de 22 partidos. Bajo ese gobierno el país creció solamente un 1,9%, el más bajo desde el retorno a la democracia.

Constitución I

Desde el llamado “estallido social” o “revuelta” de 2019, hubo 11 actos electorales. Aunque la Constitución de 1980 había sido totalmente modificada y en 1995 Ricardo Lagos dijo que era una Constitución democrática y diferente a la original, por su origen ilegítimo, la clase política resolvió que para salir de la crisis era necesaria una nueva ley fundamental.

En 2020, un 78,27%, con un 50,9% de participación, aprobó iniciar un camino constitucional. Se eligieron en un acto posterior los convencionales constituyentes, mayoritariamente de izquierda, en muchos sentidos, extrema. Gabriel Boric fue elegido presidente y lideró la campaña para aprobar la radical constitución, ampliamente criticada por ser un traje a la medida del programa de la izquierda extrema de Boric. Según sus autores era un proyecto refundacional, sin prestar atención alguna a la tradición constitucional chilena.

Esa constitución fue rechazada por el 61,89% de los votos. Antes de este acto electoral se había aprobado el voto obligatorio. Se estimaba que favorecería a la izquierda porque la mayor abstención con voto voluntario ocurría en los sectores económicamente más modestos. No fue así, para sorpresa de los partidos de gobierno. Después de este plebiscito, que se realizó el 4 de septiembre de 2022 (se eligió el mismo día en que fue electo Salvador Allende), el gobierno de Boric se quedó sin programa e incorporó de emergencia a figuras del Partido Socialista y del Partido por la Democracia, de una izquierda más moderada, que antes habían ferozmente criticado.

Boric presenta cambios en gabinete tras derrota en plebiscito. Fuente: El Comercio
Boric presenta cambios en gabinete tras derrota en plebiscito. Fuente: El Comercio

Constitución II

Un nuevo proyecto constitucional, ahora redactado por una mayoría de derecha, aunque no radical como el primero, fue también rechazado. Gabriel Boric había manifestado que Chile sería la tumba del neoliberalismo. Le derrota constitucional se lo impidió.

Durante décadas el clivaje electoral estuvo marcado por el plebiscito de 1989 que derrotó a Pinochet, el del SÍ y el NO, entre democracia y dictadura. De hecho, Piñera se sometió al clivaje, pues fue una rara avis de la derecha porque había sido opositor a Pinochet.

El clivaje democracia/dictadura se rompió en el plebiscito de 2020 ya que la derecha estuvo, en parte, a favor de una nueva Constitución. Sin embargo, en el balotaje presidencial entre Gabriel Boric y José Antonio Kast volvió a presentarse.

Nuevamente no se cumplió cuando parte de la izquierda rechazó el proyecto constitucional impulsado por Gabriel Boric en 2022.

Hacia las elecciones

Hoy los problemas más acuciantes de la ciudadanía son la seguridad, un evidente deterioro institucional, el cumplimiento de la ley de inmigración y el crecimiento económico. Son banderas que tomó la oposición de derecha pero que ahora los candidatos de la izquierda oficialista también hacen suyas.

El país se ha polarizado y el centro se ha vaciado. Hoy, la Democracia Cristiana, otra poderosa, es un partido pequeño, que primero entregó cupos parlamentarios al Partido Comunista y después cogobernó con ese partido. Esto contribuyó a su actual insignificancia.

Una prueba de que el clivaje dictadura/democracia se ha perdido es que la candidata que lidera en las encuestas, Evelyn Matthei, no solo votó por el SI en el plebiscito de 1988 sino que hace poco dijo que el golpe militar había ocurrido en medio de una guerra civil. Los otros dos candidatos de la derecha son más radicales. En todos los escenarios de segunda vuelta, hoy gana Matthei. La única posibilidad, aunque lejana, de que gane el oficialismo es que Carolina Tohá, antigua política de la socialdemocracia, pase a segunda vuelta con un derechista más radical como José Antonio Kast o Johannes Kaiser.

Posiblemente el clivaje ahora va a ser de crecimiento económico versus continuismo. Hace algunos años, la promesa de la clase política era alcanzar el desarrollo. Hoy nadie hace esa promesa. Es posible que quien gane la elección sea capaz de renovarla, de hacer renacer la esperanza perdida.

Tomás Mosciatti

Tomás Mosciatti

Abogado, periodista y propietario de Radio Bío Bío.

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